Un Vampiro en Nueva York

Capitulo 4

Paolo Federrer se habia convertido en el padre adoptivo de aquella niña de seis años, triste por la perdida de su padre y abrumada por el desamor de su propia madre y de sus hermanas quienes intentarlo matarla dias antes. Aquel atardecer era admirado por aquella niña pequeña desde la ventana de esa vieja casa donde ahora era llamado "hogar" Amelia tenia que acostumbrarse a la escases de comida a veces, ya que Paolo trabajaba vendiendo pescado en el mercado del pueblo y muy pocas veces, ganaba lo fuciente para darle de comer a esa joven niña. 

Paolo siempre fue un hombre solitario, se caso una vez pero su esposa fallecio siete meses despues de una enfermedad terminal, acabando con su vida en semanas. La tristeza lo invadio y nunca mas volvio a sonreir, al igual que el padre de Amelia, su luz se habia apagado para siempre. Paolo no le agradaba mucho la idea de estar acompañado por una niña y mas sabiendo que era la hija del Rey Hector y la Reina Dana, como mencione antes, el era muy solitario y Amelia era una niña muy hiperactiva. El temia por su vida, ya que Dana habia ordenado que si alguien encontraba a su quinta hija, debia entregarla al reino para que fuera condenada a la muerte y el que la escondiera, seria condenado a muerte junto a la niña. Pero ¿Como iba a el ser tan mala persona y entregar a tan hermosa niña a las manos de la muerte? Tambien se preguntaba, ¿Por que tanto odio hacia esa niña? Parecia tan tranquila y con una mirada muy dulce. Amelia se encariño con Paolo al poco tiempo de estar en su casa viviendo, ella sabia que algo en el interior de aquel viejo y gruñon hombre, era hermoso y la queria aunque sea  un poco. El le enseño a leer y a escribir, tambien aprendio la hora y los numeros, contar, sumar, restar, todo lo que un niño a la edad de Amelia debia saber. Paolo tambien se encariño a pesar de ser a veces una roca. Ellos eran ahora el uno para el otro, y sabia que si todo seguia bien, quizas Amelia algun dia llamaria "papa" a Paolo aunque tambien reconocia que nunca iba a serlo por completo. 

Los años fueron pasando y faltaban pocos dias para que Amelia cumpliera 11 años y fue donde los problemas comenzaron a surgir. Ella ya no comia como antes y cada vez que pasaban los dias, su piel se volvia cada vez mas y mas blanca, como si alguna enfermedad estuviera invadiendo el cuerpo de aquella pequeña. Ella ya no era como antes, no le gustaba salir de dia y casi ni dormia, tenia pesadillas todo el tiempo y habia algo que le llamaba mucho la atencion, su sed por beber sangre. Paolo notaba esas cosas que la hacian totalmente diferente a todas las demas niñas. Ella ni siquiera salia de la casa cuando amanecia, y el atardecer ya no era mas admirado por aquella niña. 

Una noche, Paolo se levanto y noto que Amelia estaba mirando por la ventana como antes pero esta vez miraba la enorme luna sobre su cabeza y las millones de estrellas. 

-¿Crees que mi papa vive en alguna de esas estrellas? 

Paolo se acerco a la niña y vio que su mirada no era la misma, sus ojos claros y hermoso eran de color rojo y tambien le habia crecido colmillos. El estaba aterrado, no sabia que era lo que estaba afectando a su amada Amelia. No queria que nada malo le pasara a su pequeña asi que la llevo a un amigo de el que era brujo y seguramente podia decirle que era lo que Amelia padecia. 

Paolo fue recibido por la hermana del brujo, ellos vivian en una vieja casa lejo de toda la civilacion, en la punta de una vieja colina. La mujer vio a Amelia entrar y supo inmediatamente quien era, pero Paolo le suplico que lo ayudaran, y como eran viejos amigos, accedio. El brujo, un hombre de mas de 120 años, estaba sentado en una mesedora en el medio de un enorme salon. 

-Ven conmigo, hermosa 

La belleza de Amelia dejo impactado a el brujo. Era obvio que el sabia que era Amelia, perfectamente, no solo por sus colmillos y sus ojos rojos, sino por que el podia sentir que el coraon de aquella niña estaba detenido y no era normal que no pudiera sentir su joven alma entre ellos. El brujo tenia que darle la noticia a Paolo de la naturaleza de Amelia. 

-Cuidala. Ella sera la hija de Lucifer toda su vida. Ella sera un monstruo hasta el dia que alguien le quite la vida. No sabra lo que es el amor, ni la libertad, ni la felicidad. Alimentala, es una joven que necesita permanecer bella y eterna. No sabra que se siente ser tu hija. Nada sentira. Su corazon jamas va a latir, su alma jamas quedara entre nosotros. Nunca envejecera, quizas nunca se enamore y tenga hijos. Pero Paolo, aunque ella no pueda saber todas estas cosas, ella sera quien nos salve a todos algun dia.

La niña bajo de los brazos del viejo brujo y tomo la mano de su padre.

-Ella sera tu amuleto mas precioado 

-Pero.. ¿De que estas hablando? ¿Como que su corazon no late?

-Paolo.. tu niña esta maldita. Maldita con el hechizo de belleza y sangre eterna. Ella esta condenada a ser un vampiro para toda la vida

Paolo quedo mudo y casi sin respiracion. Su pequeño angel era un vampiro. Salieron esa noche de la casa del brujo y se fueron caminando hasta la casa donde vivian. Paolo estaba sin palabras aun hasta que la pequeña, angustiada y asustada por la actitud de Paolo decidio que diria algo entre tanto silencio.

-Lo siento, papa. Nunca quise defraudarte

El la miro. Sabia que ella no tenia la culpa de todo esto, y el no podia ser tan egoista con ella. Estaba decidio que el iba a ser quien la amara para toda la vida. 




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