—¡Leila! —exclamó Paul.
Giré y me fui corriendo a mi cabaña, no quería ver a nadie más. Mis sentimientos se apagaron y no sentía nada, quería llorar y no parar, olvidar era lo que más deseaba. Cerré la puerta con fuerza y me senté en el suelo a llorar, había ocurrido de nuevo lo que pasó con Alex y no podía creerlo.
—¡Leila! —exclamó Paul mientras tocaba la puerta de la cabaña.
¿Por qué quería hacerme sufrir de esa manera?
—¡Por favor, abre! —exclamó.
Sollocé.
—¡Vete de aquí! —exclamé.
¿Por qué fui tan tonta?
—¡Leila, por favor! —exclamó.
—¡Vete!
Recargué mi cabeza en la puerta y cerré mis ojos con fuerza mientras mis lágrimas caían lentamente.
—Está bien, me iré, estaré donde siempre, por si quieres hablar —dijo.
No dije nada, solo quería que se fuera y olvidar todo lo que pasó, dolía con solo pensarlo. Aquella escena estaba en mi mente y no podía sacarla de ahí, me lastimaba recordar aquel beso, me dolía pensar que esa persona no fui yo.
Me levanté del suelo y me acosté en la cama, quería descansar y olvidar ese momento horrible, donde tuve una fuerte separación con mis sentimientos. Estaba por profundizar el sueño, hasta que alguien tocó la puerta.
—¡Ya te dije que te vayas! —exclamé.
—¿Qué? —preguntó Ángel.
¿Ángel? ¿Qué hacía ahí?
—Perdón, Ángel, ahora te abro —dije avergonzada.
Me levanté y abrí la puerta.
—Oye, perdón que te moleste, creo que no quieres ver a nadie y no quiero incomo...
No quería que siguiera hablando, así que lo abracé, de cualquier forma yo lo necesitaba.
—¿Qué tienes, Leila? —preguntó.
Nos separamos y lo miré.
—Es una larga historia, Ángel —dije.
—Tengo mucho tiempo —dijo.
Suspiré.
—Está bien, pasa —dije y me hice a un lado para que entrara.
Dejé la puerta abierta y luego me senté en la cama, Ángel se sentó en el piso.
—Tuve algo con Paul en todo este tiempo —conté—, pero al parecer no funcionó.
Ángel se quedó callado y su silencio me desesperó un poco.
—Ahora que lo pienso, se ve que traían algo —dijo.
—¿En serio?
—Era muy obvio, Leila, estaban todo el tiempo juntos y hablaban mucho —dijo.
Era imposible ocultar algo que fue tan bonito en su momento.
—En verdad me siento muy mal —dije con tristeza.
Ángel se levantó y se sentó alado de mí.
—Leila, tienes que estar tranquila, no te pongas tan mal, siempre ve el lado bueno a las cosas —aconsejó.
—Me rompieron el corazón, Ángel, ¿eso es bueno? —lo miré.
—Claro que no, pero te evitaste un sufrimiento mayor antes —dijo.
Sus palabras me dejaron pensando demasiado, tal vez era cierto, evité un sufrimiento mayor.
—Tienes mucha razón —dije.
—Pase lo que pase, estaré aquí para ti, no lo olvides nunca —dijo mientras tomaba mi mano.
Tener a Ángel era más que suficiente, no me iba a sentir tan mal al enfrentarme a ese asunto, ya era muy doloroso. Solo esperaba que mi corazón roto no afectara en mi decisión, ya que cuando Paul se acercaba, siempre y siempre caía rendida.