Un Tiempo para Amar

Capitulo 6 ¡la voz de Ambar!

El amanecer cubría los campos con un velo de oro pálido. Ámbar se miró al espejo, ajustó el lazo de su vestido color marfil y suspiró profundamente. Aquel día no sería como los demás. Había decidido hablar… aunque su mundo se lo prohibiera.

En el salón principal de la casa solariega, su padre y su tío discutían sobre negocios, como cada mañana. Ámbar, con los dedos temblorosos, interrumpió por primera vez en años:
—Padre… ¿no cree que las mujeres deberían ser instruidas con la misma dignidad que los hombres?
El silencio fue inmediato, casi pesado.
El tío levantó la mirada con desdén.
—Niña, las mujeres están hechas para mantener el orden del hogar, no para levantar discursos.
—¿Y quién lo decidió? —preguntó ella con voz firme, aunque su corazón latía con violencia.

Su padre frunció el ceño.
—Ámbar, hay preguntas que una dama no hace.

Pero ella ya no podía callar. Desde aquel encuentro con Darcy, algo en su espíritu había despertado: un fuego que no conocía obediencia ni temor.
Darcy, con su mirada serena y su voz templada, le había hablado de un mundo donde el pensamiento era libertad y el amor, un acto de valentía.

Esa tarde, Ámbar acudió al jardín central del pueblo, donde un grupo de mujeres se reunía en secreto para leer y compartir sus ideas. Por primera vez, habló en público.
Su voz, al principio vacilante, fue creciendo como una melodía segura:
—Nos enseñaron a callar, pero el silencio también puede ser una forma de morir. Yo elijo vivir, aunque el precio sea la desobediencia.

Entre los aplausos contenidos y las lágrimas que brillaban en los ojos ajenos, Darcy la observaba a distancia, orgulloso y enamorado. Esa noche, bajo un cielo cubierto de luna, se encontraron junto al lago.
—Has encendido algo más que mi alma, Ámbar —susurró él, tomándola de las manos—. Has encendido esperanza.
Ella sonrió, con la brisa enredándole el cabello.
—Y tú has despertado mi coraje. Si amar es un desafío, entonces que el amor sea mi rebelión.

El viento llevó sus palabras hasta los sauces que temblaban sobre el agua. Fue un instante eterno, suspendido en un sueño.
Pero los sueños, en la vida de Ámbar, siempre duraban poco.

A la mañana siguiente, su padre la llamó al salón principal. Estaban presentes su madre, su tío y un hombre alto, de rostro desconocido, vestido con una elegancia fría.
—Hija —dijo su padre, con solemnidad—, me complace anunciar tu compromiso con el señor Edevane.

Las palabras se clavaron como cuchillas.
Ámbar sintió cómo el mundo giraba y se detenía al mismo tiempo.
—¿Mi… compromiso? —balbuceó—. Padre, yo no…
—No hay nada que discutir —la interrumpió él—. Es un honor para nuestra familia.

Darcy no estaba allí para escuchar su silencio. Solo el eco de su propia respiración la acompañó cuando bajó la mirada, mientras un hilo de lágrimas caía sobre sus manos.
Pero dentro de ella, en lo más profundo, una voz ardía:
“Aún no está dicho el final.”

Y así, entre promesas impuestas y sentimientos prohibidos, el destino de Ámbar comenzó a escribirse con tinta de rebeldía...




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