Me dolía demasiado y no podía calmarme, Carolina se había pasado y no entendía por qué me había hecho eso.
Mis papás se acercaron a mí y mi papá me cargó, ya que yo no podía levantarme.
—¿Qué pasó? —preguntó el señor Mario con preocupación.
—Mi tobillo —me quejé.
Vi la cara de sorprendida de Carolina, pensó que diría algo, pero no, de alguna manera no quería meterla en problemas.
—Tendremos que volver a las cabañas, familias, suspenderemos el resto del viaje —anunció el señor Mario.
Todos estaban preocupados, así que aceptaron, aunque me sentí mal por todos porque no quería arruinar su viaje.
Las camionetas llegaron por nosotros y entramos en ellas, me acostaron en el asiento de atrás y el chofer comenzó a manejar.
—¿Cómo te sientes, hija? —preguntó mi mamá.
—Me duele un poco, pero estoy bien —dije.
—Ahora llegarás a descansar —dijo mi papá.
Llegamos en cuestión de minutos a las cabañas y mi papá me cargó de nuevo, luego me llevó a la cabaña rápidamente y me acostó.
—Van a venir a verte, el señor Mario mandó a llamar a alguien para que te revise —dijo mi mamá.
—¿Crees que ahora me lo haya lastimado? —pregunté con preocupación.
—No te preocupes por eso, hija, todo estará bien —dijo mi papá.
La persona que mandó a llamar el señor Mario llegó en cuestión de minutos, me revisó y al final me dijo que estaba bien, que necesitaba más descanso y que no lo forzara.
—Trata de descansar, hija, mañana ya estarás mejor —dijo mi mamá.
Eso esperaba.
—Leila, te viene a ver alguien —dijo mi papá mientras entraba a la cabaña.
Había salido a buscar hielo en la cocina, igual me lo recomendaron.
—¿Quién? —pregunté con curiosidad.
—Ángel —dijo mi papá.
Ángel entró y yo sonreí, me alegraba mucho verlo.
—Leila, que bueno que ya estás bien —sonrió.
—Pensé que me lo había lastimado más —dije con preocupación.
—Bueno, los dejamos —dijo mi mamá.
Mi papá me dio el trapo con el hielo y luego se fueron.
—¿Quieres que te lo ponga? —preguntó Ángel.
—Claro —dije.
Le pasé el trapo con el hielo y me lo comenzó a poner, me dio cosquillas y dolió un poco al principio, pero aguanté.
—¿Crees poder estar lista para mañana? —preguntó.
—Espero, por eso descansaré el día de hoy, no quiero que se ponga peor —dije.
—Dime la verdad, Leila, ¿fue Carolina? —preguntó de repente.
—¿Cómo? —me hice la que no entendí.
—Leila, no te hagas, yo vi todo —dijo.
No podía mentirle, ya sabía todo.
—Ay, está bien, fue ella.
—¿Por qué no dijiste nada? —preguntó.
—No quería meterla en problemas —dije.
—Leila, pudo ocasionar algo grave.
—Lo sé, pero ya, no pasó nada, estoy bien —dije.
—Está bien, pero no permitas que vuelva a hacer lo mismo —dijo.
Ángel se quedó conmigo casi todo el día, platicamos de muchas cosas y sentí una conexión fuerte con él. Era muy buena persona conmigo, atento y nunca me descuidaba, en verdad lo quería mucho.
El día no tardó en acabar y comenzó uno nuevo, había despertado con una energía muy positiva y mi tobillo ya estaba casi bien, ya casi podía apoyarlo. Mi mamá me ayudó a cambiarme, ya que tenía que alzar el pie para ponerme el short y no se me dificultara tanto, así que no fue tan complicado esa parte. Mis papás me ayudaron a caminar al comedor, me apoyé en ellos para no poder apoyar mi pie al cien, todavía dolía al apoyarlo.
Llegamos al comedor y me senté rápido en las sillas, mis papás irían por mi comida, yo quería ir pero ellos no me dejaron.
—Hola, Leila —saludó Ángel mientras caminaba hacia mí.
—Ángel —sonreí.
La conexión con Ángel era muy fuerte y no entendía por qué ocurría, era un gran amigo para mí y estaba conmigo cuando más lo necesitaba.
—Te tengo una sorpresa —dijo con una sonrisa.
—¿Cuál? —pregunté con curiosidad.
—La verdad soy muy despistado, me llevé la mochila que uso en la universidad y no saqué nada antes del viaje —contó—. Estaba revisando y me encontré con esto —dijo y me mostró una venda.