Después de cenar, Ámbar decidió que Darcy necesitaba conocer un poco más de su mundo… aunque no estaba segura de si eso sería un error. Invitó a algunos de sus amigos a la casa, quienes estaban ansiosos por conocer al joven caballero que había cruzado siglos para estar con ella.
Darcy los recibió con una reverencia perfecta, aunque un tanto rígida, y sonrió con cortesía. Sin embargo, las risas no tardaron en aparecer: sus modales, su forma de hablar y su seriedad desentonaban con la ligereza de la compañía moderna.
En un momento, uno de los amigos, un tanto travieso, preguntó con descaro:
“Entonces, Darcy… cuéntanos… ¿cómo es tu vida… digamos… íntima? ¿Tienes pareja antes de Ámbar?”
Darcy se quedó helado por un instante. Sus ojos se abrieron y su voz sonó firme y respetuosa, con un tono que no admitía bromas:
“¡Jamás! Mi compromiso con la castidad se mantiene hasta el matrimonio. Mis afectos son sinceros, pero los actos… deben ser reservados hasta la unión formal.”
Todos los presentes estallaron en carcajadas. “¡¿Qué?! ¡Eso es tan… antiguo! ¿En serio nadie en tu siglo…?”
“¡Hasta el matrimonio! Así es como se deben preservar los valores, y así me enseñaron,” respondió Darcy con una dignidad impecable, mientras Ámbar intentaba contener la risa, orgullosa de su caballero.
Lucy, la hermana de Ámbar, soltó entre risas: “¡No puedo con él! Es como un caballero salido de un libro de historia… ¡y ahora está frente a nosotros!”
Darcy se inclinó ligeramente, aceptando las risas con compostura, aunque con una mezcla de confusión y sorpresa. “Si mis palabras provocan burla… será porque este siglo ha olvidado ciertos principios que considerábamos esenciales.”
Ámbar tomó su mano, guiándolo suavemente hacia la ventana para darle un respiro. “Déjalos, Darcy… no entienden, pero yo sí. Y eso es lo único que importa.”
Darcy la miró con ojos llenos de ternura. “Entonces… mientras tú me acompañes, Ámbar, puedo enfrentar cualquier burla, cualquier extravagancia de este siglo. Contigo, incluso lo más extraño se vuelve soportable… y dulce.”
Ese momento los unió más que cualquier gesto romántico; entre risas, incomodidades y choques culturales, Ámbar comprendió que su amor por Darcy era fuerte y resistente, capaz de atravesar siglos y costumbres modernas. Y Darcy, por su parte, comenzaba a darse cuenta de que el siglo XXI podía ser confuso y desconcertante, pero con Ámbar a su lado, podía ser un hogar...