Sus últimas palabras resonaron en su mente como un eco doloroso: “Ahora puedo irme en paz, porque Dios me está esperando” Pero esas palabras eran solo una ilusión, un consuelo que su madre había tejido en su mente en sus últimos momentos. Lucas había visto la verdad, la cruda realidad que se ocultaba tras su sonrisa, una fachada que se desmoronaba ante el horror. Vio cómo era consumida por esa sombra, esa cosa oscura que emergió justo en el instante en que dejó escapar su último aliento, como un predador acechando a su presa en la penumbra.
- ¿Me estoy volviendo loco? - se preguntó, sintiendo el sudor frío recorrer su frente, como si cada gota llevara consigo un fragmento de su cordura - ¿Fui el único que presenció eso? - La angustia lo invadía, como si una mano invisible le apretara el corazón, y el aire se volvía más denso con cada pensamiento. Cada vez que cerraba los ojos, la imagen de su madre luchando contra esa entidad se proyectaba en su mente, un recuerdo que se negaba a desvanecerse.
- ¿Por qué nadie más vio lo que yo vi? - La soledad se cernía sobre él como un manto pesado, dejándolo atrapado en un abismo de dudas y temores.
- Si tan solo pudiera entender… - dejó escapar, su voz apenas un susurro, quebrada por la desesperación - ¿Qué era esa cosa? - La pregunta lo atormentaba, girando en su mente como un torbellino. ¿Era un testigo de lo sobrenatural o simplemente un hombre desgastado por el dolor que comenzaba a perder la razón? La línea entre la realidad y la locura se desdibujaba, y en su pecho, una inquietante sensación de desasosiego se aferraba como un parásito.
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Subió al avión, consciente de que debía regresar antes de que pasara el tiempo acordado. Mientras hacía la fila, una mujer tropezó con él, su figura se tambaleó brevemente. Era de estatura media, vestía una blusa blanca que contrastaba con sus pantalones negros, y un sombrero que le daba un aire de misterio.
- ¡Disculpa! Lo siento de verdad - exclamó, sonriendo suavemente, sus ojos brillando con una chispa de calidez. Su cabello negro y corto se balanceó con el viento, como si la brisa misma la saludara.
- Está bien, no hay problema, pero ten más cuidado - respondió él, intentando ocultar su sorpresa ante la inesperada interacción.
Ella se cubrió la boca mientras se reía, un sonido ligero y contagioso que resonó en el bullicio del aeropuerto. Luego, con un gesto despreocupado, se alejó, dejando tras de sí una estela de fragancia floral.
La fila siguió avanzando, pero Lucas sintió que algo en el aire había cambiado. Un hombre detrás de él, con una ceja levantada, lo miraba con una mezcla de curiosidad y desconcierto.
- ¿Qué ocurre? - preguntó Lucas, sintiéndose un poco incómodo.
- ¿Con quién hablabas? - inquirió el hombre, su voz teñida de incredulidad.
Lucas lo miró extrañado, tratando de comprender la situación - Con la joven que tropezó conmigo.
- No había nadie - El hombre se encogió de hombros, su expresión se tornó aún más confusa. - Empezaste a mirar a la nada y hablar solo.
Al decir esto, Lucas miró a su alrededor y se dio cuenta de que más de una persona lo observaba con incomodidad, sus miradas llenas de juicio y sorpresa.
Parpadeó, sintiendo que el aire se volvía denso a su alrededor. ¿Qué está sucediendo? La pregunta lo asaltó como un rayo, y una inquietante sensación de desasosiego se apoderó de él. ¿Acaso había imaginado a la mujer?