Un vestido alegre.

Un vestido alegre.

Alegre.

 

Ese había sido el lema de la semana.

Había un evento próximo y quería, deseaba y necesitaba un vestido de esos como para que no te pierdas.

En realidad era más por ese extraño sentimiento que tenemos aveces las mujeres. Necesitamos una prenda que nos haga sentir más guapas, transmita la seguridad que puede que nos haga falta en el momento y por aquello de complacernos ese caprichito.

Así que en mi búsqueda encontré uno color vino, con un amarre en el hombro derecho. Muy elegante y me llegaba al borde la rodilla.

Me quedaba perfectamente ajustado al cuerpo, de manera que daba una buena visión de la parte trasera. Sin embargo me pareció demasiado ajustado para lo que usualmente me ponía y el ponermelo tampoco me hizo sentir la emoción de haber encontrado la prenda adecuada para el estado de ánimo deseado.

El siguiente en salir de las perchas fue un vestido de tela semitransparente llena de encajes. Muy vintage.

Intenté meterlo pero me detuve al ver que ni siquiera mis caderas cabían por la estrecha cintura.

Las otras dos propuestas fueron un fracaso. Muy corto, muy grande.

Volví a rebuscar en las perchas sin darme por vencida.

Mi método de compras es sencillo y rápido. Me imagino en la prenda perfecta antes de ir a la tienda. Su color, su forma, el largo, y si es una prenda que combinare con otra, ya tengo hecho el conjunto en mi cabeza.

Así, cuando llego al almacén busco específicamente la prenda que ya he planeado en mi cabeza.

Y mi método se divide en tres fases. Si en alguna de ellas doy con lo que busco, pues ya está.

Las tres fases para encontrar mi prenda perfecta son: Guiarme por el color, la textura de la tela y diseño, si se trata de un estampado.

Color.

Saco las prendas que llaman mi atención en dicho color y descarto las hechuras hasta la que quiero.

Textura de la tela.

Sin ver en realidad las prendas, paso mis dedos sobre la ropa y al sentir la suavidad o calidez de alguna, compruebo el color y listo.

Diseño de la tela.

Es mi favorito.

Aveces quiero algo a rayas blanco y negro, a cuadros tipo Country, florar como para recordarte que estás en primavera o un vistoso diseño de calabazas para Octubre y copos de nieve para Diciembre.

Haciendo uso de mi método de tres fases, me regresé a la sección de vestidos.

Entonces lo ví y supe que era el indicado. Nunca había sufrido el amor a primera vista pero ésta vez caí flechada por el cupido de la moda.

Era amarillo.

Nunca había tenido una prenda en tal color y menos en un tono más claro que el de los girasoles. Sin embargo la textura de su tela me cautivó, la hechura y lo que terminó de hacer que le jurara amor eterno, fue darme cuenta que tenía bolsillos a los lados entre los pliegues de la falda abundantemente acampanada que nacía desde la cintura.

El largo era adecuado y justo lo que yo usaba. La parte superior se componía de una pieza que se ajustaba al torso, pero no de forma excesiva, sin mangas y un cuello de ojal.

Me fui corriendo al vestidor para ponermelo. Necesitaba verme al espejo con él.

La cremallera no subió cuando llegó a la mitad de mi espalda. De hecho a penas y cerró al rededor de mi cintura cuanto contuve la respiración y presionando mi abdomen hacia su parte interna.

Pedí ayuda para sellarlo por completo pero la verdad es que necesitaba un trozo de tela de 8 a 12 centímetros en mi espalda para que cerrara.

Me regresé al vestidor con un dolor en el pecho. Me veía en el espejo gigante frente a mi. Era perfecto. Pero no me quedaba. Dolió quitarmelo.

Con el mayor pesar del mundo volví a ponerlo en su lugar.

Sin embargo, la búsqueda de 45 minutos no fue en vano.

Usé el método de textura. Mis dedos aterrizaron en una suave tela, pero no se trataba de seda.

Saqué el vestido y se trataba de un Calvin Klein original. Revisé la talla y era exactamente la mía.

Era color crema y con unos triángulos en la cintura. Los puntos de éstos se juntaban sobre la zona central del vestido correspondiente  al ombligo para crear una ilusión óptica de cintura mucho más estrecha.

Fui al probador y no había más que decir.

- Lo llevo- le sonreí feliz a la chica que me atendía.

Cinco minutos después salí de la tienda. Talvez no con un vestido alegre color amarillo canario como el que deseaba pero si con uno elegante y en mi talla cuatro.




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