La mirada de Paul hipnotizaba de una manera increíble, no podías escapar de eso fácilmente, te atraía aunque no quisieras, te llevaba a otro mundo aunque no lo pidieras; simplemente era hermoso todo lo que podías conocer con su mirada.
—¿Seguimos? —pregunté cuando reaccioné.
—Claro —dijo rápidamente.
Seguimos caminando y había un silencio muy incómodo entre los dos, yo quería hablar pero no podía decir nada, no me salían las palabras, tenía un nudo en la garganta muy fuerte y eso hacía que no dijera nada.
—¿Te sigue doliendo? —preguntó Paul.
—Ya no tanto —dije.
No sabía qué hacer para romper ese silencio incómodo, no se me ocurrían las palabras para decir, no tenía nada en mente.
—Oye, Paul —dije de repente.
Capté la atención de Paul rápidamente.
—Quiero volver a agradecerte por ayudarme, necesitaba ayuda y tú te ofreciste a hacerlo —dije.
—Es lo mínimo que haría, además no podía verte así, me preocupé demasiado.
—A pesar de todo, gracias —recalqué.
—Leila, todavía te sigo querien..
—No digas nada, Paul, solo sigamos —dije.
Me dolió demasiado haberle dicho eso, me hizo sentir mal interrumpir esa muestra de cariño que estaba por tener, pero no podía hacer nada; lo nuestro había terminado definitivamente.
—Está bien —dijo.
Seguimos caminando y las cabañas ya se veían desde nuestro lugar, ya habíamos llegado y eso me hizo sentir muy bien. Paul buscó a unas personas y rápidamente me vinieron a revisar, dolió porque tuvieron que quitarme lo que me hacía presión en mi tobillo, pero logré aguantar. Al parecer no era nada grave, el dolor era porque me lo doblé de una manera muy fuerte y tronó por el movimiento que hice con mi pie antes de que yo cayera. Me recomendaron que me quedara descansando y no hiciera ninguna actividad fuerte, ya que podía lastimarme más y podía ser peor.
Paul me llevó a la cabaña que me tocó con mi familia y me ayudó a acostarme en la cama, luego me puso una almohada en mi pie para que estuviera más cómodo. Me sorprendí tanto por su atención, decidió quedarse conmigo y no volver al recorrido.
—Bueno, con esto ya deberías estar mejor maña...
—¿Por qué lo haces? —lo interrumpí.
—¿Cómo? —preguntó.
—¿Por qué me ayudas? ¿Por qué tan atento conmigo? —pregunté.
—Eso no es una pregunta, Leila, tú bien sabes que lo haría siempre —dijo.
—En verdad no entiendo, no sé por qué lo haces.
—Leila, es muy obvio, ¿no crees?
—Solo responde mis preguntas —insistí—. ¿Por qué lo haces? ¿Cuál es el motivo? ¿Qué te hace ayudarme?
—Porque te amo —dijo rápidamente.
Me quedé en silencio y atónita, no pensé que me lo diría.
—Esa es la verdad, Leila, te sigo amando y cada día más fuerte —recalcó—. ¿Por qué crees que no hago nada? ¿Por qué crees que no insisto?
—¿Por qué me sigues amando?
—Leila, nunca había sentido esto, jamás me había enamorado de alguien, no había sentido esto por nadie, solo contigo —aclaró.
Quería corresponder esas palabras, quería decirle que también lo amaba y que sentía demasiadas cosas fuertes por él, pero era difícil, no solo por lo que pasó con Carolina, sino porque ya estaba por irme y no lo volvería a ver nunca más.
—Paul, en verdad ya no quiero sentir esto —dije.
—¿Sentir qué?
—Amor y dolor por ti.
Paul se quedó callado y yo tenía tantas ganas de llorar.
—Pensar en ti me lastima, recordarte me mata, verte me quema, hablar contigo me rompe —dije y mis lágrimas comenzaron a salir—. ¿Qué puedo hacer, Paul? No puedo hacer nada, solo quiero seguir con mi vida tranquila y dejar de sufrir —sollocé.
—¿Sigue siendo por Carolina? —preguntó mientras se acercaba a mí.
Se sentó alado de mí y verlo me lastimó más.
—No, Paul, no es solo eso —dije.
—Necesito que me perdones y que todo vuelva a la normalidad, no quiero seguir así contigo, Leila.
Ya no quería sentir dolor, ya no quería sufrir más por Paul y la única forma para seguir era perdonándolo.
—Sí, Paul, te perdono —dije.
Me limpié mis lágrimas y él quiso abrazarme, pero no lo dejé.