Un verano para enamorarse

Mi persona perfecta 2

Daniel era tan lindo, mi proceso fue muy lento dada mi timidez, ¿y si venía otra y me lo quitaba? O si peor y tenía novia, todas esas dudas siempre me surgían, no me debía ilusionar.


En los días siguientes siguieron los mismos roces inocentes, él seguía sirviéndome personalmente, me daba cuenta que no lo hacía con nadie más y eso me daba más esperanzas, pero cuando llegó el sábado de la semana que lo conocí no lo encontré, me senté y esperé por más de media hora y nada, no aparecía, me entristecí muchísimo y no pedi ningún café, pues como él nadie lo preparaba mejor, imaginé que era su día libre, ya sabía que no tenía que ir ese día.


Al no encontrarlo sentí un gran vacío, ya no quería ni café, aunque lo preparé en casa, ya no quería nada, ahí mis dudas aparecieron, ¿y si tenía alguien? y yo ilusionandome, pero no sabía nada de él, eso me mortificaba, quería saber todo de él, así si tenía novia me alejaba para no sufrir.


Salí cabizbaja, con el ánimo en el suelo que no noté quien estaba a mi lado hasta que escuché mi nombre, pero no solo eso, si no la voz de quien me llamaba.


—¡Becky! —me volteee inmediatamente y vale que no estaba preparada para verlo así, en una gran moto negra, hermosa, vestido con unos jeans negros bien ajustados, un polo tan azul como sus ojos y una chaqueta de cuero negro en combinación con la moto, un hombre de revista.


—Eh... —tartamudeo—  hola —levanté mi mano porque no tenía el valor de acercarme y darle la mano.


—Hola —me dijo muy entusiasmado con un toque de nerviosismo—, como hoy es mi día libre ¿te gustaría dar un paseo conmigo en mi moto? —!que¡ ¿me decía lo que creía? sería una cita, conmigo, estaba encantada, solo me acordé de una frase que a mi madre le encantaba decirme: Las oportunidades son calvas y hay que aprovecharlas.


No soy atrevida por naturaleza, al contrario soy miedosa y tímida, pero ese chico me gustaba mucho y no quería perderlo, pues si me pedía un paseo que parecía más una cita no podía desaprovecharlo y que otra lo hiciera por mí, así que adiós a mi timidez.


—Sí, claro que quiero —dije muy segura, aunque por dentro me estuviera muriendo de la vergüenza, si mi familia me hubiera visto fliparía.


Cuando me acerque, lo hice con duda, nunca me había montado en ninguna moto, era muy grande para una persona tan pequeña como yo, así que para no parecer más tonta de lo que era se lo dije.

 

—Eh... —me aclaré la garganta—, Daniel, nunca me he montado en una moto, no sé cómo hacerlo.


—Ven que te ayudaré.


Me ofreció su mano y yo la acepté sin dudarlo ni un segundo, confiaba en él y no sabia el porque si apenas nos conocíamos, cuando nuestras manos se tocaron sentí una calidez y una paz inusual que me relajó al instante, el me jaló hasta que estuve frente a él, me indicó que pusiera mi pie derecho en el pedal y que con cuidado diera un pequeño brinco separando al mismo tiempo mis piernas hasta quedar sentada en el asiento de la moto, todo eso mientras me sostenía todavía la mano, me pasó un casco, se puso el de él y me dijo que me sostuviera abrazándome a él.


Cuando arrancó me aferré a él como si se me fuera la vida en ello, no tenía miedo, me sentía segura con él, lo que sí estaba era muy emocionada por haber algo que nunca pensé hacer, una moto, ni en mis locos sueños de adolescencia.


El paseo fue hermoso, pasamos por varias calles preciosas, sentir la brisa en mi cabello fue mágico, sentir el calor de su cuerpo contra el mío fue muy íntimo, ese viaje le dio puntos a que me guste más, no quería que se terminara, quería que estuviéramos así para siempre, suspiraba como una enamorada sin solución.


Cuando paramos en una heladería, me pregunté si él tampoco quería que se terminara, pedimos y para mi sorpresa nos gustaba el mismo sabor, el chocolate, que coincidencia más romántica, nos reímos por la ocurrencia mientras nos sentábamos y nos pusimos a charlar.


—¿Vives cerca de la cafetería? te pregunto porque te vi llegar caminando —me preguntó cuando ya habíamos devorado la mitad de nuestros helados.


—Si, a solo dos cuadras —respondí con la verdad—, ¿llevabas mucho esperándome afuera? no te vi cuando llegué —pregunté curiosa.


—En realidad —dijo un poco tímido—, como parecías que estabas preocupada por algo, no quise interrumpirte, así que decidí solo esperar a que salieras —dijo bajando los hombros restándole importancia.


—Oh ok —dije sorprendida.


—Si, es que no quería interrumpirte —solo asentí no podía decirle que iba pensando en él.


—¿Y tú? ¿vives cerca o lejos de la cafetería? —De verdad que tenía mucha curiosidad, cualquier cosa de él quería saberlo.


—¿Yo? —lo mire con cara de que obvio y se rió—,  yo vivo en la planta de arriba de la cafetería, diría que muy cerca de ella sí.


—Waooo, no sabía que tenían apartamentos arriba —dije realmente asombrada.


—No, solo hay uno, el mío.


—Ohhh, pues debes ser amigo del dueño para haber tenido una buena oportunidad para obtenerlo. —me arrepentí al instante de ser tan entrometida—,  perdón, no debí decir eso, disculpa.



#7792 en Otros
#2344 en Relatos cortos
#13289 en Novela romántica

En el texto hay: verano, romance, amor de verano

Editado: 11.08.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.