Un viaje al pasado

Parte 1

Vaya… Creí que esta mañana iba a ser diferente, y resultó que sí, pero no de la manera en la que yo esperaba.

Era un día normal, aburrido como de costumbre, mi mamá igual que siempre, sentada en el viejo sofá de papá con una expresión de apatía en su rostro, sujetando un cigarrillo entre sus dedos.

¡Ya me voy! Grité tratando de llamar su atención.

Ajá Respondió sin interés.

Ya era tarde para llegar a mi escuela y para una audición junto con mi banda a las 7:30 am; ya eran las 7:22. Apresurada, me monté en mi patineta, mi guitarra colgaba en mi espalda, sentía la ráfaga de viento acariciando mis cabellos.

¡Rayos! No voy a llegar a tiempo… Pensaba mientras me mordía el labio.

Al dar la vuelta en una cuadra, pude observar la estación del metro, era obvio que llegaría un poco más rápido por ese medio de transporte que por mi patineta, así que la agarré, la coloqué bajo mi hombro y me apresuré a aquella estación.

Ya comprados los boletos bajé las escaleras que parecían no acabar, jadeando, pude alcanzar el metro antes de que la puerta se cerrara. Viajé parada ya que había mucha gente y eso me impedía tomar asiento, de igual manera, sólo tenía que recorrer 3 estaciones para llegar a mi destino.

Llegando a la estación Bugambilias, línea 1 Dijo una voz desde el altavoz.

Extrañamente, yo fui la única que bajé en esa estación.

Qué raro… Casi siempre baja mucha gente aquí…Pensé, pero no le di importancia.

Proseguí a subir las escaleras de nuevo para por fin llegar al colegio, me paré un poco para recuperar el aliento y seguí hacia la salida. Me quedé perpleja; mi escuela no estaba en frente de la estación como siempre, de hecho, ¡ni siquiera era mi escuela! sino que había una cafetería en su lugar, estilo retro. Paniqueada volteé para atrás y para mi mala suerte, la estación ya no estaba.

Dios, creo que he perdido completamente la cabeza...Me dije a mi misma tocándome la frente para comprobar no tener fiebre y no estar alucinando.

Caminé hacia donde me llevaran mis piernas y posteriormente llegué a un instituto, no era el mío, pero tal vez podrían ayudarme. Toda la gente ahí dentro me miraba con confusión, estaban vestidos y peinados como si estuvieran en otra época. Me acerqué a una señora ya un poco mayor y le pregunté:

–Disculpe, ¿qué día es hoy?

Dime, niña, ¿acaso tengo cara de calendario?- Dijo hostilmente señalándome un periódico en la basura.

–¡15 de Mayo de 1950!- Grité al ver la fecha que traía el periódico y sin poder contenerme me desplomé al suelo.

De pronto alguien me levantó con brusquedad sujetándome del brazo.

¡Williams! ¡Levántate! Siempre supe que eras rara, pero esta vestimenta, ¡ni yo me lo hubiera imaginado!

–¿Eh? Es mezclilla…

–¡No me refiero a eso! Llevas pantalón, deberías llevar falda, ¡como las chicas normales! y esa guitarra, ¿acaso quieres ser la burla de todos en tu clase?

–¿Pero qué? ¿cómo? para empezar ¿quién es usted?

–No te hagas la loca Williams, vaya a clase y deje de estar holgazaneando o si no le levantaré un reporte.

Mi apellido no es Williams, tampoco se supone que me debería de regañar por llevar pantalón, se supone que eso ya se debatió antes… A menos  que… esa estación me haya abierto un tipo de dimensión alterna o, incluso un portal hacia el pasado.

En cuanto tuve la oportunidad, escapé de la extraña clase que me asignaron diciendo de excusa que necesitaba ir al baño. Corriendo por los pasillos choqué abruptamente con un chico que traía puesta una camisa blanca y un saco beige.

–¡Disculpa!–Dije apenada al momento en el que me agachaba para ayudarle con los libros que se le habían caído. 

–No hay problema… ¿T-t-te puedo preguntar algo? 

–Claro.

–¿Qué es eso?-Dijo señalando mi patineta.

–Oh, ¿esto? sólo es mi patineta…

El chico me miró de manera extraña.

–¡Cierto! ¡Qué tonta! las patinetas no se inventaron hasta 1963–Reflexioné.

El chico me seguía mirando confundido, con el ceño fruncido. Me hacía sentir incómoda, pero en parte lo entendía. He visto volver al futuro cientos de veces, tal vez debo de regresar por donde vine, aunque no he visto ningún metro por aquí... De repente se me vino una idea repentina a la mente:

¿Tienen trenes en esta época?Dije sujetando al chico del cuello de su camisa.

El chico me miró asustado, así que reaccioné que estaba siendo muy brusca con él. Le acomodé y le desarrugué el cuello de la camisa apenada, quité un mechón de cabello de mi cara y sonreí un poco avergonzada.

Eh… sí… De hecho hay un tren casi saliendo de la escuela...

¡Sí! ¡Vamos! Dije emocionada tomándolo de la mano.

No le dio tiempo de negarse porque en menos de un cerrar de ojos ya estábamos en la estación. Tuve que fingir ser la tal Williams como me habían llamado en la escuela y por suerte me han permitido viajar.

Finalmente, abrieron las puertas del tren; salí de un salto.

Cuando me encontré con la señora que vendía nopales y volteé a ver un metro común y corriente, hice con mucho entusiasmo un pequeño bailecito de victoria. Más relajada, solté un suspiro de alivio, después reaccioné:

¡El chico! ¡Se me olvidaba que lo traje conmigo!

Me asusté cuando no lo vi en la multitud, pero me relajé un poco cuando lo vi curioseando, tocando la tela de la ropa de una muchacha a mi derecha.

–¿Pero qué…–Dijo la muchacha exaltada.



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En el texto hay: viaje al pasado, chica contemporanea, los 50s

Editado: 26.04.2021

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