Un Vampiro en el espacio

Capítulo 5: Velafonte está loco. No le hagan caso.

¿Has visto a un loco?

Uno de esos que hablan estupideces. Que predican el fin del mundo todos los días, locos que viven en la calle, locos que están en el manicomio, locos genocidas, locos idealistas y locos con razón. Los últimos son los más peligrosos.

Velafonte hace días capto la señal desde su satélite de alta frecuencia la última transmisión de aquel cosmonauta soviético.

Velafonte Rhithym. Vaya nombrecito...

Es conocido como el loco de las montañas, nadie sabe de donde llego, solo que esta en contra de todos. Saben que es el tipo viejo que te da sermones políticos hasta por respirar. No le gusta la juventud del ahora, no le gustan los tiempos antiguos, no le gusta nada.

Excepto una cosa. Los viajes espaciales, le parecen la cosa más increíble y alucinante que pudiera pasar en este mundo. Ya que los vampiros y los lobos se los comen, no le dejan más remedio que dejar sus pasiones en otro entretenimiento.

Por supuesto, Velafonte sabe de la existencia de estas criaturas. ¿Pero quién le creería?

Todos saben que Velafonte miente, siempre miente. Dice que los tiempos antiguos eran más sinceros, por lo menos si alguien te desagradaba podías mandarlo a comer mierda tranquilo. Pero ahora había que fingir, en un mundo de caretas puestas que lentamente te hacen olvidar tu verdadero yo.

Llego a la tienda de comestibles, cubierto en un largo abrigo. Ya que la tormenta hubiese arreciado aún más que anoche. Cuando entro a la tienda listo para comprar baterías, una cabecita se asomó lentamente.

Un niño en el mostrador con una gorrita puesta le atendió.

— ¡Hola señor Rhithym! — Saludo el nene. —¿Qué desea?

— Desearía que el gobierno me diera la maldita pensión que me debe. Me hace quedar como El coronel no tiene quien le escriba. Desearía no tener que conseguir dinero cazando animalitos indefensos, eso solo hace que los hombres lobos se enojen conmigo. Pero como no todo se puede en esta vida, solo vengo a pedirte un par de baterías, doble AA. Te lo agradecería pequeño — Le pidió con una sonrisa el viejo gruñón, cuya barba negra sólo le hacía ver más loco todavía.

Pero al pequeño niño le parecía increíble todo lo que le platica el viejo y loco Velafonte.

— Dos baterías doble AA. ¿Existen los hombres lobo? — Pregunta el niño mientras le cobra el dinero.

— ¡Claro que existen! ¡Yo mismo los he visto! Pero hoy en día todo mundo se cree que debe verlo con los ojos para creer ante semejantes disparates. ¿Puedes creerlo pequeño? ¡Miles de personas creen en dios pero ninguno cree en lobos o vampiros! ¡Ridículo! — Le contesto Velafonte mientras tomaba las baterías.

— Mi mamá dice que usted esta loco. ¿Por qué dice eso? ¡Usted es divertido! ¡Nunca le entiendo a nada de lo que me dice! ¡Pero es divertido! Habla muy bien — Los niños son muchas veces sinceros. Por eso el pequeño Manuel le caía bien al viejo loco Velafonte.

— Tu mami tiene razón Manuel, estoy loco de remate. — Y probó las baterías en su radio y comprobó que funcionaran bien.

— ¿Entonces los locos dicen verdades? ¡Conocí a un hombre lobo! — Dijo el niño y de repente la sonrisa del hombre se desvaneció.

— ¿Cómo dices? ¿Te hizo algo? — Le pregunto preocupado, mientras cargaba la escopeta en su espalda.

— ¡Era un niño como yo! ¡Pero podía volverse lobo! Era muy suave, era como... como si abrazara a un peluche muy suavecito— Le dijo el niño.

— ¿No te lastimo?

Velafonte a veces se fascinaba de la convivencia que podía tener una criatura tan extraña con un humano.

— ¡No! El es mi amigo, tiene mi edad ¡Se llama Hans! Vive en las montañas, pero me dijo que su manada tenía que irse a buscar una cueva. Dice que regresara en primavera, y que entonces conoceré a sus hermanos.

Velafonte sonríe divertido. ¿Qué conocen los niños de lo bueno o lo malo? Incluso un pequeño lobito sonaba ser más simpático que un adulto promedio.

— ¿De casualidad no te dijo donde se escondería?

— ¡No te voy a decir! ¡Se lo prometí a Hans!

— ¡Vamos pequeño Manuel! No planeo hacer nada malo, solo quiero conocerlo... — Intento convencerlo, por lo menos hasta él podía ser un hábil charlatán a veces.

— ¡No!

— Es una pena... Si me decías donde estaba el lobo iba a regalarte esto. — Y de su chamarra saco un colmillo largo y bastante reluciente, recién pulido y bonito. Con plumas de cisne y águila.

— ¡Wow! ¿Es de verdad...?— Pregunto el niño ahora fascinado por tener el bonito collar que le mostraba el viejo Rhithym.

— ¡Pero claro! Colmillo real de coyote real, yo mismo lo atrape y también al águila para las plumas. Soy un cazador después de todo...— Y los ojos maliciosos del viejo cazador podían leer la incredulidad en el pequeño niño. Quien sonrío y asintió para recibir el collar.

— ¡Están en la alta! ¡No muy lejos del cerro cercado! Me dijo que si podía jugar con él en la nieve fuera ahí. Me dijo que se quedaría en la única cueva de la montaña. — Y acto seguido Velafonte sonrió y le dio el collar al pequeño niño.

— La cueva del halcón negro...— Susurro para sí mismo Velafonte, su pequeña teoría sobre el viejo cosmonauta comenzaba a tener sentido. Había oído la transmisión del cosmonauta, bueno.

Las DOS transmisiones. Donde supo enseguida con quien estaba lidiando. ¿Un hombre que se alimenta de la sangre de su amigo? ¿Una manada de lobos en el mismo lugar? Curioso está demás...

— ¿Quién diría que me tocaría premio doble? — Recargo su escopeta, había estado matando vampiros y lobos durante muchos años. Desde que ellos le hicieron quedar como loco y le quitaron todo lo que tenía.

¿De qué servía estar cuerdo? Si nadie le creía la desaparición de su mujer y sus hijos.

No valía la pena para él. Creer que esas criaturas valen la pena de dejarlos vivir impunes.

Regreso a su cabaña para ponerse sus botas de piel. En su jardín trasero podrías ver pequeños montoncitos de tierra, una pala oxidada. Y muchos pares de zapatos, grandes y pequeños.



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En el texto hay: vampiros y lobos, gangsters, cosmonautas

Editado: 02.02.2019

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