Kate.
–¡Mi niña! ¿Dónde estás? –preguntó papá en un grito, llamando mi atención.
–¡Aquí en la cocina! –respondí, escuchando sus pasos más cerca, llegando a la cocina.
–¿Qué haces?
–Estaba buscando un poco de leche. ¿Pasa algo? –pregunté intrigada.
–Me preguntaba… ¿Cuándo voy a conocer al novio de mi niña?
Me reí de su pregunta, pero tenía razón, aun no conocía a Jin en persona. Llevamos unos días siendo novios oficiales, y aunque nuestra interacción no ha cambiado mucho (porque sigue llamándome ridícula y burlándose de mí en ocasiones), debo decir que es mucho más cercano y cariñoso, no de una forma empalagosa, pero si de un modo adorable y tierno que me hace suspirar y pedir más mimos.
Recordando lo que me dijo papá (luego de mi lapsus de pensar en Jin), no sé si él tenga tiempo para venir y conocer a mi papá, debería preguntarle y en base a eso, ver que se hace.
–Lo siento, papá, no creí que quisieras conocerlo tan pronto.
–Mejor ahora que nunca, ¿no lo crees? –se justificó divertido.
–Ay, papá, no seas exagerado. ¿Te parece si voy y le preguntó? No sé si tenga tiempo libre esta semana.
–De acuerdo, esperaré aquí sentado tu respuesta.
Lo vi sentarse en el sillón individual de la sala, riéndome por su actitud tan paciente. Con mi vaso de leche en la mano, fui a mi habitación, para buscar mi celular y llamar a Jin. Dejé el vaso de leche en la mesita de noche, esperando un par de tonos, hasta que Jin tomó la llamada.
–Turner, que madrugadora –se burló, haciéndome reír.
–Gracias, lo mismo va para ti.
–Estoy en la sala de paticas, haciendo algunas cosas con los chicos.
–Uh, cuanto misterio –me burlé, porque a eso me sonaba –. Si estas ocupado ahora, ¿estarás igual de ocupado más tarde?
–¿Alguna clase de invitación para mí?
–Mi papá te invita a cenar a casa, dice que quiere conocerte.
–Oh, esa es una buena invitación.
–¿Y la aceptaras? –pregunté a la expectativa.
–Claro. ¿A qué hora debo ir?
–No lo sé, le preguntaré y te mandaré una dirección. ¿De acuerdo?
–Me parece bien, y aprovechando la oportunidad de que estamos hablando, ¿cómo amaneciste?
Aw, ahora está en su faceta tierna y adorable, me siento súper afortunada ahora.
–Bien, fui por un vaso de leche, quería ver si de ese modo, se me quita el dolor de cabeza.
–¿Te sientes mal?
–No dormí mucho, y cuando eso pasa, me duele la cabeza.
–¿Sucede algo malo? Me has dicho que, por lo general, duermes muy bien –se preocupó, por lo que suspiré un poco.
–Sí, eso era antes de lo que pasó con Clayton –dije en voz baja.
–¿Tienes pesadillas?
–No sé si pesadillas, pero su recuerdo el momento, y cuando despierto, estoy asustada, nerviosa y buscándolo por todas partes, para saber si esta en mi habitación.
Sentí mis ojos humedecerse, pero no solté ninguna lagrima, sólo era la sensación que experimentaba cada vez que despertaba, como el miedo y la ansiedad hacían temblar mi cuerpo, así que me acurruqué en la cama, tratando de tranquilizarme.
–Katie, él no está ahí, no volverá a lastimarte, voy a protegerte –murmuró en voz suave varias veces, calmándome en el proceso.
–Me gusta cuando me llamas Katie.
–A mí también me gusta llamarte así, pero, ¿qué tal si hacemos trampa y nos vemos antes?
–¿Deberíamos?
–Por supuesto, así te puedo consolar de mejor modo.
–De acuerdo, me has convencido –acepté, levantándome de la cama –. Debo hacer compras para la cena, puedes ir conmigo.
–Bien, avísame donde y cuando, para salir.
–Si. Muchas gracias.
–No hay nada que hacer, recuerda mi trabajo secreto.
Reí de su comentario, pero era cierto. No lo esperaba, me gusta que quiera cuidarme, protegerme y salvarme. Me hace sentir tan segura, tan feliz, que me hace olvidar mi mala noche de sueño. Nos despedimos, quedando en que iba a mandarle mensaje de ambos eventos, así que fui a donde papá, para decirle que Jin venia esta noche, para luego, ir a cambiarme e ir al supermercado, donde vería a Jin para que me consolara, y como dije, es algo que no me esperaba, pero que me gusta muchísimo.
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–Hola, Pecosita –saludó Jin cuando me acerque a él, que estaba un poco alejado del supermercado.
Tenía una mascarilla puesta, además de la capucha de su sudadera no muy bien disfrazado, pero tampoco es que me importe que nos vean, después de todo, no estamos haciendo nada malo.
–¿Ya no soy Katie? ¿Ahora soy Pecosita? –pregunté divertida.