Me recuerda a todos los pasillos que he recorrido en esta competición. Un pie delante del otro, una huella más que dejo en este lugar. No esperaba unas instalaciones tan complejas, como un nido de hormigas para personas, especialmente con los rumores de la escasez de fondos, que impiden la reconstrucción de las ciudades.
¿Verdad?¿Mentira?
Dudo de todo, menos de que el acero mata y el sol quema.
Llevo la frase grabada en la piel, literalmente. Una marca hecha con una aguja al rojo vivo. Mi madre no quería que la olvidase.
A veces me cuesta saber cual de tus progenitores es peor.
Por qué elegir cuando los tienes a los dos en cantidades mayores que el optimismo.
Y hablando del rey de Roma...
Por la puñetera puerta al final del pasillo se asoma.
No he olvidado su rostro, lo veo cada mañana en el espejo. Pero menos he olvidado sus manos. Casi siento el fantasma de la sangre recorrer mi espalda.
- Buenos días a los tres. Soy Brand Hansen, vuestro entrenador.
Isak y yo hacemos una mueca mal disimulada. Segundo dèja vu de la mañana/tarde/yo qué sé estamos bajo tierra y el único reloj que tengo son los latidos de mi pobre corazón.
- ¿Entrenarás a los cincuenta? - mi miedo puede quedarse tan hondo dentro de mí como yo respecto del exterior. Es mi padre.
- No. Cada habitación tiene asignado uno. Las cinco primeras a las espadas de los ministros. No me has decepcionado, hija, te mereces a un buen apoyo y no alguien como el resto de los entrenadores.
Su arrogancia estaba justificada, aunque tan irritante...
Fue a hablar la más indicada.
No es cierto.
Dudo de todo, menos de que el acero mata y el sol quema.
¿Qué dijimos de usar mis propias palabras contra mí?
No son tuyas.
Mis discusiones internas son malas. Mi situación exterior, peor.
Veo a mi padre agarrar con galantería una mano a Zari y besársela. ¿Como podía fingir ser un caballero? Su mayor cortesía solía ser una muerte rápida.
- Pasad, pasad. El trabajo comienza. Sé que mi hija y su amigo son buenos, le doy mi más sincera enhorabuena a quién les enseñó. Es decir, a mí. No obstante, la otra señorita requiere ahora toda mi atención. Podéis ir haciendo uso de la sala de entrenamiento mientras yo le enseño un par de trucos - me guiña un ojo y contengo mis ganas de vomitar.
¿Es qué todos tiene que coquetear con la de Negro? Es preciosa, pero muy joven para Brand.
Mi enfado se esfuma en cuanto me detengo a examinar la habitación.
Es mejor que la de casa, incluso. Blancos para cuchillos y flechas o para diversas armas de fuego; espadas, dagas, puñales y todo tipo de armas blancas ordenadas en la pared según su tamaño y la anchura de su hoja; una colchoneta para el combate cuerpo a cuerpo y una mesa con diversos tipos de venenos. Todo ello de aspecto lujoso, aunque con manchas de sangre que nadie se ha molestado en limpiar tanto como el suelo, que brilla casi como los ojos de Zari al encontrarse con el último elemento de la estancia.
Una estantería con unos cinco o seis libros. Pocos, pero de buena encuadernación y prometedores títulos sobre la historia de este lugar.
No puedo evitar quedarme atontada mirándola. Es tan tan transparente en sus expresiones y a la vez oculta tantos secretos que es digno de admirar. Como su piel bronceada y sin ningún tipo de imperfecc...
Su muñeca está descolorida allí donde la agarré hace unas horas.
Vaya. Por lo menos se toma en serio su trabajo.
Iba a acercarme a hablar con ella, pero este nuevo detalle me hace comportarme como una niña con un berrinche. Avanzo hacia los cuchillos y los lanzo con más fuerza que acierto contra el blanco de madera. Noto a Isak detrás de mí, tan silencioso como un fantasma.
Últimamente se está comportando más como un guardaespaldas que como un amigo y me preocupa que sea por lo sucedido la noche anterior.
- Lanzando la piedra y escondiendo la mano, ¿verdad?
Vale, tal vez no haya sido muy sutil. ¿Dónde está mi habitual frialdad?
- Lanzando cuchillos y escondiendo emociones, ¿verdad?
- Puede. Pero quiero proponerte algo. No hace falta que seas tan sincero como anoche, solo... no me mientas.
- ¿Qué es? - sus comisuras comienzan a elevarse y sus ojos se entrecierran con felicidad.
- Zari está espiando, ¿por qué no hacer nosotros lo mismo? Sobre todo con tu habili... - una mano callosa se encuentra con mi boca.
- No es la única que espía por aquí, empezando por tu padre.
- De acueeerdo. ¿Aceptas?
- Claro que sí.
- Pues comentémoselo a ella.
- ¿Cómo? - lo dice un poco fuerte para mi gusto y mi padre gira su cabeza hacia nosotros, con ademán no muy amigable.
- Si queríais cotillear podrías haberos apuntado a un club de té. A mover esos músculos.
Que... benigno.
Si fuera en casa me habría azotado. A lo mejor ha entendido lo que le dije cuando me fui, hace pocos días. La esperanza brota, tímida, en mi pecho.
Una segunda mirada del sujeto la extingue momentáneamente.
Isak coge cuchillos y lanza a mi lado mientras susurra:
- ¿Eres suicida?
- Quiero confrontarla, decirle lo que sabemos como si no me importara, quiero que se confíe para poder beneficiarnos todos, Isak. Es lista y tiene menos instinto de supervivencia del conveniente.
- No voy a contarle lo mío - su tono es tajante.
- Lo sé. Será ella la que se abra en canal.
- Tu sonrisa me acaba de aterrorizar, Hed.
Cuando estás feliz suele ser malo para el resto.
- No te preocupes. Pero el plan es bueno, ¿eh?
No es ni siquiera un plan completo, pero pocas cosas me emocionan tanto como organizar, calcular, mover, manipular y...
ganar.
Todas mis extremidades se relajan ante la perspectiva de poder empezar a jugar al fin. Mi muñeca se suelta y comienzo a dar en el blanco.