Grecia
Mi corazón late rápidamente, el miedo me invade y no tengo idea de qué es lo que haré. Me ha sido imposible cerrar mis ojos durante toda la noche, lo único en mi mente es aquel mensaje. Observo la hora y sé que mis padres ya se han ido a la empresa. Me levanto y camino al baño, quito mi ropa y abro la ducha, entro y me estremezco al sentir el agua fría. Mis costillas aún dolían un poco y me costaba ducharme a la misma velocidad que antes. Cuando termino, escojo mi ropa. Un pants deportivo holgado, con una sudadera hasta mi ombligo y unas zapatillas deportivas, todo color negro con detalles blancos. Tomo mi teléfono, unas gafas de sol y bajo las escaleras.
-Desayunaré fuera- digo a la señora del servicio.
Salgo y subo a mi auto. Manejo rumbo a una cafetería no tan conocida, un lugar al que suelo ir cuando no quiero que alguien me reconozca. Estaciono y bajo del coche. Entro al pequeño establecimiento y me siento en una de las mesas del fondo. La mesera llega y pido mi desayuno, un capuchino y una rebanada de pay de queso. En un par de minutos, la misma camarera trae lo ordenado.
-Gracias- digo y ella se va.
Apenas y soy capaz de comer, mis manos tiemblan esperando un mensaje de aquella persona. Bloqueo mi teléfono y observo a las personas que pasan, por la gran ventana. La mayoría de las personas son mayores y me parece tierno observarlas tomadas de las manos.
-Casi no logro reconocerte- escucho una voz que me regresa a la realidad.
-Ese es mi objetivo al venir a este lugar- respondo.
-Ha pasado un tiempo- sus ojeras habían desaparecido y ahora estaba más musculoso.
-Tienes razón, Keith- sonrío.
Veo la silueta de Hamilton alejándose del local y el miedo regresa a mí. Muevo mi pierna hasta que el sonido de mi celular llega a mis oídos. Con mis manos temblorosas lo desbloqueo y leo el mensaje.
A partir de este momento harás todo lo que te diga o alguien importante para ti, morirá.
Mi corazón late rápidamente. Pago la cuenta y salgo de ese lugar. Subo a mi auto y coloco la dirección que me han dado en el GPS, comienzo a manejar siguiendo las instrucciones de aquel aparato. Estaciono frente aquel local abandonado y coloco mi teléfono en la guantera. Respiro profundamente esperando a que aparezca el coche que describió en el mensaje. Cuando lo veo a lo lejos, bajo del auto. Aquel hombre con el rostro cubierto revisa que haya cumplido con el trato y me venda los ojos. El olor a tabaco se hace presente y mi estómago se revuelve. Maneja durante aproximadamente 15 minutos y para. Me saca del auto y comienza a empujarme.
Siento el roce de algunas plantas silvestres, lo cual, significa que es un lugar no muy concurrido. El viento se hace más frío y casi puedo asegurar que el cielo se ha nublado. El suelo cambia a uno de concreto y se detiene.
-Quítenle la venda- escucho un grito.
La luz hace que cierre mis ojos hasta que me acostumbro a ella. Observo el lugar y hay tres hombres vestidos de la misma manera que el que me trajo. Mi corazón late deprisa, pero me mantengo tranquila.
-El jefe ya viene- dice uno de los hombres.
Giro mi cuerpo y veo a un hombre con un traje elegante y unas gafas de sol, detrás de él vienen tres personas. Llegan a dónde estamos y se quita los lentes. Quiero gritar cuando reconozco a esa persona.
-Hola, Grecia- mi nombre en sus labios suena repugnante.
-Señor Monteverdi- respondo.
Entonces se hace a un lado, había otros dos hombres vestidos de la misma manera, en medio de ellos estaba una persona con el rostro cubierto por una tela. Mi mente reconoce aquella silueta, pero mi razón dice que no podría ser. Entonces, quitan ese trozo de tela y mi corazón se oprime. Su rostro cubierto de moretones y heridas. Siento mis ojos llenándose de lágrimas.
-Desde aquel día en que interrumpiste mi reunión, con esa actitud altanera y egocéntrica, juré que me vengaría- contengo mi respiración cuando se acerca a mí. –Eres igual a tu padre, Grecia y no es un halago. Creyéndose tan inteligente, tan superior, cuando lo único que tienen es suerte- acerca un cuchillo a mi cuello y me estremezco.
-Mantenerme retenido durante meses sólo incrementó mi sed de venganza. Mientras el abogado intentaba sacarme de aquella cárcel pensaba en mil maneras para lastimarte. ¿Cómo pudo una niñita descubrir lo que hice? Me centré en salir de ese lugar y cuando lo logré, me mantuve cerca de ti. Siguiendo cada uno de tus pasos. Tu padre estaba vivo, quería lastimarlo, pero sería mejor hacerte daño a ti, así él también sufriría. Miles de pensamientos llegaron a mi mente, pero nada me convencía. Comenzaste a salir con un actor, Keith Hamilton, pensé que si lo dañaba a él sufrirías, pero no lo querías en verdad. Necesitaba encontrar a alguien más cercano. Pensé en Kendall Moore, pero tenías que distanciarte de ella y arruinar mis planes. Luego, siguieron la pareja de franceses, pero era imposible que permanecieran en un solo lugar. Entonces, vi un periódico de hace cuatro años, esa mirada. Todo era perfecto. Un día mis investigadores me dijeron que Andrea Williams pasaría las vacaciones aquí, que volvería de Inglaterra y todo lo siguiente, es historia- roza aquel metal por lo ancho de mi cuello.