✯ Tiempo después. ✯
—¿Ya tienes todas tus maletas? —preguntó mi mamá.
—Sí —dije sin ganas.
Los días pasaron y yo estaba muy triste, nadie me había roto el corazón como Alex lo hizo conmigo y yo soñaba que fuera una pesadilla. Tal vez las vacaciones me iban a ayudar mucho a superar eso, aunque sinceramente no lo creía. Había recibido muchas llamadas de Alex, hasta que llegó un punto en el que lo tuve que bloquear de todas las redes sociales, no quería saber nada de él.
Mis papás ya tenían todas las maletas en el carro, estaban muy felices porque siempre soñaron con ir a la selva y conocer la fauna. El viaje duraría dos horas en carretera, no estábamos tan lejos de Chiapas, además no entraríamos totalmente, solo llegaríamos a la selva. Había traído mis libros y en todo el tiempo no me despegué de ellos, la música complementaba la historia. En el camino se veían muchas cosas muy bonitas, así que tomé demasiadas fotos y llené la mitad de mi galería de mi celular. Nos faltaba una hora para llegar, lo malo es que la gasolina se estaba acabando y mi papá se detuvo en una gasolinera cercana.
—Debo ir a poner gasolina, aprovecharé a comprar algo —dijo mi papá.
—Está bien, te esperamos —dijo mi mamá.
Yo veía por la ventana y de alguna forma moría por llegar a nuestro destino, algo me decía que ese verano sería inolvidable y la pasaría muy bien, tal vez llegarían sorpresas y las disfrutaría al máximo; sin embargo no quería pensar en eso. Sabía que iba a divertirme a lo grande, así que esas vacaciones no serían tan malas.
—¿Estaré equivocada? —pensé.
Las dos horas concluyeron y comenzamos a ver muchos árboles y nos dimos cuenta de que ya habíamos llegado a la selva, realmente estaba muy bonito. Nos detuvimos en frente de unas cabañas, al parecer ahí era donde dormiríamos, aunque de alguna manera esperaba que no estuvieran horribles.
—Hemos llegado —dijo mi mamá con emoción.
—Está increíble la vista, espero que podamos ir a conocer la selva mañana —dijo mi papá.
Bajamos del carro y comencé a ver todo el lugar, realmente si estaba bonito.
—Bienvenidos a la selva Lacandona, un lugar lleno de misterios e historias —dijo un señor mientras se acercaba a nosotros.
—Muchas gracias —agradeció mi mamá.
—Yo soy el encargado de las cabañas donde ustedes se quedarán, igual seré su guía para conocer la selva —dijo—. Me llamo Mario —se presentó.
—Yo me llamo Estela, mi esposo Julio y mi hija Leila —dijo mi mamá.
—Les aseguro que se la pasarán muy bien —dijo el señor Mario.
—¿Hay alguien más aquí? —preguntó mi papá.
—Hay dos familias aquí, también mi hijo, que también está encargado de todo esto —dijo.
—Está muy bien —dijo mi mamá.
—Bueno, vengan conmigo, les mostraré su cabaña —dijo el señor Mario.
Mi familia comenzó a caminar y yo me distraje viendo la vista, era increíble desde mi perspectiva. Cuando giré para caminar choqué con alguien, no veía su cara porque estaba cargando un par de troncos.
—Lo siento mucho —dijo rápidamente.
—No te preocupes —dije.
Soltó los troncos y cuando vi su rostro mi corazón comenzó a latir a mil por hora, simplemente era un sentimiento fuerte que no podía arrancar fácilmente. Sus ojos eran color miel y aquellos me hechizaron de una manera que nunca pensé.
—Soy Paul —se presentó.
—Yo me llamo Leila —sonreí.
Y supe que desde ese momento nunca olvidaría su rostro, que aunque me rompieran el corazón las veces que sean necesarias nunca se iría el amor de mí.