—Venga Diana, tu puedes anotar.
Era la tercera pirueta que daba en el aire tratando de meter la quaffle en el arco circular. Mi compañera Rose Granger —si no estaba evitando impactar su cabeza con la bludger —, volaba de rato en rato a mi lado para darme ánimos, aunque debíamos aceptar que el guardián Carl (uno de los gemelos Thomas) era increíble para ser de tercer año.
—Por supuesto Rose, solo trata de no caerte ¿de acuerdo? —esta asintió segura. La mayoría de los casi accidentes eran de su parte y siempre en el equipo tratábamos de repetirle esa frase para que fuera más cuidadosa.
—Lo hiciste muy bien Carl, Colagusano es tu turno de entrar al campo —se oyó a la lejanía —¡Canuto, concentración, por favor!
James daba órdenes con gran esmero para ser un simple entrenamiento, de vez en cuando cambiaba a los jugadores y llamaba a los suplentes. Eleonora era uno de ellos ya que se inscribió tarde a las pruebas de séptimo año, cosa que no le hacía gracia y de vez en cuando se lo hacía saber al capitán, que por cierto ponía su paciencia al límite para centrarse en la quaffle.
Sí, él era un cazador también.
—Todo sea por el honor de Gryffindor —Frank Longbottom por su lado tenía el puesto de guardián suplente, mientras que Kent (el otro gemelo Thomas) era la dupla de Rose como golpeadores. El buscador Alexis Brian tenía una vista impresionante cabe destacar, algunas veces me ayudaba con la concentración, cosa que Fred, como tercer cazador, no tomaba con mucha importancia el día de hoy.
Algo muy extraño debido a su pasión exagerada con el quidditch.
Lorcan estaba en la banca junto a los demás suplentes esperando a ser llamados, aunque se notaba que jugar le daba lo mismo que no ya que el libro que le leía a Eleonora parecía ser más interesante.
—Venga Gryffin ¿ni una anotación? —habló el chico más odiado por Elaia y mejor amigo de Potter, Fred II.
—Pero si hoy estás más lento que de costumbre, Weasley, hasta Lorcan tendría más ánimos —contesté burlona al moreno.
—Estoy guardando energías para el campeonato contra las serpientes, es todo —se equilibró en la escoba —. Por cierto, es muy raro que tu amiga Zabini no haya venido a verte, no las hemos visto juntas estos últimos días.
Soltó con falsa indiferencia.
¿Qué mosca le picó?
—¿Desde cuándo te interesa mi amistad con Elaia? —lo miré escéptica, él negó con la cabeza.
—Deberías lavarte los oídos, pelirroja, no dije nada acerca de que me interesara su...
Un grito agudo desde las bancas interrumpió nuestra conversación, ambos bajamos con toda la velocidad que nuestras escobas nos permitieron. James y Rose intentaban calmar a Lucy, que venía toda agitada con lágrimas en los ojos. Frank y los gemelos me hacían espacio para entrar a ese círculo de personas ansiosas por saber lo que ella iba a decir.
—Ella... pastillas... muerte… —titubeaba Lucy entre sollozos, Eleonora empezó a tranquilizarla.
—¿Quién? —preguntó Fred como si hubiese entendido alguna cosa de lo que hablo mi amiga en la banca.
—Elaia, está en la enfermería —respondió desesperada, al instante mi mundo entero se desmoronaba. Rose se llevó las manos a la boca, y Fred Weasley salió corriendo para algún lado dentro del castillo ante la mirada perpleja de todos.
[...]
—La encontré desmayada en el baño del segundo piso al lado de unas pastillas extrañas, Myrtle la llorona dijo que la había visto así cuando salió para reclamarle que ella vomitara en su retrete —contó Jacqueline Murray, quién fue la persona que la llevó a la enfermería, haciendo algunas muecas de horror —Eso es todo lo que sé, Jaime, de verdad.
James asintió serio y se dirigió hacia los miembros del equipo de quidditch que estábamos sentados en la banca fuera de la enfermería. Supuse que nadie más lo sabía porque no vi a Louis, novio de mi amiga, por ningún lado. La rubia lo siguió, lo cogió del brazo y se echó en su hombro. Este la ignoró por completo haciéndola a un lado.
—Lo bueno es que aún está viva —añadió Rose para romper la tensión, a su lado estaban Albus y Scorpius algo intimidados por la situación que hasta este momento era un intento de suicidio.
—Aun no entiendo porqué lo hizo —respondí llorando —. Le dije que me tenía y no me di cuenta al instante de lo que ella estaba pasando. Soy una mala amiga...
—No digas eso Diana, no es cierto —reprendió Eleonora tomándome del brazo con suavidad, Lucy estaba del otro lado e hizo lo mismo.
—A mi parecer ella sólo quiere llamar la atención, si lo piensan tiene sentido —Fred le clavó una mirada cruda a Jacqueline que acababa de pronunciarse. No dudé ni un segundo y me levanté con rapidez.
—¡Repite lo que dijiste! —la rabia se apoderaba de mí de manera inexplicable, los demás miraban ceñudos a la chica que me hizo una mueca.
—Dije que tu amiga Zabini tuvo que hacer un show para qué se preocuparan por ella, pobrecita —comentó altanera. James también se puso de pie —. Es tan patética.
—¡Jacqueline, cierra la boca!