—¿Qué tienes? —preguntó Paul al verme llegar.
—Nada, estoy bien —sonreí falsamente.
Lo de Carolina me dejó demasiado confundida y extrañada, pero no quería contarle a Paul, no quería preocuparlo o arruinar esa noche.
—Leila, te conozco, algo pasó, dime —insistió.
—Es que tengo miedo —dije rápidamente.
¿Lo dije o lo pensé?
—¿De qué?
No era mentira, era verdad, pero quería evitar lo de Carolina.
—Ya queda poco tiempo para que se acaben las vacaciones —dije.
—¿Qué quieres decir? —preguntó.
—Paul, no quiero irme —dije con tristeza.
Paul se acercó a mí y me abrazó.
—Leila, yo igual tengo miedo, no quiero que llegue ese día, con solo pensarlo me pongo mal —dijo.
Paul y yo compartíamos el mismo miedo, no queríamos perdernos y alejarnos.
—Quisiera detener el tiempo y que jamás se acabe el verano, no quiero volver a mi vida —dije con tristeza.
Nos separamos del abrazo y Paul me miró fijamente.
—Yo también quisiera lo mismo, Leila, quisiera que se quedara así todo el tiempo y no tener que verte partir, no quiero verte ir —dijo.
—Yo menos, no quiero irme —dije.
—Es duro ver a una persona partir, verla ir es horrible —dijo con tristeza.
—¿Por qué lo dices? —pregunté.
—Ya lo pasé, Leila, no quiero volver a pasar por ese camino.
—Ay, Paul —dije y lo abracé.
Abrazarlo me daba una tranquilidad, una paz que no podía explicar, no quería que se acabara nunca, quería quedarme todo el tiempo así con él y que el tiempo nos dejara en paz. Nos separamos del abrazo y nos sentamos en unas sillas del salón principal.
—Ya te había dicho que nadie lo sabe, es verdad, aunque jamás me he abierto con alguien de esta forma, nunca me dieron ganas de hablar de lo que ocurrió en ese tiempo, hasta que llegaste tú —dijo y me miró.
Ver a Paul sensible era muy especial para mí, quería conocerlo de todas las formas y entenderlo.
—Mis papás nunca supieron complementarse, por eso tuvieron demasiados problemas antes, incluso puedo decir que por eso ella decidió dejar a mi papá —contó—. Mi papá estaba muy emocionado por la noticia del trabajo en la selva, siempre le gustó la naturaleza y todo lo que se escondía ahí, así que el trabajo le pareció muy interesante y divertido; sin embargo, a mi mamá nunca le gustó, era distinta, ella quería lo más cómodo y no pasar problemas de a gratis —contó—. A mí siempre me gustó la naturaleza, así que por mí no había tanto problema —dijo—. Mi papá habló con mi mamá y ella enloqueció cuando él le dijo de vivir en la selva, a partir de ahí todo empeoró.
La vida de Paul fue muy difícil, era muy triste saber que tuvo que pasar mucho dolor y aprendiera demasiadas cosas solo. Me provocaba tanta tristeza que muchas personas tuvieran a sus papás juntos y nos los aprovecharan lo suficiente.
—Mi papá tenía una semana para decidir qué haría, solo que fue difícil, ya que mi mamá no quería y no podían ponerse de acuerdo —contó—. Llegó el último día de la semana y ellos tuvieron una pelea en frente de mí, ahí es donde mi mamá empacó todas sus cosas y se fue, la vi irse y fue tan duro no entender qué pasaba —contó—. Los días pasaron y mi papá me decía que volvería, incluso me tocaron días y noches verlo llorar, verlo suplicar y casi gritar que extrañaba a mi mamá, yo no entendía qué pasaba y seguí esperando su llegada; sin embargo, nunca volvió —dijo con tristeza.
Paul transmitía tanta nostalgia y fuerza, pasó por tantas cosas y que las superara era lo más increíble que pudo hacer.
—Por eso te digo que no quiero volver a repetir eso, no quiero ver partir a nadie más que considere importante —dijo y me miró.
—Paul, ya no importa lo que pueda pasar pronto, ahora solo quiero disfrutar el presente —dije.
Paul se acercó y me abrazó. Era especial tenerlo conmigo, haberlo conocido fue lo mejor.
Tenía miedo del futuro, tenía mucha inseguridad y tantas dudas, pero de lo que si estaba muy segura era que realmente estaba enamorada de Paul y que jamás dudaría de eso.