Desperté con un cansancio intenso, no me quería levantar de la cama, quería seguir durmiendo pero teníamos que terminar el último día de ese pequeño viaje que hicimos.
—Leila, ya despierta, tenemos que ir a desayunar —dijo mi mamá.
—Ya voy —dije y me tapé la cara con la almohada.
La quité y me levanté obligatoriamente, tenía que hacerlo de todos modos. Me di un baño rápido y después me puse la ropa que usaría en todo el día. Salimos de la cabaña y caminamos al restaurante, todos ya estaban ahí, mis papás se sentaron con la familia de Ángel y yo me senté con Paul, ya que estaba cerca de él.
—Adivino, te quedaste dormida —murmuró.
Solté una pequeña risa.
—No pude evitarlo, estaba cansada.
—Ya te acostumbrarás —dijo.
—¡Buenos días, familias! —exclamó el señor Mario—. Espero que hayan tenido una noche maravillosa y que su descanso haya sido muy bueno porque hoy tenemos nuevas actividades —anunció—. Vamos a ir a Metzabok y tendremos contacto con una laguna, conoceremos más historias y al final tendremos la mejor vista a la laguna desde el mirador —dijo—. En una hora vendrán por nosotros y nos llevarán a Metzabok, así que desayunen muy bien y buen provecho.
—El recorrido si está un poco largo —dijo Paul.
—Amo la naturaleza, no me importa lo largo que esté —sonreí.
—No te subestimo, jamás lo haría —dijo.
Nos servimos de comer y volvimos a la mesa.
—Estoy deseando con todas mis fuerzas que el viaje jamás acabe, no quiero irme —dije.
—Aprovechemos el tiempo, Leila, no pensemos lo que pasará mañana, pensemos en lo que está pasando ahora —sonrió.
—Solo te puedo decir que este viaje está siendo el mejor de todos, no me arrepiento de haber venido con mi familia —dije.
—Jamás había disfrutado tanto trabajar aquí —sonrió.
Odiaba pensar en el tiempo, que todo tenía que acabar en algún momento, deseaba tanto que no se acabara ese momento, no quería que acabara porque la estaba pasando tan bien y estaba disfrutando cada segundo. Tantas veces rogué vivir un amor así, vivir una historia de amor bonita, de conocer a una persona que cambiara mis expectativas, que me enseñara a no rendirme y que existen segundas oportunidades. Paul me hacía sentir tantas cosas y él me devolvió todas esas ilusiones, por eso y por muchas cosas más no podía dejarlo ir, no quería. Jamás creí que conocería a mi amor de verano, siempre pensé que eran cuentos tontos y falsos, que el destino no existía y mucho menos las casualidades; sin embargo, gracias a Paul esos pensamientos se fueron.
Terminamos de desayunar y todos nos fuimos a la entrada de las cabañas, ahí llegarían las camionetas que nos llevarían a Metzabok. Minutos después llegaron y nos subimos con el mismo orden de antes.
—Creo que lo mejor de Metzabok es la laguna y el mirador, se ve increíble desde ahí la laguna, espero que lo disfrutes tanto —dijo Paul.
—Te aseguro que así será —sonreí.
El trayecto fue demasiado corto, así que llegamos muy rápido.
—Haremos un recorrido muy largo para llegar a la laguna y dar un paseo en cayuco, en la caminata podremos conocer más historia sobre los lacandones, ya que veremos algunas figuras rupestres y cuevas, donde conoceremos más sobre ellos —explicó el señor Mario.
La caminata comenzó y yo amé recorrer más la selva, su olor y el sonido de los animales dentro era maravilloso.
La primera cueva apareció y dentro se podían ver las figuras rupestres.
—Metzabok significa «Dios del trueno» en lacandón, ellos se comunicaban por figuras rupestres, incluso en el camino y en algunas cuevas podremos ver algunos restos de humanos de hace cientos de años —explicó el señor Mario.
Seguimos la caminata y entramos a la último cueva, ahí habían más pinturas rupestres, incluso habían algunos restos de humanos, eso me sorprendió porque se podían ver todavía. Vi las pinturas y una me llamó tanto la atención, eran unas flores, solo que una de ellas tenía color, las demás no. Me puse a pensar y lo relacioné con muchas cosas, antes el amor se apagó en mí y todo era negro, hasta que llegó Paul y el amor apareció de nuevo. Le tomé foto a esa pintura rupestre y juré guardarla para siempre, me sentí tan identificada y no pude evitar sentir tanta emoción dentro de mí.
Salimos de esa cueva y seguimos caminando.
—¿Cómo te la estás pasando? —preguntó Paul.
—Todo está increíble, amé las pinturas rupestres —sonreí.