CAPITULO 2
Contando lo sucedido
¿Estoy soñando? ¿Qué pasa? ¿Dónde estoy? ¿Estoy muerta…?
Estaba en un bosque acostada en el suelo, todo era tan claro, tenía puesto un vestido blanco, sentía paz y tranquilidad.
—pero que es esto, dije.
Vi un árbol era diferente a los de más, mientras los demás árboles iban creciendo con unas hojas verdes y algunas flores y frutas, alrededor de ellos había variedad de animales, pero este… este era oscuro, opaco, crecía una hoja y al instante caía quemándose llegando al suelo y ningún animal estaba cerca a ese árbol, menos los cuervos y aves oscuras que no conocía, decidí ignorarlo y mire los demás árboles hermosos que estaban a mi alrededor, cuando me estaba alejando, escuche un ruido como de ramas rompiéndose y cayendo con fuerza, hice caso omiso y seguí, hasta que escuche una voz que grito mi nombre.
— ¡NAOMI!
En ese momento quede estupefacta, el cuerpo me temblaba.
—esa… Es. Esa es mi voz.
Voltee sin pensarlo y era yo, pero… El árbol no está, solo está mi reflejo, dudosa, me acerqué, pensé que era un espejo, era tan lucido, decidí tocarle el rostro, pero antes de hacerlo, aquel reflejo tan real, me agarro la mano.
Yo intenté zafarme, pero no pude, mientras yo hacía bastante fuerza por soltarme, aquel reflejo no mostró nada con la mirada, era como un robot, como algo sin sentimientos, jamás me había visto de esa manera, no sé si este era un espejo de mí o la mente quería jugar conmigo.
—pero q-que pasa
Tenía miedo, hasta que aquella silueta puso mi mano en su cara, cuando lo hizo sentí un dolor punzante que me recorrió todo el cuerpo, empezó por mi mano, bajando a mi corazón y después por todo mi cuerpo, terminando con un dolor más intenso a mi ojo cubierto, sentía corrientazos por todos lados, pero más en el ojo, mientras ese dolor seguía, recordaba todo lo que había pasado en mi vida, desde mi niñez hasta este momento, yo gritaba y del dolor empecé a llorar.
—suéltame ¡suéltame ya!
Cada palabra que decía sonaba entre cortada y con mis ojos llorosos.
Cuando terminaron todos mis recuerdos, me aventó con fuerza, intentaba levantarme, pero me sentía muy débil, mire a mi alrededor tirada en el suelo, ya no estaba como antes, todo estaba oscuro, con una neblina suave que dejaba ver lo terrorífico del lugar. Todos los árboles se encontraban sin hojas, animales muertos, frutas dañadas y las flores sin vida… en ese momento se fue el miedo y me invadió la tristeza, me arrodillé y al levantar la mirada vi mi reflejo con una sonrisa tan horrenda y demoniaca.
Me levanté asustada, respiraba muy rápido, al parecer era un sueño y en él no sentía miedo, pero mi cuerpo no me mentía.
Me senté, estaba en una camilla, era la enfermería de la escuela, seguía allí todavía, mire a mí alrededor un poco confundida y desesperada, en eso estaba Nathaniel a mi lado, él se levantó preocupado, he intentado calmarme, y yo solo decía:
—Un espejo, un espejo necesito un espejo-muy agitada lo decía.
Él para tranquilizarme, busco en mi mochila si tenía algún espejo a lo cual no encontré ninguno, y buscándolo por todos lados encontré uno guardado entre un armario y me lo paso, yo me observe detalladamente y me tocaba.
—Hah, que alivio-suspire.
Nathaniel quería preguntarme algo, se veía un poco ruborizado, pero al parecer se arrepintió, y me dijo otra cosa.
—Eres la única mujer que conozco que no tiene un espejo en su mochila, pensé que eso era de mujeres.
—No soy vanidosa, no tengo maquillaje ni espejos, no tengo nada de eso.
— ¿Entonces esa belleza que tienes es natural?
Yo simplemente lo observé, mientras seguía hablando.
—Digo, pues por qué tienes una piel clara como porcelana, tienes ojos grandes, y unos labios rosados muy cautivadores, la verdad. -diciendo con los ojos, brillando con admiración.
Lo ignoré.
Y el mismo se interrumpió:
—digo un ojo, claro está no he podido observar el otro. Se frota el cabello con una de sus manos, al decir esas últimas palabras se le notaba la incomodidad en sus expresiones, sabía que había creado el mismo ese ambiente. Por mi parte suelto una pequeña risita por ver su cara, no hacía falta que dijera nada para saber que pensaba el hecho de que no uso su mejor repertorio de coqueteo.
Nathaniel me miro con desconcierto, pero fascinado por su mirada.
—Ah, entonces la señorita si sonríe.
Pongo mi mano en mis labios y hago que toso para tomar mi forma natural sin decir nada.
—Entonces, ¿cómo te verías sin aquella venda?
«Es que acaso está loco, quiere hablarme de esa manera, y aparte esa forma de atraer no me gusta, me molesta»
—¿Por qué no lo hiciste cuando estaba desmayada?
—No quería abusar, al parecer es muy privado.
—Entonces no abuses ahora.
Me levanté, me puse los zapatos y me fije que tenía todavía la camisa desabrochada, viéndose mi brasier, mire a Nathaniel, y él me miraba de arriba hacia abajo sin desviar la mirada, yo me puse roja como un tomate y le grite con fuerza: