Era inevitable no verlo, se veía tan increíble y cuando lo miraba era imposible volver al mundo de nuevo.
—Leila, Leila —dijo mi mamá despertándome de mis pensamientos.
—¿Qué pasó? —pregunté rápidamente.
—¿Qué tienes? —preguntó.
—Nada, solo estoy un poco cansada —dije.
—Pero no hicimos nada en todo el día —dijo.
—No sé, creo que no dormí bien —dije.
Mi mamá dejó de hacerme preguntas y volví a concentrarme en Paul, él estaba poniendo un dispensador de alguna bebida y era imposible no verlo desde mi lado.
—¿Crees que deba acercarme? —preguntó Carolina.
—No lo sé, como tú quieras —dije.
Traté de ocultar mi tristeza, no quería que se diera cuenta de que yo también estaba enamorada de él.
—Lo haré —dijo.
De alguna manera esperaba que dijera que no, que se quedara en su lugar, que mal que no fue así. Carolina se acercó a Paul y empezó a platicar con él, yo me sentí mal y decidí mejor salir de ahí.
—Mamá, voy a tomar un poco de aire en lo que empieza —avisé.
—Sí, hija, no te tardes —dijo.
Me levanté de mi lugar y caminé a la entrada, salí y me quedé por las escaleras, luego comencé a caminar.
Me alegraba de que Carolina quisiera a alguien, solo que no me agradaba la idea de que fuera con Paul, mucho menos sabiendo que a mí también me gustaba.
Una mano en mi hombro hizo que me detuviera y volteara a ver quién era.
—Paul —dije sorprendida.
—Hola, Leila —saludó.
—¿Qué haces aquí? —pregunté con curiosidad.
—Aquí vivo —dijo.
—Sí, ya sé —reí—, pero me refiero a exactamente aquí —aclaré.
—Pues te vi salir y quise saber qué pasaba.
—Nada, solo quise un poco de aire —dije.
—Dime qué te pasa, por favor, se nota que traes algo.
—No tengo nada, en verdad, estoy más que bien —dije.
—¿No me dirás? —preguntó.
—No tengo nada por decir, así que no puedo responder esa pregunta —dije—. Debo irme, nos vemos.
Pasé alado de él, pero accidentalmente mi pie se cruzó con una piedra y ocasionó que me tropezara, rápidamente Paul me agarró y quedamos a menos de un centímetro cerca. Nos mirábamos y ahí es donde el tiempo de detuvo, donde los segundos no estaban contando, donde los minutos ya no eran eternos y las horas no duraban años; absolutamente el tiempo estaba a nuestro control. Sus ojos me miraban y yo no podía pedir más, tenía todo en ese momento, con solo ver sus ojos podía tener todo en mis manos y disfrutar los pequeños y grandes placeres de la vida. Ya no importaba nada, solo el momento que estábamos viviendo con solo mirarnos, simplemente podía ver todo en sus ojos, podía ver la esperanza y el amor. Definitivamente el verano me había sorprendido de la manera más loca, me había devuelto la ilusión de amar y poder recuperar toda la felicidad que perdí. Básicamente estaba enamorada y ya no podía sacarlo de mí, definitivamente ya no.