Un verano para enamorarse

Amor de verano 2

Tres años más tarde

 


—Venga Patri, no seas así. Tienes que salir más. Necesitas conocer gente, sobre todo hombres, eso es lo que te hace falta.


Cojo una montaña de ropa que hay donde los probadores y pongo en unos de los mostradores de la tiende. Voy prenda por prenda, colgándolas en su percha, doblando y colocando en las estanterías, mientras mi compañera y mi jefa, intentan convencerme para que salga y tenga citas a ciegas con chicos.


—No voy a quedar con nadie que vosotras dos me presentéis —Las digo, señalándolas con una percha amenazadora—, vuestro gusto en hombres…no me fio. Os tengo que enumerar vuestras conquistas? —niegan riéndose—, ya decía yo.


—Acabamos de colocar esta ropa, cerramos la tienda y nos vamos a tomar las tres una cerveza bien fría. Luego, ya te puedes ir a casa, sola y triste —Tania es buena jefa, pero piensa que si no tienes un hombre a tu lado, la vida es un aburrimiento.


—Acepto la cerveza. Luego ya veré, como de triste me voy a casa…


Entre Amanda y yo, colocamos la ropa, dejando la tienda, como si no hubiera entrado, una manada de guiris, arrasando las estanterías. Dejamos que Tania haga caja tranquilamente, salimos del local, pero antes, la avisamos que estamos en el chiringuito de enfrente, donde si no.


Es viernes, se nota que la gente viene el fin de semana a descansar. Aunque también hay gente veraneando, estamos a primeros de mes de Julio y ya parecemos sardinas en lata. Amanda entra en el bar, cuan torbellino, sin decir nada a nadie, pasa a la terraza cogiendo una de las mejores mesas, con vistas al mar y a la puerta, donde ellas tienen puestos los ojos, a la caza de su próxima víctima.


No pasan dos minutos, cuando tenemos sobre la mesa un par de cervezas, junto con el aperitivo preferido de las tres, aceitunas y frutos secos. De algo tiene que servir, trabajar enfrente y desayunar todos los días. Antes del primer trago, chocamos las botellas, según esta loca, es un ritual que nos trae suerte.


El ambiente es fiestero, música muy alta y gente hablando a gritos, para poder entenderse. No veo a nadie, con las manos vacías, todos con una copa o botella. Me hace gracia, soy de las que pienso, que el más abstemio, llega a Ibiza y deja de serlo. Prueba de ello soy yo, no bebía nada de alcohol, para que bebiera algo de vino, recuerdo que David, casi me suplicaba. El día de nuestra boda, no recuerdo ni tomar un sorbo de champagne para brindar, sólo mojaba los labios.  


Me quedo mirando a mi alrededor, no me puedo creer, lo que ha cambiado mi vida en  estos últimos años. Aunque hay algo que sigue igual, mi amor por mi ex marido, eso soy incapaz, le busco en todos los hombres que se me acercan y que luego los mando a tomar viento. Vieja amargada, es como me voy a quedar, según estas dos chifladas.


—Ohhhh, esto es increíble. Hay carne fresca en la isla!! —sí señores, ha llegado mi jefa, cerveza en mano y la sutileza saliendo de su boca—,  he visto un grupo de chicos, que llevan viniendo muy a menudo desde hace un par de meses. Me ha costado decidir por alguno, están todos para morirse.


—Y el pobre ganador? Ya sabe a que atenerse? —pregunto riéndome.


—Nooo, será una sorpresa. Pero te juro, que cae rendido a mis pies, en menos de veinticuatro horas —chocamos las cervezas, como si fuera un pacto— es guapísimo. Aunque tengo que confesaros, que en este viaje, falta uno de ellos, ese sí que era guapo, tenía algo…


—Todos tienen algo para ti —decimos al unísono Amanda y yo.


Seguimos con otra ronda de cervezas, les digo que es la última. Amanda me apoya, riéndose con cara pícara. Tiene un inglés comiendo de su mano y a ella se le cae la baba por él. Capaz se me va a Inglaterra por amor, quien sabe.


—Tania, te quiero y te adoro, pero me voy para casa. Te dejo con tus amoríos —me despido de ella con un abrazo.


—Eres mala amiga, me abandonas a mi suerte —me río de la tontería que dice— vete, vete, disfruta de tu fin de semana libre.


—Créeme que lo voy a hacer —le digo despidiéndome con la mano. Nunca he tardado tanto en salir de este local, está tan lleno, que las camareras no tienen suficientes manos. Salgo por la puerta y me despido de los chicos de seguridad—, hasta luego chicos, que os sea leve la noche.


—Descansa Patri —me dicen al unísono.

 

Salgo a la calle, hace una noche agradable, veo una pareja que se abraza y besa, se dicen algo al oído y se ríen. Saco el móvil, marco el número de mi madre y espero a que lo coja. Dan cinco toques, nada, que raro me parece. Llego a mi casa después de dar un paseo. Una larga ducha me quita el calor y el cansancio. Me preparo algo para picar, descorcho una botella de vino blanco y me hecho una copa, a esto es a lo que me refiero, estos placeres que hasta llegar aquí, no conocía por tonta. Me siento en la terraza y vuelvo a marcar a mi madre.


—Cariño, vi tú llamada perdida y pensé que no ibas a volver a llamar —me dice con una voz triste.


—Sabes que sí te llamo, no me seas exagerada. Os pillé cenando? —pregunto mientras me llevo la copa a mis labios. Hay un silencio al otro lado de la línea, si conocierais a mi madre, ya hubierais llamado a la policía.



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En el texto hay: verano, romance, amor de verano

Editado: 11.08.2022

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