Miro a David sin poder creerme, lo que sale de su boca. Me levanto del banco y empiezo a caminar, sin rumbo, sin saber a donde me llevan mis pies, pero camino despacio, masticando cada palabra que acabo de escuchar. Las farolas del parque, me dicen que le tengo detrás de mí, su sombra le delata, él camina en silencio, yo creo que hoy a dicho demasiado.
—¿Porqué David? —Me mira incrédulo, sin saber de qué le hablo.
—No entiendo la pregunta, cariño —me dice, como si no acabara de romper la vajilla entera.
—No te atrevas a llamarme cariño, no soy tu cariño!! Dejé de serlo, en el momento en que soltaste una mentira tan grande de mí!! —No me doy cuenta que estoy gritando, hasta que veo a todas las parejas mirando. Me acerco a él y con mi dedo índice, le empiezo a dar golpes en su pecho, que poco a poco van subiendo de intensidad—, eres un pŮtø c@brőn, has dejado que tus padres pensaran algo que no es cierto, he pasado tres años intentando volver a enamorarme de alguien, pero no pude!!
Me siento en mitad del paseo, sobre el asfalto, me da igual lo que la gente piense de verme así, me da igual todo. Las lágrimas de rabia, bañan mi cara. Su sombra me avisa que se está agachando y que una de sus manos, va a ponerla sobre mi hombro.
—¡¡NO ME TOQUES!! —Quita la mano, como si mis palabras le quemaran.
—Deja que te explique Patricia, por favor —Su voz se entrecorta, me levanto sin su ayuda, aunque él me la ofrece. Salimos del parque, vamos al descampado de al lado, no quiere público que vea como le grito. Nos sentamos en el césped, pero con las mismas vistas igual de preciosas. Me quedo mirando la ciudad, en silencio, ya mi cabeza no me da para pensar.
—David, estoy esperando a que empieces a hablar. Y sólo te lo voy a decir una vez, no mientas, sólo dí la verdad. Yo nunca te mentí —mis palabras suenan frías, sin sentimiento, ni siquiera le miro para decírselo, mi mirada sigue en las luces de la ciudad.
—Lo sé, lo sé, siempre supe que no me mentiste —cuando oigo eso, voy girando mi cabeza lentamente, procesando las cosas, me quedo mirándolo, ahora sí que no entiendo nada. En estos momentos, me da la impresión, que enfrente de mí, no tengo al hombre que me casé, sino más bien, tengo un niño asustado, porque le pillaron haciendo una trastada y muy gorda—, ¿vas a dejar que hable o vas a gritarme cada dos palabras?
—¿En serio me estás preguntando eso? Ahora mismo, me apetece darte una patada en tu puñetero c…, irme y esta vez, conseguir olvidarte.
Durante lo que me parece una eternidad, vuelve ese silencio tan espantoso, que precede a la tormenta. Le miro fijamente, miro al hombre que quiero, a la persona que me ha hecho la mujer más felíz del mundo. Mi madre dice, que soy impulsiva, que no pienso las cosas antes de decirlas. Pues no me ha ido nada mal…
—David, voy a hacerte las cosas más fáciles —digo mientras me levanto, él quiere hacer lo mismo, pero no dejo que lo haga—, no quiero oir nada. Estamos divorciados, punto y final, tú te quedas y yo me voy al sitio que me corresponde, aunque sea lejos de mi familia. Me da igual, que sepas que nunca te fui infiel —quiere hablar, pero vuelvo a hacerle callar—, no me valen las escusas a estas alturas. Has tenido tres puñeteros años, para aclarar las cosas con tu padre. Siempre dijimos, ser sinceros y ahora mismo, pon atención, porque voy a ser demasiado sincera.
Asiente, cojo aire y por primera vez en mi vida, pienso bien las palabras que voy a decir.
—Te quise mucho, mejor dicho, te quiero muchísimo. Intenté salir con otros hombres, conocer gente, ser féliz sin ti. No lo conseguí, te buscaba en todos —me pongo a su lado de cunclillas, sus codos descansan en sus rodillas y con las palmas de su mano, se tapa los oídos—, da igual que no quieras oírme, porque lo vas a oir.
Espero un poco, quiero que me mire por su propia voluntad, tarda un poco, pero termina por mirarme a los ojos.
—David, hoy me has hecho mucho daño, esa mentira me mató, me siento mal, engañada por el hombre que amo. Acabas de perder mi confianza. Aquí pongo final a la amistad que tuvimos. Necesito alejarme de ti, ahora de verdad —Freno un poco, le acaricio la cara y él hace lo mismo conmigo, limpiándome las lágrimas—, necesito empezar de cero, rehacer mi vida lejos de ti.
—Así por las buenas, se acabó todo y no dejas que te cuente —dice, mientras me agarra del brazo, haciendo que gire bruscamente y me caiga sobre él—, te quiero Patricia, tampoco he dejado de hacerlo todo este tiempo. Maldigo mil veces lo imbécil que fui. Serte sincero hoy, era para darnos una segunda oportunidad, si es necesario, nos vamos juntos, donde tú quieras, empezamos de cero los dos juntos. Déjame que te cuente, como fueron las cosas.
—No —Saco fuerzas y me suelto de su agarre—, no quiero saber nada. No me sigas o gritaré —Se para en seco, sabe que lo haría, aprieta la mandíbula de tal forma, que la va a desencajar—, déjame ir. Nos despediremos aquí ahora y para siempre. Tienes que rehacer tu vida, yo lo voy a hacer, tenlo por seguro.
Me giro y me voy, no oigo pasos, por una vez me hace caso. acelero un poco, quiero llegar cuanto antes a mi casa.
—Te quiero Patricia, te quiero. Perdóname, por favor —los gritos retumban en todo el parque.