Un sueño de Navidad.

Capítulo tres.

Me encontraba en el lugar de residencia de los niños.

Alina y José eran muy parecidos.

La niña tenía pecas que adornaban su redonda cara, habían hoyuelos que adornaban su rostro cuando ella se expresaba, sea una sonrisa o simplemente con hablar. Sus ojos son grandes color café , pestañas largas y sus cejas son un poco menos pobladas que las de su hermano.

En cambio José, tenía un poco más perfilada la cara, cejas pobladas, pecas al igual que su hermana, ojos grandes tambien de color café y a éste apenas se le asomaba un hoyuelo cuando sonreía.

El cabello de ambos es negro, Alina lo tenía por la cintura, era lacio y sedoso. Su hermano, José; llevaba el cabello un poco más crespo, y unos cuantos pelos vagaban por su frente.

Cuando la noticia fue dada a sus padres, ellos estaban presentes. No paraban de agradecer y sonreír tímidamente, sus ojos cristalinos nos indicaban a todos los de producción, que pronto las lágrimas se harían presentes.

Su rancho de habitación contaba con un cuarto donde dormían todos en una cama matrimonial, el piso de tierra y un servicio demasiado pequeño. El baño era una lata de zinc puesta en la parte de atrás, donde alcanzaban el agua en un tarro.

Sus juguetes daban lástima.

José, tenía un carro medio chueco. Le faltan dos llantas, una de adelante y una de atrás. Alina, tenía una muñeca de trapo, sin un ojo y con unos cuantos remiendos en sus brazos y piernas.

Cuando los vi, mi corazón se hizo un puño. Y me sentí mal.

Quería darles todo.

Así que sin más, me disculpé un momento, fui al auto de Mario y saqué un juguete para cada uno.

Los demás se los daría después.

Pero por el tiempo que estuve ahí, quise alegrales un poco el día.

Ésta vez, el niño de nueve años me dio un abrazo, un abrazo donde pude sentir cariño, un abrazo donde pude sentir agradecimiento.

La niña me sonrió y sus brazos en cuestión de segundos se encontraban abrazandome.

No pude sentir mejor satisfacción que esa.

Después de varias horas de compartir con ellos y de tomar un vaso de café con bollitas de pan, emprendimos camino hacía nuestra empresa.

El lugar contaba con una calle principal a más de tres kilómetros. Es decir, que los niños tenían que caminar eso todos los días para poder asistir a clases.

Pero no se quejaban.

Eso era de admirar.

¿Alguna vez hemos valorado lo que tenemos?, ¿Cuantas personas viven en peores condiciones y apesar de ello no se quejan?, hay incógnitas que serían bueno responder.

¿Cuantos niños y niñas no pueden disfrutar de un pequeño juguete en Navidad?, ¿cuantos no tienen ni un techo para poder dormir?.

La vida es cruel con algunas personas.

Y en una de las mejores épocas del año en dónde podemos ayudar y extender una mano amiga a personas necesitadas... ¿y no hacerlo?.

La Navidad es más que celebrar, más que festejar que pronto un año nuevo vendrá. La Navidad, es para ayudar.

Sí.

Para ayudar... Y para cumplir sueños.




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