Isabel
Al llegar al Heurigen de Coraine, sentí como si hubiera entrado en otro mundo. El bullicio de la ciudad se desvanecía, reemplazado por un ambiente cálido y acogedor. El edificio antiguo exudaba un encanto rústico que me cautivó de inmediato.
Al cruzar el umbral, me encontré con un patio interior iluminado por guirnaldas de luces cálidas que colgaban entre las ramas de los árboles. La luz suave creaba una atmósfera mágica, realzando la belleza del lugar. Mesas de madera, cubiertas con manteles a cuadros rojos y blancos, se distribuían alrededor de una gran hoguera. El crepitar del fuego y el aroma a castañas asadas y salchichas llenaban el aire con una calidez nostálgica. A un lado, un buffet ofrecía una variedad de platos típicos: desde el clásico Schnitzel hasta el dulce Strudel. Todo lucía delicioso y abundante. En el extremo opuesto, una barra ofrecía vino caliente, cerveza y jugos de frutas.
La gente conversaba animadamente, y el murmullo alegre se entremezclaba con la música de fondo.
Acepté una de las copas de vino que ofrecían. Nunca he sido fanática del vino, pero este... este estaba realmente bueno. Mientras nos seguíamos integrando a la fiesta, escuchamos una voz que nos llamaba. Ambas nos detuvimos y vimos acercarse a una radiante Coraine, con una copa de vino en la mano. Se veía increíble para su edad.
— Willkommen! (¡Bienvenidas!) —exclamó, acercándose con una sonrisa amplia. Llevaba un vestido largo de lana negra, ceñido a la cintura con un cinturón, y unas botas marrones—. Was für eine Freude, Sie hier zu sehen! Hereinspaziert, hereinspaziert! Fühlen Sie sich wie zu Hause!
—Coraine! Hallo! —saludó mi tía, dándole un beso y un abrazo. Yo hice lo mismo—. Das hast du toll gemacht, alles ist wunderbar.
—Oh, danke! Ich freue mich, dass es dir gefällt.—respondió ella con calidez.
Justo en ese momento, se oyó el sonido de una copa estrellándose contra el suelo. Coraine se disculpó con una sonrisa apurada antes de apresurarse a encargarse del desastre.
Nos unimos a la fiesta, dejándonos envolver por el ambiente festivo y la deliciosa comida. Mi tía se reencontró con viejos amigos, mientras yo conversaba con algunos de los invitados, aprovechando para practicar mi alemán. La música en vivo, interpretada por un grupo de músicos locales, animaba la noche con melodías tradicionales austriacas.
Ya me sentía feliz. Después de dos copas y media de vino, tenía esa sensación sabrosita —como decimos en mi país— que me hacía sonreír sin razón aparente. Estaba a punto de ir en busca de comida cuando vi que Coraine se acercaba nuevamente.
—Sie sehen aus, als hätten Sie Spaß! —exclamó con una sonrisa radiante.
—Ja! —respondió mi tía, sonriendo—. Isabel sagt, dieser Ort ist unglaublich.
—Ich bin froh, dass es dir gefällt, aber ich sehe, dass Isabel viel Zeit mit älteren Männern verbringt —añadió Coraine con un tono cómico, guiñándome un ojo—. Du musst Leute in deinem Alter kennenlernen! Ich werde Ihnen einige Freunde meines Sohnes vorstellen!
—Ich finde, das ist eine gute Idee! —respondió mi tía con entusiasmo.
Las observé sin entender del todo lo que decían, hasta que mi tía se giró hacia mí para traducirme:
—Quiere llevarte a conocer a algunos chicos de tu edad —me dijo con una sonrisa—. Muchos hablan algo de inglés, así que no habrá problema.
—Ok… —respondí con una ligera sonrisa, y asentí en dirección a Coraine.
—Super! —dijo ella con entusiasmo.
Me tomó del brazo con naturalidad y me guió hacia un grupo de jóvenes que charlaban animadamente cerca de la hoguera.
—Leute, das ist Isabel, Elisas Nichte! —anunció con una gran sonrisa.
Los jóvenes me recibieron con sonrisas amables, y yo les devolví el gesto.
—¡Isabel! —exclamó una voz familiar.
Me giré y vi a Dafne acercándose al grupo.
—¡Qué sorpresa verte aquí!
—¡Dafne! —respondí, aliviada al ver una cara conocida—. No sabía que conocías a Coraine.
—¡Claro! Todos crecimos juntos aquí, con su hijo. Este restaurante es como nuestra segunda casa —dijo con una sonrisa, y luego se volvió hacia sus amigos—. Leute, das ist Isabel, sie kommt aus Venezuela.
Los amigos de Dafne me miraron con curiosidad y algo de sorpresa.
—Aus Venezuela? —preguntó un chico de tez morena, con facciones marcadas y el cabello lleno de rizos.
Dafne asintió, y él me miró otra vez.
—Oh... hablas... español... —dijo, pronunciando cada palabra con dificultad y pausas exageradas.
—Sí, hablo español —respondí, sonriendo ante su esfuerzo.
—Eres... latina —continuó, asintiendo con entusiasmo, como si acabara de descubrir un gran secreto.
—Sí, soy latina —confirmé, conteniendo la risa.
Daniel intentó decir algo más en español, pero las palabras se le enredaron y terminó soltando una mezcla incomprensible de sonidos. Sus amigos estallaron en carcajadas, y él se sonrojó ligeramente.
—Daniel, hör auf, dich zu schämen! —exclamó una chica rubia de cabello largo y rizado, riendo—. Dein Spanisch ist schrecklich!
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son de dos mundos diferentes., ella es una turista, el un príncipe de ojos azules
Editado: 09.08.2025