Un viaje de fútbol, dolor y gloria

CAPÍTULO 34: El Anuncio de los 23

CAPÍTULO 34: El Anuncio de los 23

​La Agonía de la Espera

​La mañana del anuncio de la lista final fue la más larga y silenciosa de mi vida. La tensión flotaba en el aire del centro de entrenamiento como una niebla pesada. Ninguno de los aspirantes a los 23 definitivos se atrevía a hablar. Desayunamos en un silencio sepulcral, donde el sonido de una cuchara tocando el plato se sentía como un trueno. Incluso Héctor 'El Cóndor' Valdés, que normalmente irradiaba una confianza arrogante, parecía inusualmente sombrío. Él sabía, como todos, que las selecciones de jugadores en esta etapa se basaban tanto en la necesidad táctica y la utilidad, como en el nombre.

​El seleccionador había sido claro: la llamada se haría entre las 9:00 a.m. y las 10:00 a.m. Una llamada significaba que no habías pasado el corte, y debías empacar de inmediato. No recibir una llamada significaba que estabas dentro de la élite que representaría a Colombia en el Mundial.

​Regresé a mi habitación individual y apagué el celular. No quería que el nerviosismo me hiciera cometer el error de contestar. Lo puse sobre la mesa, boca abajo, y me senté en el borde de la cama. Intenté leer un libro, hacer estiramientos, cualquier cosa para desviar mi mente de la agonía. Pero mi oído estaba en alerta máxima, esperando el sonido estridente que terminaría con mi sueño.

​Recordé cada etapa: la soledad en Curitiba, el ultimátum de Elías, la renuncia a Sofía, el rechazo al dinero fácil de Alves, y la carrera frenética de ayer para tapar un hueco defensivo de Valdés. Todo ese sacrificio se jugaba en el timbre de ese teléfono.

​El tiempo se arrastró con una crueldad metódica.

• ​9:15 a.m.: Se escuchó el sonido de una voz alta y destemplada en el pasillo. Uno de los jóvenes delanteros, que había intentado impresionar con bicicletas innecesarias, gritó de frustración. Escuché el sonido de una maleta rodando por el pasillo. La primera víctima. El miedo se hizo tangible.

• ​9:30 a.m.: Sonó mi celular. Salté de la cama como un resorte, el corazón latiendo desbocado. Tomé el teléfono y vi la pantalla: era Lucas, desde su concentración. Mi respiración se cortó. No era la llamada fatal. Contesté con un susurro. "Lucas, no me llames, por favor. Es ahora," le rogué. "¡Lo siento, hermano! ¡Solo quería decirte que estoy contigo! ¡No recibas esa llamada, no la recibas! Te quiero, crack," me dijo antes de colgar. Su voz me dio una inyección de esperanza.

• ​9:45 a.m.: Se oyó un golpe en la puerta vecina, seguido de un silencio y luego el llanto de un defensor veterano, cuya experiencia se rumoreaba que no había sido suficiente. El silencio posterior fue más pesado que el ruido.

​El Silencio Liberador

​Las 10:00 a.m. llegaron y se fueron. El silencio en mi habitación era absoluto, solo roto por mi respiración superficial. Me atreví a mirar el reloj: 10:05 a.m.

​El silencio era mi veredicto. La llamada no había llegado.

​Una ola de alivio tan potente que casi me hizo desmayar recorrió mi cuerpo. Me quedé inmóvil, procesando el hecho. Estaba dentro. Lo había logrado. El sacrificio había valido la pena. Yo era uno de los 23 elegidos para representar a Colombia en el escenario más grande del fútbol.

​Mi euforia se vio interrumpida por un golpe seco en la puerta. Abrí. Era el Capitán de la Selección, el mismo que me había reprendido al principio. Tenía una expresión seria.

​"Thiago," dijo, sin rodeos. "Felicidades. El seleccionador acaba de anunciarlo. Tienes 20 minutos para estar abajo. Vístete con el uniforme de viaje. Estás en la lista."

​Me dio una palmada en el hombro, una palmada de aceptación. "Y déjame decirte algo, chico. No entraste por tu nombre; entraste porque fuiste el único mediocampista que corrió en el minuto 80 del partido. En el Mundial, el talento cansa. La disciplina gana. Bienvenida la garra colombiana."

​Su aprobación, la del líder del vestuario, se sintió tan importante como el llamado mismo.

​La Última Conexión

​Mientras me vestía frenéticamente con el elegante uniforme de viaje de la Selección Colombia, tomé el teléfono. No para una celebración pública, sino para las dos llamadas esenciales: Sofía y mis padres.

​Llamé a mis padres, que ya habían escuchado la noticia por la televisión, donde mi nombre acababa de ser anunciado junto al resto. El alarido de mi madre fue ensordecedor, una mezcla de orgullo, liberación y fe. Mi padre solo pudo repetir: "¡Hijo mío, Colombia! ¡Colombia!" Había asegurado su orgullo y, con el bono por convocatoria, el futuro de mi familia.

​La llamada a Sofía fue más íntima. Contestó al instante, su voz ansiosa.

​"Sofía, no me llamaron," le dije, conteniendo la risa.

​"¿Qué? No... no puede ser, Thiago," su voz se quebró. Sentí la culpa de asustarla, pero era necesario.

​"No me llamaron, porque estoy aquí, mi amor," continué. "Estoy de pie en la concentración. Estoy en la lista. ¡Vamos al Mundial!"

​El grito de Sofía fue más fuerte que el de mi madre. "¡Thiago! ¡Lo sabías! Lo sabíamos... Oh, Dios mío. Esto... esto es el mejor final para nuestro 'hasta luego'."

​"No es un final, Sofía. Es un nuevo comienzo. El sacrificio terminó, y el futuro que planeamos acaba de empezar. Espérame. Te prometo que la primera cosa que haré cuando regrese, será ir a casa," le dije, sintiendo que, a pesar de estar a miles de kilómetros, nuestra conexión estaba más fuerte que nunca.

​El Viaje a la Gloria

​A las 11:00 a.m., estábamos todos en el vestíbulo, los 23. Los que se quedaban eran los que irradiaban disciplina, utilidad y, sí, talento. Me paré junto al Capitán, a pocos metros de un sombrío Valdés, cuya genialidad había salvado su puesto, pero cuya actitud había sido seriamente cuestionada.

​Salimos del centro de entrenamiento ante una explosión de prensa y aficionados. La seguridad nos escoltó hasta el aeropuerto. Mientras subía al avión que nos llevaría a la base de operaciones en Europa antes del Mundial, miré por la ventana. Atrás quedaba Club, la academia, las lágrimas, las llamadas a deshora, y el fantasma del fracaso.



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En el texto hay: sacrificios, fútbol, dolor y gloria

Editado: 27.11.2025

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