Grecia
Las semanas pasan, finalmente el abogado y el detective han encontrado las pruebas suficientes. Muevo mi pierna mientras espero a que lleguen con la orden del juez. Mi corazón late rápidamente sintiendo que en pocos minutos todo explotaría. Escucho los pasos de Anna y alzo mi mirada. Me pongo de pie inmediatamente y me acerco a ellos.
-Todo está listo- dice.
Asiento y caminamos juntos. Nick abre la puerta del auto y entro. Anna sigue mi movimiento. Comienza a manejar siguiendo el auto del abogado, detrás de nosotros iba el detective. Mi mano empieza a temblar y mi respiración se vuelve entrecortada.
-¿Se encuentra bien, Señorita Scott?- cuestiona Anna preocupada.
Asiento. El camino se pasa lentamente, el miedo se apodera de mí. Un gran edificio aparece frente a nosotros y el auto estaciona. Respiro profundamente y acaricio el collar que me regaló mi padre. Nick abre la puerta y salgo. Anna se coloca a mi izquierda y el abogado junto con el detective a mi derecha. Caminamos juntos, mis pasos son seguros. Las puertas se abren. Continuamos caminando ignorando a las recepcionistas.
-Deténganse. No pueden pasar- gritan los encargados de seguridad.
-¿Dónde está el señor Monteverdi?- cuestiono interrumpiéndolos.
-El señor se encuentra en una junta de directivos, no puede interrumpirlos- responde una de las recepcionistas.
-Creo que no sabe quién soy- me quito mis gafas de sol y veo a la señora temblar. –Ahora preguntaré de nuevo, ¿dónde está el señor Monteverdi?- los guardias sueltan a mis acompañantes y la recepcionista comienza a caminar.
Seguimos sus pasos y abre una gran puerta de madera. Detengo mis pasos y respiro profundamente. Entro y todos dejan de hablar. Mis pasos resuenan hasta el rincón más oculto de aquella habitación.
-Señor Monteverdi- sonrío.
-¿Quién la ha dejado entrar?- cuestiona molesto.
-No se preocupe por quién me dejó entrar, preocúpese por quién me acompañará cuando salga- respondo.
-¡Seguridad!- río.
-Señor Monteverdi, hagamos esto rápidamente- me acerco a él. –Detective Smith, continúe por favor-
-Señor Monteverdi, queda arrestado por corrupción, extorsión, robo e intento de asesinato. Tiene derecho a guardar silencio, cualquier palabra que salga de su boca, puede y será usada en su contra- camina hasta él y coloca sus manos en su espalda.
-Esto es un error, ¿acaso creerán en las palabras de una niña que aprendió de negocios en la escuela?- intenta soltarse de su agarre.
-Se equivoca, señor Monteverdi. Estudio Ingeniería en la Universidad, negocios aprendí de mi padre- respondo.
Respiro profundamente cuando veo cómo se llevan al responsable de que mi padre esté en coma. Anna se acerca a mi lado y me rodea con sus brazos. Una paz regresa a mí, pero sigo sintiéndome vacía. Salimos de aquel horrendo lugar. Nick maneja rumbo al hospital y luego de unos minutos llegamos. Bajo del auto y camino hacia la habitación de mi padre. Mi madre se encuentra dormida sujetando su mano. Sonrío ante la escena.
-La justicia comienza a llegar- susurro.
Me acerco y besó la frente de mi papá. Camino hacia la cafetería y compro unos bocadillos para mi madre, regreso y ella se encuentra sentada. Le tiendo la comida y ella lo acepta.
-Lamento mucho que tengas que pasar por estas cosas, eres tan sólo una niña- la abrazo.
-Está bien, me alegra apoyarte a ti y a papá- comienza a sollozar y acaricio su cabello.
-No tienes que sufrir esto sola. Yo puedo ayudar también- en ese momento sé que Anna ya le contó todo.
Recibo un mensaje de Étienne, pidiendo verme. Respondo aceptando su invitación y me ducho. El agua cayendo por mi cuerpo logra relajarme y siento un peso menos sobre mis hombros. Gracias a K.H. logré sobrellevar esto. Salgo y me coloco ropa un poco más casual. Me maquillo naturalmente y dejo mi cabello húmedo. Camino por los pasillos de casa y veo a Nick cenando con la cocinera, sonrío.
-Saldré un momento- digo.
-¿Necesita que la lleve a algún lugar?- cuestiona poniéndose de pie.
-No te preocupes, Étienne vendrá por mí- él asiente.
Veo un lujoso auto estacionado frente a mi casa y me acerco. El francés baja y abre la puerta para mí. Entro y me coloco el cinturón. El camino se hace corto, estaciona frente a un restaurante de comida oriental y sonrío ampliamente.
-Tu madre me comentó que eres fan de las culturas orientales, así que quise traerte a cenar esto- sonrío.
-Es un gesto muy tierno de tu parte, gracias- respondo.
-Tú vales todo- contesta.
La cena pasa tranquilamente y siento su mirada en mí. Terminamos de comer y luego de pagar la cuenta salimos del restaurante. El viento frío de la noche nos envuelve y siento mi cuerpo estremeciéndose. Me abrazo y siento una cálida tela cubriendo mis hombros. Reconozco el abrigo que el francés usaba y lo volteo a ver.