A lo lejos puedo escuchar mi teléfono sonar. Sin abrir los ojos extiendo mi brazo para tratar de alcanzarlo y contestar la llamada. Muevo la mano de un lado a otro sin encontrar nada. El teléfono se sigue escuchando y ya más despierta recuerdo que lo había dejado en la sala, dentro de la cartera.
Me levanto con pereza y salgo de mi cómoda cama para contestar la llamada, voy al sofá alcanzando la cartera y saco el teléfono, miro la pantalla apareciendo como remitente mi mamá.
"Hola mamá" contesto rápidamente.
"Elizabeth! Hola cariño, pensé que estabas dormida" dice mamá animadamente.
"Lo estaba" digo honestamente.
"¿Te fuiste tarde a dormir?" pregunta.
"Sí. Anoche salí con los chicos y llegué tarde a casa" le respondo.
"¿Conociste algún chico? Mira que ya quiero nietos y..."
"Mamá" detengo quejumbrosamente su charla "No otra vez. No deseo escuchar eso tan temprano"
"Está bien" contesta "En fin. No era para eso que te llamaba. ¿Vendrás hoy a visitarnos, cierto? Te estaremos esperando para el almuerzo"
"Sabes que sí. Ayer te dije que iría" le digo.
"Perfecto! Entonces te esperamos. Te amo" dice alegremente como una niña.
"También te amo" me despido colgando la llamada.
Miro el reloj y apenas son las 9:30 am. Es temprano aún, tengo tiempo para dormir un poco más, todavía tengo sueño. Antes de regresar a la habitación voy a la cocina por algo de agua, tomo un vaso y abro el grifo para satisfacer mi sed. Dejo el vaso en la encimera dispuesta a irme a dormir de nuevo.
Cuando estoy por entrar a la habitación, algo hace que me detenga en mis pasos, dejándome totalmente paralizada. Si segundos antes estaba soñolienta, ahora estoy completamente despierta gracias a ese algo, o mejor dicho, a ese alguien.
Allí en mi habitación, justo frente a mis ojos, sentada de piernas cruzadas en mi cama y con las manos apoyadas hacia atrás, estaba una mujer.
Una mujer!
En mi departamento!
En mi cama!
¿Qué rayos?
Me está mirando fijamente.
Mi cuerpo se encuentra entumecido y mi cerebro parece no querer funcionar en estos momentos.
Ella seguía mirándome y yo seguía sin reaccionar.
"Hola!" dice la intrusa mostrando una enorme sonrisa.
El escucharla hace que mi cuerpo y mente reaccionen soltando un fuerte grito.
"Ahhhh!" grito con espanto.
Ante mi frenético grito, la intrusa da un leve brinco y se levanta de la cama como un resorte.
Retrocedo aterrada.
"¿Quién eres? ¿Cómo pudiste entrar?" pregunto nerviosa, apuntándola con un dedo.
La mujer misteriosa se acerca a mí "Oye, cálmate. Parece que te va a dar un paro cardiaco"
"Hay una desconocida irrumpiendo en mi casa ¿Cómo pides que me calme?" grito histérica "¿Cómo entraste? ¿Qué quieres? Dios mío! Debo llamar a la policía"
"No puedes llamar a la policía" dice poniendo los brazos en su cintura de forma relajada.
Veo como ella me sonríe tranquilizadoramente, soltando un suspiro e intentando acercarse a mí.
"No te me acerques! Te estoy preguntando quién eres y qué estás haciendo aquí" Pregunto aún más nerviosa "Por dios! No, no, no. Vienes a matarme ¿cierto? ¿Estás aquí para asesinarme?... Tengo que llamar a la policía. Necesito llamarlos. ¿Dónde está mi teléfono?" mi voz se alza unas octavas más.
"Wow. ¿Es enserio? ¿Asesinarte? Creo que estás viendo mucho Investigation Discovery" Suelta una risa ante su comentario, como si todo le resultara muy gracioso "Sé que esto te parece extraño, pero solo quiero conversar contigo. Déjame presentarme y así poder explicarte" Vuelve acercarse a mí.
"No te acerques" sigo gritando "No tienes nada que hablar conmigo. Con quien tendrás que hablar será con la policía. No sé qué es lo que quieres de mí, ni siquiera te conozco."
Al fin encuentro mi teléfono y marco el 911 con manos temblorosas.
"Dios! Esto resulta ser más difícil de lo que creía" susurra para ella misma pero con su cercanía pude escucharla "No deberías llamar a la policía, confía en mí. Si los llamas no te van a creer"
"Estás enferma" digo asustada.
"Solo te digo la verdad" dice tratando de tocarme.
Al verla levantar la mano, grito "No me toques!"
Intento empujarla en modo de defensa para tratar de huir pensando que me iba a golpear o hacer algo.
Pero algo extraño sucede. Algo muy bizarro.
Cuando extiendo los brazos para empujarla y hacerla a un lado, en vez de que mis manos colisionen con su cuerpo, es mi propio cuerpo el que atraviesa el de ella, como si de una imagen retro proyectada se tratara.
Un escalofrío corre por toda mi espina dorsal.