Isabella
Prácticamente hice mi cama una mesa, tengo regados paletas de colores, no sé de qué color quiero pintar las paredes de mi nueva habitación. Si quiero puedo tener una de cada color y sería con tener mi pequeño arcoíris o mi carpa de circo personal.
En California tenía mi habitación con mucho color morado. Paredes, papel tapiz, cobertor, estantes, alfombras. Toda mi habitación era una sensual uva.
Extraño solo un poco California, sin mi tía por quién me quedé seis años en ese lugar.
Estoy un poco indecisa entre elegir pintura morada o gris, nunca llamo mi atención esa tonalidad de gris. Pero en la paleta de colores que me dio hoy mi padre; uno llama mi atención. Sino me hubiera tardado tanto en el lago hubiese llegado a tiempo para que el contratista me mostrará cómo lleva la obra del cuarto de papá.— Tocan la puerta y pronunció el típico pasé.
—Papá. ¿Pensé que estabas supervisando el nuevo ganado?
—Deje a alguien encargado. Solo quería hacerte una pregunta.
—Si.— Lo veo directo a los ojos solo espero que no sea una pregunta sobre el carro.
—¿Te estás viendo con alguien?
Su pregunta me toma por sorpresa, estoy segura que si aún estuviera tomando mi taza de té; lo hubiese escupido todo sobre las hojas de las paletas de colores, pero sin necesidad de ello terminó con atragantarme con mi propia saliva. Cierro mis ojos y no sé que responder, así que decido tratar de evadir su pregunta.
—Papá. ¿Por qué lo preguntas?— Él solo se limita a elevar una de sus cejas pobladas, bajo la mirada y aún así siento como me taladra con la misma.
—Supongo que la evasión de mi pregunta se debe a un si.
—Papá ven, siéntate.— le digo mientras aparto las hojas de la cama. Toma asiento en silencio, sin apartar sus ojos de los míos.— Yo conocí a un hombre el día que llegue.
— ¿Y estás saliendo con él?—¿Que? ¡¡¡Rayos!!! ¡¡No!!
»¿Y ahora que respondo?
—No. Papá, las veces que nos hemos encontrado no han sido planeadas, simplemente se han dado y la verdad me agrada conversar con él.—Aunque le guste molestarme.—Siento que oculta muchas cosas, él es muy misterioso.— Papá solo ríe.
—¿Como se llama él, mí amor?—Muerdo mi labio inferior, no sé si Drew quiere que los demás sepan de nuestros esporádicos encuentros. Aunque él nunca me ha pedido que no diga nada, si decido contarle a mi padre no estaría cometiendo una indiscreción. Y lo hago, le cuento a papá acerca de Drew.
—Se llama Drew y trabaja en el rancho Sky, papá.—Uno las puntas de mis dedos en mi regazo, clara señal que estoy nerviosa y que no sé cuál será la reacción de mi padre.— Él es un peón del rancho vecino, papá es buena persona.—observo como Frunze el ceño.
—Un... peón. Isabella. ¿estás segura que es un peón?
—Si. Una vez andaba con custodiando a su patrón. ¿Recuerdas cuando me llevaste a conocer la propiedad Estévez, él estaba allí. Si quieres en otra ocasión te lo presento.
—No quiero que salgas lastimada.
—No lo haré papá, además no es mi novio...digamos que solo nos estamos conociendo.
—Tu amigo... supongo que será tu nuevo amigo.
—Papá no te mentiré me gusta y no planeo mandarlo a la friendzone.—Respondo con una gran sonrisa.
—Te gusta... A mi pequeña hija le gusta un muchacho.
—Papá ni tan pequeña ya tengo veinticuatro años y no es un muchacho es un hombre de unos treinta años.
—Es cierto estás grande...y es hora que me des un yerno.
—Papá no vayas por ahí. Nosotros apenas nos vamos conociendo.—quiero que aleje los pensamientos del yerno que quiere.
