Un último latido

Capítulo 3

7:30 a.m. Suena la alarma. Al despertar me quedo mirando los arboles mecerse al compás de viento. Pasan unos segundos y bajo a la sala aun con el sueño pegado a los ojos.

— ¿Quieres algo de desayunar? —pregunta mi abuela en cuanto me ve.

— No, abuela. Estoy bien, gracias.

La voz de mi padre se suma desde la cocina.

— Hola, cariño —me dice, estirándome las mejillas como si aún tuviera cinco años—. ¡Suegra! Yo sí quiero desayuno.

— Perfecto, dime qué les preparo — Molly en seguida se acerca a la cocina

— Para mí está bien así. Voy con el abuelo —digo, tomando el celular y saliendo corriendo mientras ambos me pedían que comiera algo.

Caminé rápido, con la cabeza llena de pensamientos. Solo quería encontrarlo... pedirle disculpas. Al llegar a la biblioteca, encontré a mi abuelo solo.

— Buenos días, ¿cómo amaneció el mejor abuelo del mundo?

— Muy bien, y tú, ¿qué haces aquí tan temprano?

— Ya sabes que siempre vengo.

— Sí, pero no a esta hora. Él no vendrá hoy. Me ayudó a abrir hace un rato.

— ¿Él? ¿Te refieres a...?

— Muchachita, soy viejo mas no tonto. Pero sé que estará en el teatro. Yo jamás dije nada –se levanta y hace que acomodara libros

— ¡Eres increíble!

Salí directo al teatro. Mientras caminaba, mis manos empezaron a sudar. El corazón me latía tan rápido que parecía gritar. Empujé la puerta, entré y recorrí unas cortinas. Solo había objetos viejos, cosas del teatro y la antigua iglesia. Pero entonces, escuché una melodía... música clásica.

Seguí el sonido. Abrí la puerta del estudio.

Pinturas. Decenas de ellas. Lobos, caballos, paisajes... una belleza imposible de ignorar. Y entre todas, ahí estaba él.

— ¿A quién tenemos aquí? Se extravió –me interroga con un rostro seria y alzando una ceja.

— Lo siento, solo... quería...

— Tranquila, no pasa nada. Solo dime, vienes a decirme lo guapo y seductor que te parezco. –Luka mantiene su postura seria y desafiante, logrando ponerme más nerviosa de lo que estaba.

— ¿Qué? ¡Estás loco! Ni siquiera sé por qué estoy aquí.

— Vamos, Aliss, sé que te gusto. Ni lo disimulas.

Se acerca tanto que me es imposible no mirarlo, lo confronto finalmente sosteniéndole la mirada, pero me pierdo entre sus espesas pestañas y en esa cicatriz de su ceja.

— ¿Tú? Jamás me gustarías. No eres mi tipo.

— ¿Cómo es tu tipo entonces?

— Menos dark y menos rebeldes

— Y supones que soy dark ¿por?

— Por cómo te ves. No me gustas y punto.

— Estoy seguro de lo contrario... y puedo probarlo.

Esas últimas palabras me dejan sin saber que decir por varios instantes.

— ¿Ah, sí? Pues muéstrame las pruebas.

Luka se acerca tanto a mí que siento su respiración quemando mis mejillas, una de sus manos toma mi cintura y la otra mi cabello. Cuando me doy cuenta sus labios están sobre los míos. Intento contener la respiración, pero hace un movimiento quedando más cerca de mí, sus labios más juntos de los míos, tan junto que casi puedo saborearlos.

Y justo cuando está a punto de besarme lo empujo con toda la fuerza que me queda.

— Tranquila, no quiero que tu abuelo me linche.

— No lo vuelvas a hacer.

— Tus deseos son órdenes. –Luka me da la espalda y sigue pintando

— Eres un torpe –le grito, pero él no se inmuta.

La ira que siento en ese momento se apodera de mí, así que salgo directo a casa de la abuela. Con taquicardia que se mezcla con mi respiración se me hace complicado pensar de manera coherente. Estoy enojada con él, pero lo estoy aún más conmigo, porque deseaba, deseaba que me besara.

Al llegar al frente de la casa de la abuela veo a los chicos del curso junto con mi hermano.

— ¿Oye, Aliss, tenemos planes o los olvidaste?

— Te dije que se le iba a olvidar —ríe Yoyo, bajando de su bici.

— Lo siento chicos, honestamente lo olvide.

— Yo quiero ir a la playa y papá dice que solo puedo ir si tú vas.

Algo desganada, pero acepto ir de niñera. Pienso que tal vez sería bueno distraerme y olvidar lo de Luka.

La playa está a unos 30 minutos caminando, pero dicen que el papá de Tony ya está esperando en la camioneta a media cuadra de la casa de la abuela, así que sigo a los chicos, ya que no recuerdo muy bien cuál es la entrada a la playa. Siendo honesta, no recuerdo ni la playa.

— Alguien de ustedes sabe nadar... ¿verdad?

— Yo no. Pero ustedes sí, ¿o no? –respondo esperando que por lo menos diga que sabe flotar.

— Sí —responde Yoyo—. Pero invité a un amigo. Es muy bueno nadando. Llegará más tarde.

Me pierdo unos minutos en algunos mensajes de Instagram y cuando regreso a la realidad los chicos ya están en la camioneta del papá de Tony. Alec tenía puesto su salvavidas. Subí y lanzaron mi mochila. Rodrigo no pone mucha atención por revisar su lonchera.

— ¿Qué opinan? ¿Vamos directo a la playa y luego comemos?

— Mi papá solo podrá ir por nosotros a las 4 p.m. —exclama Tony.

— Ya arreglé eso. Mi amigo tiene una Jeep. Puede ir por nosotros más tarde... hasta las 9 si quieren.

Justo cuando iba a opinar, Alec se adelanta.

— Perfecto. Alicia y yo no tenemos problema.

— ¡Wow! ¿Ahora opinas por mí, sabandija?

— Hay que hacer una fogata y quemar malvaviscos —yoyo lo dice con tal ilusión que comienzo a pensar que no es tan malo estar con ellos.

El viaje se hace muy corto, entre música y risas. Al llegar, todos corrieron a la playa. Yo solo me mojé los pies. Después de un rato, decidimos comer.

— Comí demasiado —comienza a quejarse Tony.

— Rodrigo, apúrate. —Exclama Yoyo—. ¡Quiero volver al agua!

— Tenemos que esperar al menos 40 minutos. Así que paciencia —responde Rodrigo.

Al menos alguien de aquí si es inteligente. Me digo a mi misma al ver lo desesperado que es Yoyo. La verdad no ha ido tan mal el día aunque son algo irritables ya tengo experiencia tolerando a mi hermano.




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