Bajo del avión y junto con los demás pasajeros, me subo al bus que nos lleva a la terminal, más concretamente a la zona de llegadas.
Vamos como un rebaño, hasta la cinta transportadora, hoy sí facturé la maleta, la verdad que me he traído bastante ropa, evidentemente, con sus accesorios. Me voy a tomar una semana para mí sola, en el hotel también hay spa. Voy a ir como nueva y renovada.
Antes de coger el avión, puse a Tania y a Laura al tanto de mi decisión. Ambas están encantadas. A la vuelta, voy a hacer esa llamada, que hace un año, tenía que haber realizado. Que suerte la mía, mi maleta es de las primeras, ahora solo falta, que en la oficina del coche de alquiler no tenga mucha gente y me puedo poner en marcha hacia el paraíso.
Me conozco el trayecto, es el mismo que hacía con David. Es como si volviera a vivir esos días, pero sin él. Por un momento, me pongo melancólica, pero me digo a mí misma, que nada de eso, una semana para mí sola y luego iría a buscar a mi amor.
Le pregunté a mi hermana, si debería decirle a David que iba sola, pero ella me dijo que no. Que él me dio espacio para pensar, no debía de molestarle con cada cosa que haga. Pues nada, así lo haré.
Llego al hotel, estando en recepción, el jefe de éstos, me da la bienvenida, se acuerda de mí, me pregunta si esperamos la visita de mi marido y no le saco del error, le digo que esta semana es para mí, para descansar, debe de hacerle gracia, porque no para de mirarme y reir. Cuando se despide de mí, lo hace llamándome por el apellido de casada, le miro y le sonrío, me gusta como suena.
La habitación magnífica, no me esperaba menos, por algo tiene cinco estrellas. Vistas al mar, petición por capricho. Saco la ropa de la maleta, la voy colocando en el armario. Los vestidos colgados, para no arrugarlos, aunque el servicio de lavandería siempre ha tratado la ropa muy cuidadosamente. En el baño, las cosas del neceser, las guardo en un pequeño y coqueto armario debajo del lavabo. Me fijo en la bañera, sales aromáticas, será para que no le acabe con las existencias del jabón del cuerpo…me río sola.
Suena el teléfono de la habitación, me parece algo raro, nadie sabía a que hotel venía. Es de recepción, me dicen que como bienvenida, tengo una mesa reservada a mi nombre. Les digo que debe de ser un error, y me dicen que es gentileza del hotel, como huésped repetidora que soy. A las nueve en punto, me dicen que es la mesa, en el Restaurante Marbella, al lado de las piscinas. Les doy las gracias.
Conociendo el hotel, sé que es un restaurante, donde tienes que ir vestida de etiqueta. Vuelvo al armario, menos mal, que traje diferentes modelitos. Después de una ducha reparadora, elijo la ropa interior acorde al vestido que pienso llevar.
Me decanto por un vestido de color negro, este siempre triunfa en cenas formales. Llevo los hombros al descubierto, con un pequeño tirante de flores, dejándose caer por mis hombros. No es ajustado, tiene algo de vuelo desde la cintura hasta el suelo, asimétrico. Me encanta corto por delante hasta las rodillas y largo por detrás. Unas sandalias abiertas, de tacón alto y atadas con unas tiras de seda negras. Para no ir tan de negro, llevo una cartera de mano, color plateada como mis pendientes. Regalo de David, no estoy segura del momento en que me lo hizo, siempre fue muy detallista y me hacía regalos continuamente.
Me miro al espejo, me gusta como lo que veo, hago una foto y la mando al grupo que creó mi hermana, en la que estamos nosotras, mi jefa y mis compis, “Marbella” llamó a dicho grupo. Cuando yo digo que están todas locas….después de leer todos los piropos que me dicen, guardo el teléfono en la cartera y salgo de la habitación.
La verdad, que venir sola a estos sitios, es un poco engorroso, la gente me mira como si fuera un bicho raro. En la puerta del restaurante, me sale a buscar el metre, me dice que mi mesa está preparada. Cuando me acerco a la mesa, quedo mirando el paisaje nocturno, es precioso, digno de una noche romántica. Se me acerca el jefe de recepción, me dice que han dejado un sobre para mí, pidiendo que me sea entregada, una vez, que estuviera sentada en la mesa.
Le pregunto por la persona que la entregó, no me sabe decir, solo sigue instrucciones. Pido agua para beber, miro el sobre, pensando si lo abro o no. Doy un trago al agua y me hago la valiente, dejo la cartera a un lado y empiezo a abrir el sobre, de él saco un folio blanco, lo desdoblo y veo que es una carta escrita a mano, pero no conozco esa escritura.
“Mi querida Ibiza, me encantaría estar ahí contigo, disfrutando de esas vistas tan preciosas. Llevamos un año hablando, conociéndonos. Nunca has mencionado a tu ex marido, supuse que era un tema doloroso y si es así, es porque algo queda entre vosotros. Yo tampoco te hablé de la mía, porque me pasa lo mismo. Sé que no cancelaste tu viaje, sé que este lugar es especial. No estoy enfadado, al contrario. Espero que tú puedas perdonar un pequeño atrevimiento que tuve, en su momento sabrás de que te hablo. Todo lo hice porque TE QUIERO en mi vida. Disfruta de la velada, lo mejor, está por venir.
Atte. ENAMORADO DE TI”
Cierro y guardo en el sobre la carta, miro alrededor. No entiendo, mi desconocido me conoce. Los camareros, están pendientes de mí, es como si tuvieran órdenes de vigilarme. Les digo que me pueden servir la cena y el metre, me comenta, que para cenar, tengo el reservado de fuera para mí, que no le pregunte, que sólo cumple órdenes.