—Bueno ya que respondiste a mi pregunta me voy a mi habitación a dar un baño, para estar limpio para nuestra cena.
—Estaré lista papá.—asiente se pone en pie y se marcha.
***
El ruido del exterior del balcón deja que deje de prestarle atención al libro que estoy leyendo, sé que se trata de Drew deje la puerta del balcón abierta para él.
—Hola.—Me saluda, lo recorro con la mirada. Se nota que se dio un baño antes de venir lo sé por su cabello húmedo.—Pensé que estarías dormida.—Niego
—Quiero saber cómo has hecho para no partirte la cabeza al bajar y subir por él árbol.—Se encoge de hombros.
—Supongo que ya tengo práctica.—Responde indiferente.
—¿Practica? Si solo has trepado ese árbol una vez, con esta serían dos.—hago énfasis con los dedos de mi mano derecha.
—No solo han sido dos veces, han sido unas quince veces.
—¿Qué?— Pregunto con mi boca abierta.— ¿Los has hecho varias?— vuelvo a preguntar solo por que quiero escuchar una negativa.
—Lo hago como un maldito ritual. Me gusta verte dormir.— Termina confesando mientras con una mano rasca su cuello. Me incorporo y camino hacia él.— Se ha convertido en algo vital.
—¿Por qué?—Necesito saber su respuesta, por qué no quiero pensar que estoy con un posible psicópata.
—Por que no puedo dejar de pensar en ti desde que te conocí.—Lleva su mano izquierda a mi cuello y toma el dije que hace unas horas me regaló.— Lo usas.—No es una pregunta es una afirmación. —Quería que me esperaras despierta para confesarte que he venido casi todas las noches a tu habitación desde que te conocí. Me gusta verte dormir, no me disculpo por qué posiblemente lo seguiré haciendo.—asiento. No sé que decir y prefiero callar cuando su boca toma la mía no es un beso pasional de hecho es un beso muy lento, donde nuestro único objetivo es solo disfruto del contacto, pero cuando su lengua toca la mía todo cambia siento un torbellino de emociones.
—Si prometí que lo cuidaría.—respondo recuperándome de la falta de aire por el beso, asiente muy despacio.—Esta es una cadena que mi madre me heredó solo anexe el dije.—Llevo mi mano a mi boca para vivir un bostezo. Quiero añadir algo más pero el habla primero.
—Acuéstate.—Su sugerencia me toma desprevenida.—Son casi las once debes descansar. Te acompañaré hasta que te quedes dormida.—asiento como un robot y hago lo que pide, no pasa mucho tiempo cuando el se acuesta en el espacio vacío. Seguimos hablando un rato más hasta que mis párpados se vuelven pesados. Antes de caer en los brazos de Morfeo siento como murmura un buenas noches y una pequeña presión en mis labios.
Señor Cahill
—Dime viejo amigo que te trae por aquí.—Se que será el primero en estar feliz con lo que le voy a contar
—Sabias que tu hijo se está haciendo pasar por un peón.
—Pensé que Andrew ya había dejado sus travesuras en el pasado.
—Pues fíjate que no. Le ha mentido a mi hija, a ella le gusta tu muchacho.—Veo como los ojos del viejo zorro brillan con alegría.—Tu sabes que nos conviene esa relación para que nos hacemos tontos. Yo quiero un yerno. Y tú una nuera que pueda darte un nieto.
—De ese modo podemos unir nuestra sangre.—asiento.
—Esta vez no podemos intervenir. Además te quiero pedir que vayas solicitando una licencia de matrimonio.
—¿Una licencia para quién?
—Un trabajador encontró un caballo que no era mío, pensamos que podría ser robado y nos quería inculpar. Luego pensamos que era un ladrón buscamos por todo el rancho y nada. A la hora que regrese a casa eran la una de la mañana, pase por la habitación de mi hija y ahí dormido junto a mi muchacha estaba tu hijo. Si ellos siguen así no te sorprendas que ellos se casen pronto.
—Y con nieto en camino. Mañana mismo solicitaré una licencia.