Un verano para siempre

Un verano para siempre

—¡Kari! ¡Aquí, mire por favor! —gritaban los reporteros. Los flashes me cegaban.

—Vamos, Kari. Ya casi es hora de la entrevista —me avisó Michael, mi entrenador.

—Sí, ya voy.

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—Kari, soy Amelia Chalanteur. ¿Cómo te sientes al llegar a la final de la Competencia de Natación Internacional?

—Se siente increíble. He trabajado duro y daré lo mejor de mí en la final.

—Okey... ¿Quién te motivó a convertirte en nadadora?

—Yo… —cerré los ojos un momento.

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—Vete, pero no te alejes tanto, Kari.

—Sí, papi —le dije antes de alejarme. Era pequeña y el parque acuático me parecía inmenso. Me senté cerca de la piscina. Quería entrar, pero el miedo me paralizaba.

—¿Me puedo sentar aquí? —preguntó una niña de cabello corto y pecas.

—Claro. —le dí espacio.

—Soy Alexandra, pero dime Ale. ¿Y tú?

—Kari

—¿Te bañas conmigo?

—Quisiera… pero me dan miedo las piscinas.

—Ow...Mi mamá dice que los miedos se vencen poquito a poco. Ven, yo te ayudo —me tomó la mano con decisión.

Dudé por unos minutos, pero acepté. Entramos despacio. Temblaba, pero también reía.

—¿Sabes nadar?

—Nop, pero ¿Sabes algo? quiero ser nadadora. Aunque no me tengo mucha fé.

—Todo se aprende. Y tú vas a lograrlo, Kari.

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Ese verano fuimos inseparables. Le pedí a mi papá que me llevara todos los días. Ale celebraba cada avance.

—¡Estás mejorando mucho! Vas a ser una gran nadadora.

—Y cuando lo sea, te mencionaré en cada entrevista. Siempre juntas, ¿sí?

—Ojalá así sea.

Un día, sentadas al borde de la piscina, me preguntó:

—¿Después de vacaciones podríamos vernos? Nuestras mamás pueden arreglarlo.

—Claro que sí, me encantaría.

Pero el verano terminó. El último día, cuando supimos que no podríamos vernos tan seguido, Ale lloró.

—No quiero que te vayas… —sollozaba, sin querer alejarse de mi.

—Tampoco yo —la abracé fuerte—. Pero nuestros papás dijeron que nos volveremos a ver.

—Lo prometo —cruzamos nuestros meñiques

Nunca volví a verla. Su mamá dejó de trabajar allí. Años después vi una foto suya, de viaje al parecer… y luego, nada. Pero gracias a ella perdí el miedo al agua, y gané el valor de soñar.

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—Perdón, Amelia, me perdí en mis pensamientos.

—No pasa nada, ¿Quién fue?

—Una niña, se llamaba Alexandra. Ella me ayudó a convertirme en quien soy hoy.

—¿Qué les dirías a quienes te admiran?

—Que no dejen que el miedo los frene. Mientras más lo enfrentas, más pequeño se vuelve... Y también, que hay personas que llegan a tu vida solo por un momento, pero cambian todo. Algunas no se quedan para siempre… pero dejan huellas que aveces ni el mismo tiempo puede borrar.

—Se nos acaba el tiempo, muchas gracias por responder a nuestras preguntas y muchísima suerte en la final, Kari, todos de apoyamos.

—Muchas gracias, Amelia, y gracias a todos por su apoyo.



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En el texto hay: miedos, ayuda emocional, amistad amigos

Editado: 07.08.2025

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