Un temeroso y melodramático encuentro ^^

"Solo será una visita"

El motor del automóvil, un modelo del '72 con pintura perlada desgastada, rugió suavemente antes de que él lo detuviera justo en frente de la casa de Kange. El aire olía a lilas y tierra húmeda. Kange se desabrochó el cinturón, su perfil estoico enmarcado por el crepúsculo.

"¿Quieres pasar?" preguntó Kange, su voz melódica y baja, a pesar de la frialdad que siempre la cubría.

Tadi, con su cabello blanco con hebras negras y rojas que contrastaba con sus ojos celestes, se rió nerviosamente, aunque su risa sonó más como un graznido.

"Sabes que me encantaría, pero tengo que... tengo que ir a la lavandería. Mi última camisa decente está... ya sabes, desastrosa. Y mañana tengo esa reunión de la fundación." Mintió de la peor manera. Sus ojos delataban la urgencia de su escape, pero Kange, siempre serena, no le prestó atención.

"Solo será una visita" dijo Kange, mirándolo con su profunda mirada de ojos negros. No era una pregunta, sino una afirmación tranquila y casi inmutable.

"Sí, lo sé, pero..."

Ella apoyó su mano fría sobre la suya en la palanca de cambios. " No pasará nada. Ya he hablado con mi padre."

Tadi sintió un escalofrío. La idea de que Dasan supiera de su existencia ya era suficiente para hacer que el pequeño músculo de su mandíbula saltara. Dasan, de la tribu Waŋyéya Wakpá, era conocido en la comunidad no solo por su linaje sino también por la intensa seriedad que siempre cargaba.

"¿Y qué tal si... no sé, lo sorprendemos otro día? Con algo de licor fino. ¿Un regalo? Sería más apropiado, ¿no crees? Para romper el hielo." respondió con balbuceos.

Kange parpadeó lentamente. "Mi padre no bebe licor, Tadi. Y el hielo se romperá cuando tú te atrevas a cruzar el umbral. Para que conozcas a mi papá."

Tadi tragó saliva, sus ojos celestes buscaban una ruta de escape. Y su imaginación conjuraba imágenes de Dasan afilando un cuchillo tradicional, no para una ceremonia, sino para... él.

Kange se inclinó un poco, su aliento frío rozando su oreja. "Relájate. Él no te hará daño." Su tono era una promesa, pero sonaba más a un reto.

"Estoy relajado," Tadi se rió, su voz casi chirriante. "Estoy súper relajado. Soy el señor Relajado. Es solo que..."

Ella lo interrumpió, dando un paso atrás. "Te aseguro que el es súper pacífico. Tadi, en serio. Nunca le haría algo a nadie que yo..." Se detuvo un instante, y Tadi captó la implicación, un pequeño, helado rayo de esperanza. "Él es inofensivo."

"¿Inofensivo, dices?" Tadi levantó una ceja.

"Sí, no mata a ni una mosca." Kange se encogió de hombros con una elegancia innata.

Tadi suspiró. "De acuerdo. Cinco minutos. Solo cinco minutos para ver si tengo tiempo de ir a la lavandería antes de que cierren." Se había rendido. Por ella, siempre se rendía.

Kange sonrió apenas, una grieta fugaz en su fachada. Abrió la puerta del coche. "Vamos."

Siguieron el corto camino hasta la casa, una estructura de madera oscura y sólida, rodeada de un jardín impecable y demasiado silencioso. La puerta se abrió y Kange entró, haciendo una seña a Tadi para que la siguiera.

Y entonces lo vio.




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