CAPÍTULO 10: "La Victoria Fuera de la Cancha"

Dos días después de mi peligrosa visita a la oficina de Jair, la tensión en la academia era palpable. Todos sabían que la decisión sobre Lucas se anunciaría pronto, y el ambiente estaba cargado de nerviosismo. Durante el entrenamiento matutino, el entrenador nos reunió en el centro de la cancha. A su lado, para mi inmensa sorpresa y alivio, estaba Lucas.

​El entrenador, Jair, nos miró a todos con su habitual seriedad. Sus ojos, sin embargo, se detuvieron en mí por un segundo, y en ese breve contacto visual, vi un destello de aprobación. Lucas, por su parte, evitó mi mirada, una expresión de gratitud contenida y vergüenza palpable en su rostro. "He hablado con el director de la academia," anunció Jair, su voz resonando en el campo. "Hemos revisado los incidentes y, dadas las circunstancias atenuantes que se presentaron, hemos decidido que la suspensión de Lucas se levante. Él jugará el partido de práctica con nosotros y tendrá su oportunidad con el reclutador."

​Un audible suspiro de alivio recorrió el equipo, especialmente entre los amigos más cercanos de Lucas. Todos sabían la importancia de este partido para su futuro. Jair, sin embargo, no había terminado. "No obstante, esto no será gratis. Lucas estará en un período de prueba riguroso y cualquier nuevo incidente significará la expulsión inmediata." Hizo una pausa dramática, asegurándose de que la lección llegara a todos.

​Luego, su mirada se dirigió directamente a mí, y esta vez, me sostuvo la mirada con una intensidad que capturó la atención de todo el equipo. "Y quiero dejar muy claro que esta decisión se tomó en parte por la lealtad y el sentido de equipo de uno de sus compañeros, quien puso el bienestar del grupo por encima del suyo propio, arriesgando su posición para asegurar la oportunidad de otro. Eso, muchachos, es el verdadero espíritu.

​Sentí el calor subir a mis mejillas, pero en lugar de la vergüenza, sentí una satisfacción profunda. Por primera vez en días, las miradas de mis compañeros no estaban llenas de celos o rechazo, sino de curiosidad y un nuevo respeto. Me sentí verdaderamente parte del equipo, no solo por mi talento, sino por mi carácter.

​El resto del entrenamiento se sintió ligero. La pelota rodaba con más libertad, la comunicación fluía, y mis pases llegaban a los pies de Lucas sin esfuerzo. La tensión se había disipado, reemplazada por una energía colaborativa.

​Cuando la sesión terminó, me estaba atando los cordones de mis zapatos en el vestuario, todavía inmerso en la euforia del día. Lucas se sentó a mi lado, un gesto que hubiera sido impensable la semana anterior. El silencio entre nosotros fue largo e incómodo, cargado con el peso de los errores del pasado. Finalmente, él habló, su voz más baja y sincera que de costumbre.

​"Escuché lo que hiciste," dijo, sin levantar la vista. "Fuiste a ver a Jair por mí. Gracias. De verdad. No tenías por qué hacerlo. Después de cómo te traté, después de la forma en que te ignoré..." Su voz se apagó en un murmullo de arrepentimiento.

​Lo miré a los ojos, sintiendo que el muro entre nosotros se derrumbaba por completo. Le di una palmada firme en el hombro y sonreí, buscando las palabras justas en portugués. "Somos un equipo, ¿no? Tamo junto (Estamos juntos)."

​Lucas finalmente levantó la vista, y me devolvió la sonrisa. Era la primera vez que lo hacía de corazón, sin reservas ni amargura. "Tamo junto, Thiago. Somos un equipo," repitió, y se puso de pie, su porte más relajado. En ese momento, sentí que había ganado algo mucho más valioso que un campeonato. Por primera vez en la academia brasileña, sentí que tenía un amigo de verdad, un aliado fuerte. El resentimiento se había desvanecido, reemplazado por un nuevo y profundo respeto mutuo. La victoria más importante no se había logrado con un gol, sino con un acto de lealtad que me había abierto el corazón del equipo.