Lucía falleció tres días después de que el padre la visitara. La noticia llegó como un golpe, aunque en el fondo, Lucas sabía que era inevitable.
- Mamá - dijo, con la voz temblorosa, sintiendo un nudo en la garganta.
Pero ella no respondió.
El dolor lo envolvió como una manta oscura. Era un dolor que no se parecía a nada que hubiera experimentado antes. Era un dolor que se extendía por todo su cuerpo, un dolor que le apretaba el corazón y le nublaba la mente.
¿Habría podido hacer algo más? ¿Habría podido salvarla? La culpa lo carcomía por dentro, como un gusano que se alimenta de sus entrañas.
El funeral fue un torbellino de emociones. Lucas se sintió perdido en un mar de rostros desconocidos que le hablaban de esperanza y consuelo, pero él no podía escuchar. Solo veía el rostro de su madre, pálido y sereno, como si finalmente hubiera encontrado la paz.
- No temas, hijo - dijo su tío, poniéndole una mano en el hombro - Tu madre está en un lugar mejor.
Lucas asintió con la cabeza, pero no podía creerlo. ¿Cómo podía estar en un lugar mejor si había sido llevada por esa presencia oscura? ¿Había sido una liberación o una condena?
La fe, esa fuerza que antes había sido un pilar en su vida, ahora se tambaleaba. ¿Cómo podía aceptar la muerte si no entendía lo que había sucedido? ¿Cómo podía encontrar la paz si no sabía qué había pasado con su madre?
- Ahora realmente me siento solo, tus abuelos fallecieron antes de tiempo, también tu tía. Ahora soy el único que queda - dijo su tío con melancolía.
Lucas se sintió confundido - ¿Tía?
- Sí, eras demasiado pequeño en ese entonces, pero deberías tener al menos un recuerdo de ella. Es solo que tu madre estaba en disputa con ella y nunca quiso que la mencionara delante de ti.
Parecía que era así, por alguna razón no recordaba mucho del pasado. La mayoría de los recuerdos eran borrosos, vagos, como si una niebla espesa los cubriera. Pero eso era normal, ¿verdad? Suele ocurrir que pierdes los recuerdos a medida que creces. Apenas podía divisar la figura de su padre antes del accidente, un hombre alto y corpulento que siempre lo llevaba en hombros, pero eso era normal, ¿verdad?
Sin embargo, una punzante sensación de inquietud se instaló en su mente. ¿Era realmente normal que no recordara nada de su infancia? ¿Era normal que su madre se negara a hablar de su tía? ¿Y qué era esa presencia oscura que había sentido en la casa, esa sensación de que algo lo observaba, algo que no podía ver pero que le helaba la sangre?
Sus recuerdos eran como un rompecabezas incompleto, con piezas que faltaban, y él no sabía cómo completarlo. Era como si un velo oscuro se hubiera extendido sobre su pasado, ocultando secretos que no podía recordar.