A veces, el mayor ruido que escuchamos viene de nuestra propia mente. En clase, rodeados de personas, podemos sentirnos más solos que nunca. Hay quienes callan no porque no sepan, sino porque el miedo a equivocarse, a ser juzgados o a no encajar es más fuerte que sus ganas de participar. No es cobardía, es ansiedad, es inseguridad, es la batalla silenciosa que muchos libran todos los días.
Pero esa voz que te dice “no puedes”, “te vas a equivocar”, “te van a mirar raro”, no eres tú. Es el reflejo de miedos que no te pertenecen, que la sociedad plantó sin permiso. No está mal sentirse así, lo importante es seguir intentando, aunque sea en silencio al principio. Porque cada paso, por pequeño que sea, ya es una victoria.