Elaia tomaba mi brazo con fuerza, su sonrisa era amplia como si acabara de descubrir el secreto de la felicidad, yo solo quería salir corriendo. La puerta de la sala de Menesteres era la entrada a la fiesta de bienvenida y rogaba de verdad que ningún prefecto o profesor me hallara.
—Así que vinieron, acabo de ganar una apuesta entonces —Lorcan estaba de pie en la puerta, a su lado un chico con la placa de prefecto se hallaba inconsciente —, se ven muy guapas por cierto.
—Gracias —Elaia se giró en su sitio mientras su falda de pliegues se movía a la par.
Al parecer era la única que veía la gravedad del asunto, si la directora se enterara le daría un ataque.
—Por Merlin ¿Qué le hicieron? —esto era mucho.
—Relájate Diana, despertará antes de clases —animó “lunático” —, sin un rasguño, lo prometo.
—Necesito aire —caminé al paso de mi mejor amiga que caminaba como si ya hubiese estado aquí antes.
[...]
Música, parejas hormonales y olor desagradable a bebida clandestina. Mientras Elaia bailaba con un Hufflepuff yo bebía jugo de calabaza.
—Hola, Diana —Lucy Weasley se me acercó con timidez. Su cabello pelirrojo era oscuro y más corto que el mío por lo que era muy fácil diferenciarnos la mayoría de veces que nos reuníamos, porque sí, Lucy era una niña dulce a la que le gustaba la soledad sin embargo cuando quería compañía nos buscaba a Elaia y a mí.
—Hola, Lucy ¿Tu primera fiesta también? —negó.
—He venido a más fiestas de mis primos de las que puedo contar, a decir verdad esta está muy diferente —miró a ambos lados —, es la primera vez que están todas las casas.
—Ya veo —di un sorbo más —¿viste a los Merodeadores 2.0?
—Sé que Lorcan está en la puerta, Frank sirviendo bebidas, a James no lo he visto y Fred II está allí.
Señaló al chico moreno que discutía cómo de costumbre con Elaia. Se llevaban peor que perro y gato. Me disculpé con Lucy y me dirigí hacía ellos.
—¿Ahora qué ha sucedido? —me coloqué a un lado buscando explicación.
—Tu amiga Zabini me empujó —se defendió Fred II mientras se llevaba las manos a su cabeza casi rapada por completo. Apenas y se podían distinguir alguno de sus rizos negros.
—Mentira, te metiste en nuestro camino y eso es diferente —Elaia lo apuntó con el dedo. El chico con el que estaba bailando salió huyendo —, genial, lo espantaste.
—Pues que valiente —rodó los ojos. Elaia tenía la cara colorada.
—¿Podrían dejar de discutir por solo cinco minutos? —enarqué una ceja. El silencio duró unos segundos y continuaron su discusión habitual en la puerta.
Suspiré, la buena noticia era que no me había cruzado con Louis Weasley o Jacqueline Murray, la mala fue que estaba sola en una esquina y mi única compañía era un póster que se movía de “One Direction” colgado en la pared. A mi hermana Atenea seguro le encantaría, ponía sus canciones en casa todo el tiempo, supongo eso hizo que tarareara de vez en cuando una que otra.
—¿Diana Gryffin? —la chica de cabello rizado dorado y gafas redondas se veía sorprendida —, no esperaba verte por aquí. Me alegra mucho que vinieras.
—La fiesta está muy buena, Eleonora —solté por cortesía.
—Me inspiré en la casa Gryffindor y por supuesto en mis magníficos esposos —señaló el póster admirando el lugar muy orgullosa a la vez que los banderines escarlatas y dorados se movían con suavidad —, agradezco que no me acuses, es decir, tienes todo el derecho de hacerlo porque es lo que te ordena tu cargo pero…
—No te preocupes, no diré ni una palabra, debo tomar un descanso de una vida de reglas ¿verdad? —asintió maravillada.
Vi que traía una bandeja de plata con pastillas azules brillantes en su interior.
—Me siento tan tonta por preguntar, nunca había visto esto ¿Qué es?
—Oh casi lo olvidaba. Es una receta nueva, “Blue magic balls”, se transforman en líquido al contacto de cualquier bebida —dijo con naturalidad —, es muy buena, la tienes que probar. Ten.
Me dió una de las cápsulas.
—Gracias, la probaré, me ayudará a animarme —la guardé en mi bolsillo. Ni loca probaría algo cuyos efectos secundarios no vi con mis propios ojos, giré mi cabeza y detrás de ella traía una botella intacta de Whisky de fuego, por supuesto mi instinto de Premio Anual hizo que arrugara el entrecejo.
—Oh, lo siento, le dije a Longbottom que la cerveza de mantequilla era suficiente pero bueno —añadió algo avergonzada —, toma, decomísala.
Me dió la botella sin chistar. Me di una regañada mental por no ser una persona normal y disfrutar una fiesta adolescente como tal.
—No quiero arruinar tu fiesta —negué sin saber que más decir—, pero gracias por entender.
Bien hecho, Diana, gran descanso a tu vida de reglas.
—No hay de qué, para eso estamos las amigas —Eleonora me guiñó el ojo comprensiva —, ahora debo irme, te veo mañana en pociones. Otra vez, me alegra que vinieras.