- ¿Mamá? - dijo Lucas, su voz temblorosa como una hoja al viento. Un miedo helado se apoderó de él, como si el aire mismo se hubiera vuelto denso y frío.
Ella sonrió, pero su sonrisa era una máscara vacía, una sombra que no iluminaba sus ojos oscuros.
- ¿No te alegra verme, hijo mío? - preguntó, su voz distorsionada, como si emergiera de las profundidades de un abismo. Era áspera y ronca, un eco de algo que había sido, pero que ya no existía.
Lucas se levantó de golpe, retrocediendo hacia la pared, su corazón latiendo con fuerza en su pecho.
- ¿Quién eres? - inquirió, apenas audible, cada palabra un susurro temeroso.
La figura de su madre se desvaneció lentamente, dejando un rastro de frío en el aire, como un suspiro helado que se deslizaba por su piel.
Lucas se quedó mirando la silla vacía, su mente atrapada en un torbellino de confusión y terror.
"Despierta"
Cuando abrió los ojos, su frente empapada de sudor, luchando por recuperar el aliento, la realidad lo golpeó con la fuerza de un trueno.
Las pesadillas comenzaron poco después del funeral. Eran vívidas, aterradoras, siempre protagonizadas por una mujer que se parecía a su madre, pero con una mirada oscura y fría que le helaba la sangre. La sensación de que algo lo seguía era persistente, como una sombra que se extendía sobre su vida, susurrándole secretos inconfesables.
Lucas no podía explicarlo. Había sido un hombre práctico, un hombre de ciencia, pero ahora se encontraba frente a un misterio que lo desbordaba.
- ¿Qué está pasando? - se preguntaba, sintiendo un nudo en el estómago que parecía apretar cada vez más.
Intentó encontrar una explicación lógica. Tal vez era el estrés, la culpa, el dolor por la pérdida de su madre. Pero las pesadillas eran demasiado reales, demasiado vívidas, como si el velo entre los mundos se hubiera rasgado.
- Necesito respuestas - se dijo, su voz temblorosa resonando en la penumbra de su habitación.
Empezó a investigar. Leyó libros sobre el más allá, sobre el mundo espiritual, sobre fenómenos paranormales. Buscó en internet, devoró foros, contactó con expertos en ocultismo, cada palabra una chispa en la oscuridad.
- ¿Habrá sido ella? - se preguntó, el corazón latiéndole con fuerza en el pecho. ¿Habrá sido esa presencia oscura la que la llevó con ella?
Una tarde, se encontró con un hombre que decía ser un médium. Era un hombre de aspecto peculiar, con una mirada penetrante que parecía ver a través de su alma y una voz suave que susurraba secretos olvidados.
- He sentido una energía oscura en tu casa - dijo el médium, sin que Lucas le contara nada, como si las paredes mismas le hubieran hablado.
Lucas se quedó atónito, el asombro y el miedo entrelazándose en su pecho.
- ¿Cómo lo sabe? - preguntó, su voz temblorosa, cada sílaba cargada de incredulidad.
- Lo siento - dijo el médium, con una sonrisa enigmática que no alcanzaba a iluminar su mirada - Puedo sentir las cosas.
Lucas le contó su historia, sus pesadillas, su miedo, cada palabra un ladrillo en la construcción de su angustia. El médium lo escuchó con atención, sin interrumpirlo, como un confesor ante un penitente.
- Tu madre no está en paz - dijo finalmente, su tono grave como un tambor en la distancia - Algo la está reteniendo.
- ¿Qué puedo hacer? - preguntó Lucas, su voz llena de desesperación, como si cada palabra fuera un grito en la oscuridad.
- Debes encontrarla, debes liberarla.
El médium le dio una dirección, sus ojos fijos en los de Lucas, como si intentara transmitirle una chispa de esperanza.
- Ve allí. Tal vez encuentres respuestas.
Lucas se fue con la sensación de que había encontrado un rayo de esperanza en medio de la tormenta. Tal vez, solo tal vez, pudiera liberar a su madre de esa oscuridad que la retenía, de la sombra que ahora lo perseguía.