Un tonto perdido en otro mundo no piensa en como volver

cap 2 ~ Loco

Cuando Toru recobró la conciencia, lo primero que sintió fue el frío. No provenía del aire, sino de los muros que lo rodeaban: paredes de piedra, ásperas, húmedas, iluminadas apenas por un pequeño ventiluz en lo alto. La habitación no era grande, pero tampoco tan estrecha como para resultar sofocante. Aun así, la sensación era clara: estaba en un sótano.

No estaba solo.

Frente a él, observándolo con una mezcla de cautela y seriedad, había tres chicos y una chica.

El primero que llamó su atención era un hombre enorme, un verdadero muro humano. Tenía la cabeza completamente rapada, una barba densa, y la piel bronceada, tirando a roja. Un tatuaje oscuro le cubría el hombro. Su ropa parecía sacada de alguna película de vikingos, pesada y antigua. Toru calculó que mediría al menos dos metros treinta; el techo quedaba apenas a veinte centímetros de su cabeza.

A su lado estaba un chico delgado, piel muy clara y anteojos redondos. Vestía una capa oscura con capucha que le caía casi hasta los pies y llevaba un peinado prolijo, dividido al medio, como de libro. No debía pasar del 1.77.

El tercero era el más bajo. Apenas superaría el 1.70, y no había demasiado que destacar en su apariencia excepto lo más evidente: sus orejas puntiagudas y el tono de su piel, clara pero con un matiz azulado que la hacía ver irreal. Vestía ropa similar a la del grandote, aunque más liviana.

La chica, en cambio, poseía una presencia distinta. Era parecida al muchacho de orejas puntiagudas, probablemente su hermana. Tenía el cabello largo, oscuro, con un mechón suelto que caía sobre el rostro, más corto que el resto. Sus ojos eran de un rojo apagado, como brasas que ya casi no arden. Llevaba la misma capa que el chico de los anteojos. Sería de 1.58, quizás un poco menos.

Todos ellos lo observaban con la misma expresión: cautela, duda… y una tensión que Toru no sabía si era miedo o desconfianza.

El primero en hablar fue el del peinado prolijo.

—¿Cuál es tu nombre y cuál es tu intención en este reino? —preguntó con tono firme.

Toru parpadeó, todavía aturdido. Sentía un dolor punzante en la cabeza, como si alguien hubiera golpeado su cráneo contra el suelo. Apenas logró incorporarse un poco.

—…

—¿Vas a contestar? —insistió el del corte de librito.

Perdón… —murmuró Toru, llevándose una mano a la frente—. ¿Quién sos?

Yo soy el que hace las preguntas —respondió él, esta vez con un tono más áspero—. Ahora decime quién diablo sos y como apareciste de la nada.

Toru lo miró sin procesar del todo.

Ah… lo siento. Me duele la cabeza… creo que me voy a enfermar —dijo, ignorando por completo la pregunta.

El grandote dejó escapar un gruñido. Al ver que Toru no colaboraba, avanzó un par de pasos y levantó la mano, listo para golpear.

—¿Vas a hablar por las buenas o por las malas? —amenazó.

Está bien, está bien. Solo bromeaba —respondió Toru con una sonrisa débil, entrecerrando los ojos.

Respiró hondo.

Me llamo Toru. Y no tengo idea de qué pasó. Hace un rato estaba yendo a comprar algo para comer y ahora estoy acá.

El chico de los anteojos frunció el ceño.

—¿Y no recordás algo más? ¿Cómo llegaste exactamente?

Toru cerró los ojos, tratando de ordenar sus recuerdos.

Recuerdo que… estaba caminando hacia una tienda. El cielo se oscureció de repente y… desde las nubes cayó un hilo de luz. golpeando el suelo bajo mis pies y este se abrio tragandome. Y terminé acá, en un lugar que no reconozco.

El muchacho de orejas puntiagudas intervino por primera vez.

—¿De qué lugar venis exactamente?

En ese instante, Toru ya tenía una idea. No sabía cómo, pero estaba seguro de que lo habían… transportado. Sacado de su mundo.

Provengo del planeta Tierra —dijo al fin—. Estudio en la Universidad de Oxford, en Inglaterra. Me gusta la pizza y… me encanta jugar al Super Mario.

Los cuatro intercambiaron miradas.

—¿Decís “el planeta Tierra”? —preguntó el del corte de librito—. Estamos en el planeta Tierra… pero nunca escuché hablar de una tal Inglaterra. ¿Será que venís de otro universo?

Toru tragó saliva.

El chico se acomodó los lentes y continuó:

Por cierto, mi nombre es Lucas. El grandote es Kibese pronuncia Kaiv, aunque se escribe Kibe—. La chica es Selene, y él… —señaló al de orejas puntiagudas— es su hermano.

El chico asintió levemente.

Yo soy Sabo.



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En el texto hay: misterio, drama, sucesos sobrenaturales

Editado: 24.11.2025

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