Un verano para enamorarse

¡QUÉ SUERTE TUVE! 3


—Ahora entiendo por qué me esquivabas tanto cada vez que coincidíamos en la escuela de nuestras hijas, pero te juro que yo no sabía nada…


—Perdóname, de verdad lo siento por no buscarte e intentar aclarar la situación contigo es sólo que…


—No debió ser nada fácil para ti, lo entiendo… —ambos estaban tan ansiosos por explicar la situación que sin darse cuenta se interrumpían constantemente.


De la misma forma en la que inició esa conversación, ellos continuaban inmersos en la expectativa que les generaba el poder aclarar las cosas mientras entendían que ninguno tuvo la culpa de lo sucedido, que ambos habían sido víctimas de la maldad y avaricia humana, pero, sobre todo, que existía la posibilidad de retomar aquel, sublime y espontáneo, sentimiento que nació aquella noche entre ellos dos.


De nuevo, sus miradas coincidieron, sus corazones se aceleraron y la esperanza renació con más fuerza que nunca.


—Anais, yo… —y el silencio reinó cuando sin poderlo evitar, como si fuesen atraídos uno al otro con el magnetismo de un gigantesco imán, sus labios encontraron el camino que los llevaba directo al paraíso.



A la mañana siguiente, aunque Abel continuaba rabiando y peleando con la pésima señal de su teléfono celular, a varios de los vacacionistas ya no les importaba tanto que, a las nueve de la mañana, su yate aún no hubiese regresado a buscarlos.


No cuando Anais y Brandon habían disfrutado de una noche mágica y del amanecer más espectacular de sus vidas, al ser testigos de los primeros rayos de sol asomándose entre las nubes, abrazados y sentados en la arena con los pies sumergidos en el plácido vaivén de las ondas producidas por la fría brisa matutina.


No cuando Annie y Emily, sonrieron de par en par, al darse cuenta de que nadie les regañaría si corrían de la cama directo a la blanca arena, cubriendo con ella las piernas de sus risueños padres, ayudándose de sus palitas y cubetas.


Menos cuando Rodrigo sonrió con picardía al darse cuenta de que, su acción de la noche anterior, había producido buenos frutos y por fin su amigo se daba la oportunidad de conocer la verdadera personalidad de la mujer que anhelaba desde que la vio por primera vez.


Tampoco cuando Beatriz, quitó el teléfono de la mano de Abel y lo apagó para que el escolta dejara de martirizarse y entendiera de una vez por todas que algunas situaciones, por muy imprevistas que parecieran, podían traer consigo toda aquella felicidad que siempre deseaste y que jamás esperaste encontrar. 
Mientras, Anais y Brandon, se mantenían cual tortolitos enamorados admirándose uno al otro. Annie y Emily, a sus espaldas, se abrazaron y se dieron la mano, felices por haber cerrado un provechoso trato. Rodrigo se carcajeó ante la pintoresca escena de las traviesas niñas y levantó su pulgar hacia ellas en señal de aprobación. Beatriz se acercó a él palmeando satisfecha su hombro mientras que Abel sólo podía mirar de uno al otro, intentando entender la situación.


—El yate no nos abandonó, ¿cierto? —preguntó con recelo a sus acompañantes quienes negaron conteniendo sus cómplices carcajadas para no desviar la atención de la pareja que aún permanecía ajena a todo.


Porque, aunque Anais y Brandon se sintieran muy afortunados, su suerte no era sino la consecuencia de una acción. Nada en la vida se da por sí solo, sin importar si nos damos cuenta o no, siempre será necesario un pequeño impulso que inicie la labor. 


FIN 

 

 

☀️☀️☀️☀️

 

Autora: Marilyn Faneite 
 



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En el texto hay: verano, romance, amor de verano

Editado: 11.08.2022

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