Capítulo 25
El Gran jefe
El viejo se volvió a sentar en la silla, que era como un trono para los demás. Puso a su orden una elite de mercenarios bien armados, pero estos aun no habían llegado y estaban fuera del coliseo el, pronóstico era, que esperáramos una hora que ellos vinieran y nos apoyaran.
todos estaban arrinconados contra la pared y contra la esquina del anfiteatro, las fuerzas de el gran jefe eran reducidas, solo contaban con unos guarda espaldas, y con unas hombres de refuerzos, más lo que lee tenia eran algunos sesenta y siete en total, así que eran sesenta y siete contra algunos trecientos, cuando la mayoría de las mafias se estaban pasando a las filas enemigas, ahí una vos resurgió de entre la multitud, diciendo: —!Primero Chicos proteged al abuelo¡ a toda costa.—
Llego el respaldo que tenía bajo la manga, El mil caras apareció con un grupo de personas todos miembros de su banda eran algunos cincuenta y dos, y con otras mafias que también se unieron a él,
Entre ellas las dos restantes, galácticos y lindos bellos era una batalla, decisiva, el que ganará estaba claro de que iba a imponer su propio concepto de la justicia. Entre las voces, se escuchó el grito de guerra —!ataquen¡— —! sin cuartel ¡— la mayoría de la gente se les vino encima y acabo con todo a su paso, ya con el apoyo de las otras bandas sumamos más de ciento ochenta pero éramos pocos para contener a la amenaza latente,
— Salamander rendité, ¡así tendrás una oportunidad de volver a ver el sol! Alzo su arma y apunto a salas. — Jamás lo haría así tuviera que morir — respondió alzando la quijada. — En el intento, defenderé mi propio concepto de la justicia— Mas se les venían encima los contrincantes pero ellos se defendían con gran ímpetu con algunas cosas que usaban para decorar la tarima, también tenían armas de guerra pero no las usaban, no querían quitarle la vida a nadie.
— ¡Maldición que estresante! — dijo salas mientras se echaba aire. Las llamas que habían encendido hacia que el calor aumentara en el salón, todos habían quedado atrapados en una hoguera de fuego.
La banda del jefe ya estaba por llegar, así que empezamos a tirar bolas incendiadas con fuego hacia las otras mafias, los escombros que habíamos quemado se estaban convirtiendo en mismo carbón, quedándonos sin cortina protectora para la defensa, hicimos un muro de Troya con sillas y mesas así pudimos contenerlos afuera del círculo, afilamos las puntas para que no intentaran asediar el muro lee dijo
— ¡Tenemos que hacer un plan!—
—¡ha!, ¡ha!, ya lo sabía tenemos que relajarnos con unos de mis chistes, —— ¡NO ¡— en perfecta sincronía se negaron lee y salas