Somos ajenos.
Miré al espejo y pensé:
¿porque hay tanta realidad en la mentira?
Su rostro responde con mi forma,
pero no con mi vida.
Se parece tanto a mí,
pero no soy yo,
aunque ayer lo fui.
Sostiene mi mirada
como quien guarda una prueba.
No recuerda mis decisiones,
solo el resultado de ellas.
Es presencia sin historia,
y yo, una historia sin presencia.
Le hablo buscando unidad
y obtengo coherencia.
Tal vez la identidad
no sea continuidad,
sino un acuerdo frágil
entre lo que fue
y lo que aún insiste.
Somos ajenos,
dos conciencias compartiendo un nombre.
Él existe cuando lo miro,
y yo cuando lo niego.
Ninguno completo,
ninguno primero.
Y al apagar la luz comprendo,
que no temo desaparecer,
temo seguir siendo yo,
sin ser el mismo de ayer.