Un viaje de fútbol, dolor y gloria

Capítulo 44: los cuartos de semis y la tensión de un partidazo !!

La atmósfera antes del partido de cuartos de final era una cámara de presión. El rival europeo era conocido por su sistema zonal inquebrantable, un muro de cuatro hombres en la defensa y dos mediocentros fijos que convertían el centro del campo en un pantano. Sabíamos que la paciencia sería vital, pero la tensión era palpable.

​Mi rol inicial era el de contención y equilibrio, el corazón táctico que impediría que su rápida transición se activara. Pasé los primeros veinte minutos como un reloj suizo, cubriendo el doble de terreno, gritando marcas y asegurando que cada pase recuperado fuera simple y seguro, tal como me había enseñado El Club.

​Sin embargo, la calidad individual del rival era superior. Marcaron el 1-0 al minuto 20 con un disparo desde fuera del área y el 2-0 al minuto 35, un gol de cabeza tras un córner bien ejecutado. 2-0 en contra. La desventaja era de solo dos goles, pero su control territorial parecía absoluto.

​El seleccionador, en el descanso, me miró con una intensidad febril. "Su muro es mental, Thiago. No lo rompes con fuerza, lo rompes con la visión. Necesitamos que ejecutes tres pases que nadie más en este estadio pueda ver."

​El Despertar del Arquitecto: Tres Asistencias Milimétricas

​La segunda mitad comenzó con la urgencia de la eliminación. La remontada comenzó con una furia controlada, impulsada por mi determinación.

​Asistencia #1 y Gol de Valdés (2-1): Al minuto 55, la defensa rival estaba ligeramente desajustada. Recuperé el balón en tres cuartos de cancha y, en lugar de pasarlo al lateral, mi mente procesó la trayectoria: vi el hueco exacto de 70 centímetros entre el central y el lateral. Ejecuté un pase filtrado raso, milimétrico, con el exterior del pie, que rompió la línea defensiva. Valdés, recibiendo el balón al pie, fusiló al portero. ¡GOL! 2-1.

​La Celebración: Valdés corrió hacia mí, gritando: "¡Esa línea no existía, Maestro! ¡La dibujaste tú!" El seleccionador golpeó el banquillo: "¡Eso es visión! ¡Eso es lo que nos faltaba!"

​El rival respondió de inmediato (3-1) y nuevamente (4-1), restaurando la desventaja, pero la dinámica del gol va y gol viene era imparable.

​Asistencia #2 y Gol de Valdés (4-2): Al minuto 70, la tensión era máxima. Recibí el balón bajo presión en el mediocampo. Valdés se desmarcó con una carrera diagonal hacia el punto ciego del central. Fingí un pase al Capitán, congelando al defensor por un microsegundo, y luego ejecuté un toque sutil, diagonal y potente que superó a los dos mediocentros. Valdés lo recibió en carrera. ¡GOL! 4-2.

​La Celebración: Valdés me dio un abrazo sincero. "¡Me leíste la mente, Thiago! ¡Me leíste la mente!" Mi gesto fue de concentración absoluta; el duelo había aniquilado el miedo al error.

​Asistencia #3 y Gol de Valdés (4-3): Al minuto 85, el empate parecía imposible. Teníamos un tiro libre indirecto a 35 metros. El rival esperaba un centro bombeado. Yo, recordando las jugadas de pizarrón de El Club, ejecuté una asistencia potente y rasa, que parecía ir a las manos del portero, pero que yo sabía que Valdés interceptaría. Valdés se lanzó con una finta de cuerpo y desvió el balón con el taco hacia la red. ¡GOL! 4-3.

​La Celebración: La euforia fue total. Valdés me señaló, y el Capitán me abrazó: "¡Tu visión es inhumana, Thiago! ¡Tu cerebro nos está salvando!"

​Al minuto 90, forzamos un córner. Yo me paré en el banderín. El portero rival, confiado, gritaba órdenes. Yo sabía que la defensa europea estaba concentrada en marcar a Valdés. Recordé las horas perfeccionando el tiro al ángulo muerto en El Club.

​Ejecuté un tiro con una curva perfecta y diabólica, con la potencia exacta para superar al portero y caer en la escuadra más lejana. ¡El balón entró sin que nadie lo tocara! ¡GO-LA-ZO! 4-4. ¡Un gol olímpico en el tiempo de descuento de cuartos de final!

​La Celebración: El estadio se convirtió en un manicomio sísmico. El rugido fue ensordecedor. Me quedé solo, de rodillas, con los brazos alzados. Valdés y el Capitán me levantaron, el rostro del Capitán bañado en lágrimas de alivio. "¡Nos salvó tu locura, Thiago! ¡Tu bendita locura!"

​El rival protestó furiosamente, pero la decisión era inamovible.

Mire a la banda, habían dado 7 minutos de reposición, 7 minutos eran lo suficiente para intentar una asaña.

​El Gol de la Inmortalidad Minuto 97.

El tiempo de adicion se extendió en un infierno de fatiga, y En el Minuto 97, el destino me encontró. El balón rebotó a mis pies en la media cancha.

​No pensé en el miedo, ni en el Real Madrid. Solo en el sacrificio que me había traído hasta aquí.

​Arranqué en esa carrera épica. Dejé a seis jugadores en el camino, cada dribbling una ejecución precisa. El Capitán rival fue el último en caer, humillado por un amague simple.

​Estaba solo contra el portero. Definí con un toque sutil al ángulo, la precisión final de mi disciplina. ¡GOOOOOOOOOOOOOL! 5-4.

​El estallido del estadio fue tan grande que sentí el campo temblar. El árbitro, sin permitir que el rival sacara del centro, pitó el final. ¡La victoria era nuestra! ¡Estábamos en semifinales!

​El Final del Partido:

​La euforia fue inmediata y total. Valdés me abrazó, temblando de agotamiento y emoción. "¡Ese gol... es el mejor de la historia, Thiago! ¡Maestro, nos llevaste a semifinales!"

​Mientras el equipo celebraba, la imagen de mi padre cruzó mi mente. El sacrificio había terminado en gloria.

​Mi agente logró contactarme. "Thiago, el Real Madrid envió un ultimátum. La oferta es abierta. Quieren firmar esta noche. No pueden esperar más."

​Pero mi mente solo estaba en el pacto. Llamé a Lucas.

​"Lucas," le dije. "Ya cumplí mi parte. Estamos en semifinales. Ahora te toca a ti."



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En el texto hay: sacrificios, fútbol, dolor y gloria

Editado: 27.11.2025

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