Mis ilusiones se rompieron justo cuando vi esa escena, pensé que a Carolina le gustaba otra persona, pero me quedó muy claro de que no era así.
Rápidamente me alejé de la zona, había visto suficiente y no quería seguir viendo más y lastimarme un poco más. Tal vez no debí ilusionarme o sentir cosas por Paul, solo que no pude evitarlo, el sentimiento me llegó a mí y aunque luchara fue imposible alejarlo.
Me fui a la cabaña y me acosté en mi colchón, solo quería descansar y olvidar ese momento desagradable para mí.
Al día siguiente desperté y me percaté de que mis papás no estaban en la cabaña, revisé la hora y me di cuenta de que era muy tarde, obviamente no me esperarían. Me puse unos leggins negros y una blusa con un estampado, luego mis tenis y me peiné. Salí de la cabaña y me fui al comedor, tenía que desayunar rápido porque quería hacer algunas cosas en la selva.
—Leila —saludó Carolina con una sonrisa.
Yo me le quedé viendo con seriedad, sinceramente no me provocaba emoción que me hablara.
—¿Qué tienes? —preguntó frunciendo el ceño.
—Nada, debo ir a desayunar, te veo luego —dije con tono cortante.
Me fui dejando la palabra en su boca, la verdad no quería hablar con ella, solo quería que me diera un pequeño tiempo para meditar todo lo que pasó aquella noche.
Me dirigí al área de comida y comencé a ver qué había, no sentía antojo pero tenía que comer porque me pondría mal. Agarré un plato y me serví la comida que quise, luego me fui a sentar y comencé a comer.
Su voz me despertó, me emocionó y me trajo un interés que jamás imaginé.
—Leila —saludó Paul.
Gracias a Dios agarré poca comida y no tardé en terminarme todo.
—¿Cómo estás? —preguntó con una sonrisa.
Se había sentado en mi mesa y yo estaba lista para irme.
—Te estuve esperando ayer y no llegaste.
—Buenos días —dije y me levanté de mi asiento.
Dejé mi plato junto con los sucios y me retiré del lugar, no quería continuar escuchando a Paul porque sentía que me moría y no quería volver a pasar por ese camino.
Estuve caminando por toda la zona pero luego me aburrí, así que me adentré a la selva, quería caminar un rato y perderme en mis pensamientos. Habían muchos animales y a mí me encantaba verlos, simplemente eran tan curiosos.
Seguí caminado mientras veía el paisaje, realmente había una buena vista desde mi lugar. Mi meta era llegar al río, quería un momento a solas conmigo misma y poder reflexionar sobre mis sentimientos hacia Paul.
De repente escuché la voz que tal vez no esperé escuchar en la selva, la que me mataba por dentro, la que me hacía derretirme por dentro, la que escuchaba todo el tiempo en mi mente, la que me enamoraba más cada segundo que pasaba y la que retumbaba por todo mi ser.