¿Conocen esa sensación de furia y vergüenza combinadas en uno solo? Cada parte de mi cuerpo la sentía, camino enfermería recibí las miradas asombradas de distintas personas y no era broma el decir que en unos momentos todo el colegio se enteraría. Qué dirían de la perfecta Premio Anual cuyos padres se hallaban desaparecidos y ella estaba acostándose con su compañero de torre como si no importara nada. Quería fingir que no me afectaría pero sería mentir, por supuesto que lo haría
—¿Le hiciste un desmaius a James? ¿Por qué? —preguntó Albus que esperaba afuera de la enfermería en una banca junto a los demás. Me había cruzado con él antes mientras salía de dar explicaciones a la directora Minerva Mcgonagall y a Miss Pomfrey (la nueva enfermera del colegio), pero parecía haber tomado valor hace unos cuantos segundos.
Créeme, es mejor que no lo sepas por mí.
—Da igual, despertará ¿o no? —lo que ocurrió en la entrada del Gran Comedor me dejó un castigo, mi rabia no se entendió ya que no podía contar la historia completa por vergüenza. Aún así, la directora me pidió exclusivamente que hable con los hermanos de mi compañero lastimado.
—¿Qué hizo esta vez? —la chica de la voz dulce era Lily Luna, tercera y última hija del matrimonio Potter Weasley. La niña de cabello anaranjado y que siempre veía en la sala común con los demás de su grado, quería saber lo que ocurrió. Sin duda tenía un gran parecido a James, mismos ojos marrones como sonrisa, pero diferente cabello.
Deja de mirarla tan raro, Diana.
—Digamos que el profesor Longbottom me prohibió hacerle a cualquier compañero un mocomurciélago, aunque se lo mereciera. No tuve opción —resoplé. Ella rió bajito y Albus la miró divertido, al menos no me odiaban.
No aún.
—Hiciste lo que ambos hubiéramos hecho —respondió el ojiverde ignorando totalmente la verdadera causa.
Frank II, Fred II y Lorcan me observaron de arriba abajo con duda entre acercarse o no. Elaia me tomaba del brazo todavía en silencio, Eleonora se sentó junto a Lucy, todo el ambiente estaba tan tenso que podría cortarse con una tijera.
—Lorcan ¿sabes qué pasó? —Lily llamó la atención del muchacho distraído.
—Dax le dió poción veritaserum, a todos en realidad, la coloco en nuestro jugo de calabaza —quedé perpleja —. Tu hermano soltó algo que no debía y por eso está aquí…
Explicó omitiendo la parte obvia caminando más lejos.
—¿Eso es verdad? —Elaia asintió avergonzada —. Mierda, mataré a Dax.
—No te preocupes Diana, me encargaré de eso yo misma —Eleonora se levantó del asiento con la varita erguida y salió antes de que pudiera detenerla.
—Iré por si acaso —Lucy se levantó también —. Tal vez evite una tragedia.
La pelirroja salió corriendo tras la rubia. Albus miraba atento.
—Diana, Cornamenta no quiso decir nada. Cedió ante la poción, él jamás haría público nada de…—Fred no terminó porque lo interrumpí avergonzada.
—Ya lo sé, Weasley —farfullé, Frank se contuvo de añadir algo.
El grito de horror de Lily nos hizo sobresaltar antes de que cualquier otro tomara la palabra.
Lorcan estaba tendido en el suelo a una gran distancia de nosotros, y una criatura digna del libro de defensa contra las artes oscuras estaba sobre él.
Un dementor.
[...]
—¡Hay que hacer algo! —exclamó la pequeña de los Potter al ver que nos quedamos inmovilizados por la sorpresa. Albus la cogió del brazo sin bajar la varita y le dijo que corriera a llamar a la directora, así lo hizo, sin mirar atrás.
Por otro lado, miramos a Frank cuya alma parecía pender de un hilo, intentar hacer el encantamiento patronus. Lo más cercano a ello fue una chispa de luz que no lograba expandirse del todo.
Lorcan seguía en el suelo, la criatura no parecía querer dejarlo, Fred trataba por todos los medios concentrarse, movía la varita gritando una y otra vez, hasta por unos momentos sentí la mirada esperanzada de Elaia sobre él. Yo no podía hacer mucho, por más que buscará en mi memoria los recuerdos más felices siempre me llevaban a lo mismo... mis padres. Definitivamente no podría conjurar un guardián en este momento.
El ambiente se sumió en tristeza profunda.
Todos lo sabían, él estaba muriendo.
Lorcan moría ante nuestros ojos y nadie podía hacer nada.
—Me lanzaré hacia él —avisé con desesperación. Los cuatro chicos me vieron como si estuviera loca. Sí, seguro lo estaba, pero no vería a nadie morir frente a mis ojos.
Era la idea más impulsiva que se le podría ocurrir a alguien, y claro, la única hasta ahora.
—¡Te vas a suicidar!
Escuché el grito lejano de mi mejor amiga, sin embargo no había vuelta atrás y me lancé hacia Lorcan a quién moví unos pasos con el fin de que la criatura no absorbiera toda su energía. Después de ello el tiempo corrió en cámara lenta.
Sentí que perdía el conocimiento, escuché antes de cerrar los ojos como una voz masculina gritaba con varita firme.