Un trato con el diablo

Juguemos al gato y al raton

Mi vida en mi país, mi hogar, mi burbuja… era tan pacífica, todo era feliz. Hasta que todo empezó a derrumbarse, como jugar a la lotería con el billete ganador y perderlo todo. Mi madre, Lorena, y mi padre, Andy, solían tener varios problemas debido a las infidelidades de mi padre con cada mujer que se le cruzaba. Todo empezó a desmoronarse a pasos agigantados, a cambiar, hasta que mamá se casó.

Con un italiano bastante adinerado. Las disputas legales fueron bastante fuertes. Al final, terminé quedándome con papá porque Alejandro Bicheyerd no soportaba a los niños. El tiempo pasó y papá se volvió a casar con una nueva mujer. Y como era de esperarse, ella no quería a la hija de la ex de su esposo.

Me envió a Italia con mamá. La mayor traición que pudo hacerme ese viejo tonto y desgraciado. Su nueva esposa era una bruja manipuladora. Sabía que si seguía allí, la mataría tarde o temprano. Me tenía harta, y no era un secreto.

No me sorprendía este lugar, venía todas las vacaciones, pero nunca —¡nunca!— pensé encontrarme a un hombre tan guapo… y menos, intentando infiltrarse en la casa de mi padrastro. Por mi habitación, precisamente. Él tenía varias empresas y enemigos. Negocios que no me huelen nada bien.

Ese sexy y guapo desconocido, de cabello castaño con un tono rojizo, me dejó sin todo… menos la dignidad.

Dolce delle api, silenzio —"Dulce abejita, silencio". Un apodo un tanto vergonzoso... hasta que vi mi pijama favorito de abejitas.

Le respondí con molestia. Este hijo de puta...

No pensé que ese hombre hablara español, pero para mi desgracia —o fortuna—, lo hizo. Rozó suavemente mi cuello, y mi rostro formó una mueca de disgusto.

Non sono un’ape.
—No soy una abeja.

Amore mio, las diosas no dicen groserías.

Una suave sonrisa se formó en mi rostro. Me llamó diosa. Golpeé mi frente en señal de reprimenda. Estúpida… estúpida... este tipo habla español. Oh, Dios.
Mi mirada se posó en su rostro, tan espectacularmente hermoso, tan sexy.
Su mirada se posaba en mi cuerpo sin parar.

Sus ojos, lujuriosos, me encantaban. Su cuerpo sudado me llamaba.

Sin muchas explicaciones, colocó una bolsa en mi cabeza. No me preocupé por cómo salimos de la mansión, ni por las innumerables veces que cambiamos de auto —un Supra y varios más. El camino era largo. Tanto por el ambiente como por el clima, sabía que estábamos lejos de la ciudad… quizás en un bosque.

Esto era más que divertido. Su voz ronca y profunda me gustaba bastante. Sin más que pensar en cómo diablos saldría de allí, empecé a estudiar la casa. Era sencilla: un segundo piso, quizás cinco o seis habitaciones. Tomando en cuenta los baños, no tenía muchas opciones, pero sabía que no sería fácil escapar.

No vi bien el rostro del hombre guapo debido a la oscuridad, pero su atractivo físico era evidente. Imaginen ser secuestrada por un feo, pero con cuerpo de dios griego… Bufé con disgusto solo de pensarlo.
Tenía ganas de llorar. Estaba atada, pero no me preocupaba eso.

No tenía miedo del sexy secuestrador. Instintivamente, me mordí el labio, excitada. Una sonrisa se formó en mi rostro.

Más bien él tendría que tener miedo de mí.

La gente normal diría: “¿Quién estaría excitada en una situación así?”
Pero yo no soy normal.
Soy rara.
Leo puro dark romance…
Y pensar en vivir uno me hacía inmensamente feliz.

Pensé, algo agradecida con el destino: Si mi amiga Briana se enterara de esto, moriría de envidia.
Pero este no era momento para pensar en eso.
Esto no es un juego.
No sé lo que esta gente en verdad quiere.
¿Acaso estos tontos creen que soy hija del hijo de puta de Alejandro?
O como sea que se llame ese maldito… gruñí en voz alta. Sabía que en esa habitación había bastantes cámaras. Cuatro, una en cada esquina.

Si estos idiotas creen que le sacarán dinero a ese viejo zorro, están equivocados.
Pero mi mente no estaba enfocada en escapar.
Yo solo quería atrapar a ese guapo y sexy cuerpo.

Con voz suave pero provocadora, grité, sabiendo que el guapo me estaba escuchando desde hace rato. Mi tono llevaba un ligero coqueteo.

Sin más tiempo que perder, me prometí a mí misma conseguir lo que quería.

Y lo que quiero es al guapo ladrón.

—Oye tú… guapo desconocido, no te hagas el tonto conmigo. Sé que sabes español. Ven… vamos a jugar al gato y al ratón.
Ven a jugar conmigo, sexy ladrón…

Mi suave risa resonó. Sabía que a él también le divertía. Detrás de esa pantalla, lo vi en sus ojos.

Juguemos al gato y al ratón, amore mio… —susurré, sabiendo que claramente vendría.
Y eso es justo lo que tanto anhelo.

Atraparlo… y tomarlo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.