Un verano para enamorarse

Un pedacito de felicidad 1

Analía corría tras sus ovejas que se habían quedado relegadas en el camino, las demás ya estaba en casa y ella tuvo que volver tras estas que se rebelaron, aún no eran tan tarde, pero era mejor volver a casa antes de que las penumbras consumieran todo el bosque. Y no es que tuviera miedo, en realidad ella conocía cada rincón de este espacio y la oscuridad jamás la había detenido, pero un presentimiento le indicaba que las cosas hoy serian diferentes.


Cuando iba a medio camino escuchó un ruido que jamás había oído, era extraño y más porque depuse del ruido vino un estruendo que hizo temblar la tierra haciendo que cayera al suelo. De pronto tuvo miedo, como no la había tenido hace mucho.


Tomo a las dos ovejas entre sus brazos y se dispuso a seguir su camino, pero algo más fuerte que ella la desvió de su camino a casa. Caminó en medio de la maleza, no tenía miedo, ya que creció en medio de estos y conocía cada centímetro del bosque en el que vivía.


Vio con sorpresa como un montón de fierros estaban desperdigados por el suelo, la escena no era buena, “seguramente la persona que venía en esa avioneta ya no ha de estar en este mundo” pensó al ver como todo estaba destrozado, por fortuna no había llamas, solo unas pocas que pudo mitigar usando los conocimientos que su padre le ha dado.


Buscó a la o las personas que viajaban en esta avioneta, con ayuda de su fiel compañero lograron ubicar a dos de ellos, por desgracia ninguno presentaba signos vitales y no había más que hacer. Estaba por regresar a su casa cuando de pronto escuchó un leve quejido, al quitar un pedazo de hojalata se dio cuenta de que ahí estaba uno más, su cara estaba cubierta de sangre.


No podía dejarlo ahí.


Así que, como pudo improvisó y con algunos materiales que estaban ahí, logró acomodarlo perfectamente y arrastrarlo. La noche estaba cada vez más cerca y si no se apuraba, sus padres se preocuparían. 
Iba descansando mientras revisaba que siguiera con vida, por fortuna los dioses estuvieron de su lado y logró llegar a su casa sin mucha dificultad. Cuando lo hizo, su padre estaba esperándolo en la entrada, posiblemente por las penumbras, no se dio cuenta del bulto que traía arrastrando.


—Padre, ha ocurrido un accidente —hablo Analía y fue entonces que su padre notó lo que su hija cargaba.  


La madre también salió y entre los tres lograron llevar al muchacho dentro, alumbrados por unas velas y con el poco material que tenían lo curaron.  


—Mañana, cuando el sol salga, iré a buscar algunas yerbas —comento su madre mientras trataban de mantener al joven con vida.


—Yo iré en busca de ayuda —comentó su padre preocupado al ver el estado en que se encontraba el joven y siendo consciente de que ellos no podían hacer mucho por él.


—No padre, no podemos hacer eso, si lo haces tendrías que revelarles nuestra ubicación, además de que en su estado será imposible que podamos sacarlo. —Analía también sabía todo lo que implicaba, buscara ayuda, desde que muriera en el camino hasta que los descubrirán y terminaran con lo poco que había avanzado en años de cuidado, así que lo mejor era dejar en manos de Dios el destino dl joven y de ellos mismos.


—Tienes razón hija, lo mejor será que esperemos y con la ayuda de Dios este joven saldrá de esta y ya recuperado lo llevaremos devuelta a la civilización.


Nadie de esa casa durmió esa noche, por turnos cuidaban al muchacho que por instantes despertaba desvariando, diciendo cosas que ninguno entendía.


Cuando la mañana llego la señora Flor salió en busca de aquellas yerbas que lo podrían ayudar, pidió permiso a la madre naturaleza para usar sus plantas por el bien de un humano y más tarde volvió encontrándose con un panorama nada agradable. La fiebre subía cada vez más y la posibilidad de sobrevivir era muy poca.


Mientras hacía esto, su hija Analía y su esposo; el señor Juan, fueron a darles una sepultura a los hombres que habían perdido la vida trayendo consigo algunas de las cosas que pudieron rescatar de la avioneta y que podrían servir para ayudar el muchacho del que hasta ahora no conocían su nombre.


Analía se esmeró en cuidarlo, días pasaron antes de que él pudiera por fin abrir los ojos un poco más de tiempo, su rostro ya no se encontraba tan lastimado y poco a poco iba pareciendo una persona normal.  


A los ojos de Analía y ahora que lo podía observar mejor se dio cuenta de que era un chico muy guapo, su rostro, a pesar de los moratones, era hermoso, y al ver sus ojos termino por convencerse de que le gustaba.


Bruno estaba perdido entre las sombras, lo último que su mente recordaba era estar subiéndose a un avión, y nada más, todo se borró. Quiso despertar, pero algo se lo impedía. Entre sueños pedía que llamen a sus padres, que les diga que está bien, pero parece que nadie lo escucha. Sus palabras se pierden en el silencio, hasta que de pronto un día escuchó la voz angelical de alguien a quien no reconocía.  


Con el paso del tiempo esa voz se volvió tan recurrente que ansiaba el momento en que pudiera despertar para verla, esperando que no fuera solamente un sueño.


Entre estos sueños ve a un ángel que se esmera en cuidarlo, un ángel de cabellos color ébano y una hermosa sonrisa. Quiere tocarla, pero sus movimientos no se lo permiten, no le queda más que admirarla.



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En el texto hay: verano, romance, amor de verano

Editado: 11.08.2022

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