Un toque frío

Capitulo 3

La habitación olía a medicamentos y a lavanda, un aroma que Lucas asociaba a la enfermedad y al hospital. Un aroma que ahora le provocaba un escalofrío, como si presagiara algo terrible. Su madre yacía en la cama, con la piel pálida y los ojos hundidos, como si la vida se le estuviera escurriendo por los dedos. Un fino hilo de sudor le recorría la frente, y su respiración era entrecortada, como si cada inhalación fuera un esfuerzo titánico.

Lucas se sentó en la silla junto a la cama, tomándole la mano. Era fría y huesuda.

- Mamá. - dijo, con la voz temblorosa.
Lucía abrió los ojos, con una mirada vaga, como si estuviera perdida en un laberinto de sueños.

- Lucas - dijo, con un hilo de voz, como si cada palabra le costara un esfuerzo monumental.
Lucas le sonrió, tratando de disimular el miedo que lo invadía.

- Estoy aquí, mamá. Estoy aquí contigo.
Ella asintió con la cabeza, con una sonrisa débil, como si estuviera luchando contra una fuerza invisible que la arrastraba hacia la oscuridad.

- Me alegro.

La sensación que lo invadía era extraña, como si estuviera flotando en un mar de niebla. No era tristeza, ni miedo, ni dolor. Era algo más profundo, más inquietante. Era como si una parte de él se hubiera separado, como si estuviera observando la escena desde lejos, con una sensación de desapego.

Lucía cerró los ojos, con una expresión de dolor - Te quiero mucho, hijo - dijo, con la voz apenas audible -ven, acuestate conmigo - sonrió dulcemente, sus ojos, a pesar de su debilidad, tenían una intensidad que le causó un escalofrío.

- Estas enferma, no soy capaz de importunarte, además la cama es demasiado pequeña.

A pesar de haberle dicho eso, ella siguió insistiendo. Su voz, que antes era suave y cálida, ahora tenía un tono insistente, casi amenazante.

- Por favor, hijo. No quiero estar sola.

Sintiéndose incómodo, le dijo que lo esperara, que iba a tomar un poco de agua.

Fue a la cocina y se sentó en la mesa a tomar agua. De repente, sintió un toque frío debajo de la mesa, le tocaron la pierna. Era un toque ligero, pero lo suficientemente fuerte como para que lo sintiera hasta los huesos. Cuando miró abajo, resultó ser su madre. Su rostro, pálido y demacrado, estaba a centímetros del suyo, y sus ojos, antes hundidos, ahora brillaban con una intensidad inquietante.

- ¿Mamá? - dijo, con la voz temblorosa, un miedo helado se apoderó de él.



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En el texto hay: terror suspenso y misterio

Editado: 01.11.2024

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