La grieta azul resplandecía en la penumbra de la habitación, proyectando sombras ondulantes sobre las paredes. Ámbar se aferró a Darcy con el corazón latiéndole a mil por hora. De la apertura entre los tiempos emergió una figura: un hombre joven vestido con ropas elegantes del siglo XIX, empapado de sudor y pánico.
Sus ojos se posaron en Darcy, y su rostro se iluminó con un alivio casi doloroso.
—¡Sir Darcy! —exclamó jadeando—. Gracias a los cielos… lo hemos encontrado.
Darcy dio un paso adelante, tembloroso.—Thomas… ¿qué estás…? ¿Cómo has atravesado…?
—El tiempo está roto, mi señor —interrumpió el mensajero—. Castillos desvaneciéndose, carreteras que aparecen de la nada, personas que despiertan sin recordar quiénes son… ¡Mi hermano se desmaterializó frente a mí! Solo quedó su medalla en el suelo…
Ámbar sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Darcy palideció.
Thomas continuó:—Todo comenzó cuando desapareciste. La reina ha convocado a astrónomos, eruditos, sacerdotes… ¡pero nadie entiende nada! Solo una cosa es clara: usted es el punto de ruptura. El hilo maestro. Sin su presencia en nuestra época, la historia se deshilacha.
La grieta chisporroteó violentamente, iluminando el cuarto con destellos azulados.
—El tiempo colapsa más rápido conforme pasa cada hora —agregó Thomas—. Y… hay algo más.
Darcy lo miró fijamente.—Habla.
Thomas tragó saliva.—Los sabios encontraron un manuscrito antiguo, una profecía olvidada. En él se describe claramente un evento llamado “La Deriva del Caballero”. Dice que cuando un hombre de noble corazón abandone su era… dos destinos se enfrentarán.
Uno debe ser elegido. El otro será destruido.
Ámbar sintió como si le arrancaran el aire de los pulmones.—¿Qué significa eso?
Thomas miró a Darcy con tristeza.—Que no puede haber dos realidades con usted, mi señor. O regresa… y su futuro aquí desaparece.
O se queda… y nuestra época se desmorona.
Un silencio mortal llenó la habitación.
Darcy apretó los puños, luchando contra el temblor de su propia respiración.—No… no puede ser. ¡Tiene que existir otra forma!
Thomas negó lentamente.—Los sabios creen que solo hay una excepción: una forma de estabilizar las dos líneas temporales… pero requiere un vínculo poderoso entre ambas eras. Algo que pueda reducir la tensión del tiempo mismo.
—¿Qué tipo de vínculo? —preguntó Ámbar, con esperanza y miedo mezclados.
Thomas dirigió la mirada hacia ella, sorprendido.—Usted.
Ámbar frunció el ceño.—¿Yo?
—Sí —respondió Thomas, con voz temblorosa—. El manuscrito habla de una mujer del futuro, un “corazón anclado en dos mundos”. Dice que ella será la clave para sostener al caballero… o para perderlo para siempre.
Darcy tomó la mano de Ámbar, entrelazando sus dedos con desesperación.—No dejaré que te arriesgues por mí.
Ella lo miró, con lágrimas contenidas.—Ya lo estoy haciendo, Darcy. Desde el primer momento en que te quedaste conmigo.
La grieta empezó a vibrar como si respirara, creciendo y encogiéndose en un pulso irregular. Thomas retrocedió.
—No queda mucho tiempo, mi señor. El colapso podría hacerse irreversible. Usted debe decidir pronto… o la realidad lo hará por usted.
Ámbar levantó la barbilla, decidida.—¿Qué tengo que hacer para ayudar?
Thomas vaciló.—El ritual requiere que usted viaje por la grieta… solo por unos segundos. Debe tocar el tiempo del que él proviene. Si su vínculo es lo suficientemente fuerte, la línea temporal podría estabilizarse… y Darcy podría existir en ambos mundos sin destruir ninguno.
Darcy dio un paso adelante, alarmado.—¡No! ¡Es demasiado peligroso! No sabes qué podría suceder del otro lado. ¡Podrías quedar atrapada! O peor…
Ámbar lo miró con una mezcla de amor y valentía.—Darcy… he visto cómo luchas por adaptarte, cómo te rompes por dentro tratando de existir aquí sin destruir tu pasado. No puedo quedarme de brazos cruzados. Si existe una oportunidad, aunque sea pequeña… la tomaré.
Darcy la sostuvo del rostro, sus ojos brillando con dolor sincero.—No puedo perderte. Prefiero desaparecer yo antes que ponerte en riesgo.
Ella apoyó su frente contra la de él.—No vas a perderme. Te lo prometo.
Thomas observó la escena con urgencia.—La grieta está inestable. Si no actúan pronto, podría cerrarse… o tragarse esta realidad.
Ámbar respiró hondo.—Entonces lo haremos ahora.
Darcy sintió su corazón desgarrarse.—Ámbar… por favor…
Pero ella se volvió hacia él con una sonrisa suave pero firme.—Confía en mí, mi caballero. Si el tiempo me quiere a mí… yo también quiero al tiempo.
Y, sin esperar permiso, Ámbar dio un paso hacia la grieta luminosa.
Thomas estiró la mano para ayudarla, pero fue Darcy quien la sostuvo con un gesto decidido.
—Si vas tú —dijo con voz grave—, voy contigo.
La grieta rugió como si respondiera a su determinación, expandiéndose, envolviendo la habitación en un brillo cegador.