Un verano inesperado

∞Capítulo 40: "Regreso"∞

Los días siguieron pasado y el final llegó, quedaba un día para que acabara todo y todo volviera a la normalidad. Me sentía muy triste al saber que ya debíamos volver, no quería irme, quería quedarme más tiempo y que no se acabara el tiempo.

Las cosas entre Ángel y yo mejoraron demasiado, él entendió que era mejor tenerme como amiga y no como otra cosa, me alegró mucho que me lo dijera. Carolina ya no estaba detrás de Paul y eso me sorprendió mucho, antes estaba pegada a él y quería llamar su atención, pero después no. Paul cambió totalmente conmigo y yo no entendía nada, ni siquiera me miraba, no me dirigía la palabra, no se acercaba a mí, se alejaba cuando me acercaba y no ponía tanta atención cuando yo hablaba. Ya quedaba menos para irme y no quería regresar con esa confusión, quería arreglar las cosas con Paul pero era imposible si él no se dejaba.

Los viajes a visitar se acabaron y nos mantuvimos en las cabañas, ahí hicimos muchas actividades muy divertidas, como fogatas, dinámicas y más cosas para unirnos a la cultura. Había sido el mejor viaje de mi vida y jamás me arrepentiría de haber ido. 

—¿Qué harás con Paul? —preguntó Ángel. 

Ángel y yo nos encontrábamos sentados en las escaleras del salón principal, estábamos platicando de lo mejor del viaje y al final salió el tema de Paul. 

—No lo sé, las cosas empeoran cada día más y no sé por qué —dije con tristeza. 

—¿Ya hablaste con él? 

—No, no puedo, él siempre se aleja cuando yo me acerco —dije. 

—Deberías hablar con él, mañana te vas y eso debería de motivarlo a hablar contigo. 

—¿Por qué no lo hace? —pregunté. 

—Amiga, existe el orgullo —recalcó. 

Era muy cierto lo que decía. 

—Paul no es de esos —dije.

—Tú tampoco lo eras y mira, lo fuiste —dijo. 

Dolía que tuviera la razón, pero debía aceptarlo. 

—Tienes razón, Ángel, me siento demasiado mal al haberlo hecho, debí escucharlo cuando él me insistía —dije con tristeza. 

—Mira, no te atormentes, todavía estás a tiempo de remediar eso, no es tarde —dijo. 

—¿Crees que deba hablar con él? —pregunté. 

—¿Tú crees lo mismo? 

Esa pregunta me dejó pensando demasiado, en parte sí, pero no sabía cómo hacerlo; por otra parte no, sentía que no me escucharía y que era muy tarde. 

—Vamos, Leila, lucha por lo que quieres —motivó. 

—Tienes razón —dije con firmeza. 

Me levanté y comencé a caminar, necesitaba encontrar a Paul y decirle todo lo que callé por un tiempo, ya no podía reprimir mis sentimientos, necesitaba sacarlos de mí.

Cuando por fin estaba dispuesta a decir todo y sacar mis sentimientos, me encontré con una escena triste para mis ojos. Paul estaba en el comedor y no estaba solo, Carolina estaba ahí, solo que Paul tenía su mano con la de Carolina y eso me dio a entender que jamás podría decirle nada, él ya no estaba interesado en mí y eso era mi culpa. Me fui corriendo a mi cabaña y entré rápido, no quería saber nada de nadie y no quería ver a nadie. Mis papás no estaban, así que me dio tiempo de llorar y de culparme, de alguna manera lo era, no dije las cosas cuando debía y cuando el tiempo no era un enemigo para mí. Había perdido a Paul y era muy tarde para recuperarlo, ya no tenía la oportunidad, la perdí.

Tocaron la puerta de la cabaña y yo me levanté a abrir, no quería ver a nadie y mucho menos hablar, pero no quería ser mala. Abrí la puerta y de repente Paul entró rápidamente, se acercó a mí y su rostro estaba cerca del mío, ambos queríamos cortar esa distancia, queríamos romper la distancia y era horrible no tener la iniciativa para hacerlo. 

—Paul —susurré. 

—Leila —susurró. 

Estaba por besarme, nuestros labios estaban por juntarse, hasta que desperté. 

—¡Paul! —exclamé. 

Reaccioné y me di cuenta de que estaba soñando, todo había sido un sueño y eso me hizo sentir muy mal. Paul se hacía cada día más inalcanzable, un chico imposible y muy lejos de tenerlo.

Salí de la cabaña y caminé al comedor, ya no estaba Paul y mucho menos Carolina, solo estaba Ángel y agradecía haberlo encontrado. 

—Ángel —lo llamé. 

—Cuéntame todo —dijo con emoción. 

Me senté en frente de él. 

—No ocurrió nada —dije con tristeza. 

—¿Por qué? —preguntó. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.