Dos días después de la agónica victoria 5-4 de Colombia en cuartos de final, la euforia seguía vibrando en el ambiente. Sin embargo, mi mente estaba singularmente enfocada en el partido que se jugaría esa tarde: el cuarto de final de Brasil.
Mi agente seguía acosándome con las condiciones del Real Madrid, cuyo jet estaba literalmente esperando en un aeropuerto cercano. Mi respuesta fue firme: "No firmo nada hasta que termine el Mundial. Y si Brasil gana, menos aún. El Real Madrid tiene que respetar mi enfoque."
La noche anterior al partido de Lucas, tuvimos nuestra conversación más importante. La llamada no fue de celebración por mi épica victoria; fue un encuentro de guerreros a punto de enfrentarse a su destino.
"Vi el gol, Thiago," dijo Lucas, su voz inusualmente grave. "El gol olímpico fue una locura, pero el gol del 5-4 en el minuto 97, dejando a seis hombres... Hermano, eso no es fútbol; es una declaración de inmortalidad."
Le conté sobre la presión del Real Madrid, la cláusula y la exigencia de firmar de inmediato. "Si firmo ahora, se siente como una traición al sacrificio de mi padre y al equipo. La pureza del fútbol está en terminar el trabajo, no en el cheque."
Lucas asintió. "Tienes razón. Si aceptas las migajas de Alves o te doblegas a la prisa del Madrid, tu magia se acaba. Eres el mediocampista más puro del mundo; que se adapten a tu horario, no al revés."
El Desafío de Lucas
Luego pasamos a hablar del futuro. El enfrentamiento era inevitable si ambos ganábamos.
"Thiago," dijo Lucas, su voz bajando a un susurro. "El destino es cruel, pero también épico. Si ambos pasamos las semifinales, nos vamos a enfrentar en la Final de la Copa del Mundo."
La posibilidad era electrizante. Yo, el chico colombiano de la cantera de El Club, impulsado por la disciplina y el honor. Él, el delantero brasileño, impulsado por el jogo bonito y la alegría. La Final sería la culminación de nuestra rivalidad y amistad forjada en la base.
"Lucas," le dije, mi corazón latiendo con fuerza. "Será el partido de nuestras vidas. No podemos dudar. Si nos encontramos, tienes que jugar con el espíritu de El Club, y yo jugaré con la disciplina que mi padre me exigió. Te ganaré en el minuto 97 de nuevo, pero te daré la mano después."
Lucas se rió, una risa tensa. "Yo te voy a marcar el hat-trick más rápido que jamás hayas visto, Thiago. Pero acepto el desafío. Que gane el mejor, pero que ganemos los dos para llegar allí. Yo voy a cumplir mi parte del trato."
La llamada terminó con un pacto de honor silencioso, un compromiso de luchar hasta la muerte deportiva para encontrarnos en la cumbre.
La Ejecución del Pacto (Cuartos de Final de Brasil)
Esa tarde, me senté con el equipo de Colombia para ver el partido de cuartos de final de Brasil contra su potente rival europeo. La presión sobre Lucas era inmensa; él, un joven talento, estaba relegado al banquillo por la jerarquía de las viejas estrellas brasileñas.
El partido comenzó con el rival europeo dominando. Al minuto 60, el marcador era 1-0 a favor del rival europeo. El seleccionador de Brasil no tuvo opción: necesitaban el talento puro.
Lucas entró al campo. Su energía cambió el partido de inmediato. No jugaba solo con talento; jugaba con la motivación del pacto.
Gol de Lucas #1 (68'): Nueve minutos después de su entrada, Lucas recibió un balón en el borde del área. Engañó a dos defensores con un dribbling rápido y lanzó un tiro potente al ángulo. ¡GOL! 1-1.
La Celebración: Lucas no celebró con sus compañeros. Corrió hacia la cámara, se llevó el dedo al templo y luego al cielo, un claro mensaje de "cabeza fría y a por el siguiente".
Gol de Lucas #2 (75'): El empate dio alas a Brasil. Lucas interceptó un pase en el mediocampo (un movimiento de pura disciplina) y se lanzó en un contragolpe. Con una serie de toques rápidos y preciosos (jogo bonito), desbordó al lateral y definió con una vaselina exquisita sobre el portero. ¡GOL! 2-1.
La Celebración: Lucas señaló hacia la banda, hacia el banquillo donde se sentaban las estrellas, con un mensaje claro: el talento está aquí.
Gol de Lucas #3 (88'): El rival, desesperado, se lanzó al ataque. Brasil defendió y Lucas, recibiendo un pase largo, se encontró solo contra el portero. El defensor lo alcanzó por detrás, pero Lucas, con la sangre fría de un depredador, lo esperó, fintó y marcó su hat-trick con un tiro suave. ¡GOL! 3-1.
La Celebración: El estadio brasileño explotó. Lucas corrió a celebrar con su seleccionador, pero luego se detuvo y miró fijamente a la cámara, haciendo el gesto del pacto, señalando hacia el futuro.
El partido terminó: Brasil 3, Rival Europeo 1.
El Destino Inevitable
La victoria de Lucas fue la confirmación. Colombia y Brasil estaban a un solo partido de encontrarse en la Final del Mundo.
Al terminar el partido, Lucas me llamó de inmediato. "Cumplí mi parte, Thiago. ¡Tres goles! El destino es nuestro, hermano. Ahora, las semifinales."
Mi agente me llamó justo después. "Thiago, el Real Madrid vio el partido de Lucas. El miedo a perderte es real. Aceptaron todas tus condiciones: la firma será después del Mundial, la cláusula anti-Alves está incluida, y la comisión de El Club es la que pediste."
La victoria del honor había triunfado en todos los frentes. Había honrado a mi padre, llevado a mi país a semifinales, y ahora tenía el contrato de mis sueños en mis propios términos. El único obstáculo restante era el enfrentamiento en las semifinales.